Escenario regional

Tres candidatas de derecha aspiran a presidir Venezuela, Argentina y Perú

La marea progresista pierde fuerza en Latinoamérica

Corina Machado, Keiko Fujimori y Patricia Bullrich.

Corina Machado, Keiko Fujimori y Patricia Bullrich. / Made using TurboCollage from www.TurboCollage.com

Abel Gilbert

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Tres mujeres aspiran a gobernar Venezuela, Argentina y Perú siguiendo la estela conservadora que ha dejado a su paso Sandra Torres en la primera vuelta de las elecciones de Guatemala. María Corina Machado, si es que la dejan participar de la contienda, Patricia Bullrich y, en su cuarto intento, Keijo Fujimori. Esa inclinación hacia la derecha ya se ha verificado regionalmente en el nombramiento de Beatriz Hevia al frente del Consejo Constituyente que busca redactar la nueva Carta Magna de Chile, y se insinúa en la posibilidad anunciada por Jair Bolsonaro que su esposa, Michelle, podría lanzarse en su nombre al ruedo político. La novedad ahora radica en que estas tres dirigentes aspiran a llegar a la presidencia y modificar de raíz a sus países.

"Vamos a construir una Venezuela que deje atrás, enterrado para siempre, el socialismo". Machado ha sido inhabilitada por la Contraloría a participar de las elecciones que deberían llevarse a cabo en 2024, al igual que otros precandidatos opositores. La medida fue repudiada por Estados Unidos y la UE, y no ha hecho más que darle a ella una centralidad impensada. "Eso demuestra que el régimen está derrotado". Machado no piensa dar un paso al lado. Décadas más tarde, las encuestas la colocan como la candidata opositora con mayor aceptación. "Aquí el que habilita es el pueblo". Tiene 55 años y una aversión hacia lo que significaron Hugo Chávez y sus herederos, alimentada en parte por la confiscación de una empresa familiar. Viste siempre de blanco. Una cruz baila sobre su pecho. En sus años de diputada, fue objeto de mofa de Chávez. Esos sondeos deben revalidarse en las primarias de octubre. Y si bien falta tiempo, Machado confía en que su figura seguirá creciendo al calor del desencanto de una sociedad atribulada por años de crisis y extravío. Se imagina como la vencedora de Nicolás Maduro en las presidenciales del año venidero, siempre que se realicen esos comicios.

Ha defendido el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto en caso de violación, la eutanasia e, incluso, la legalización de la marihuana para uso medicinal. A la vez, ha sido la voz que con más vehemencia propuso la intervención militar norteamericana para desalojar al madurismo del poder. "La única manera de paralizarlo es que tú puedas rodearlo con una fuerza superior que tenga un efecto disuasivo", llegó a decir.

Machado y su partido, Vente Venezuela, descreen de las estrategias negociadoras de la opositora Plataforma Unitaria, que, a los tropezones, busca un acuerdo mínimo con el Palacio de Miraflores para solucionar el conflicto interno. Los sectores más acomodados de Venezuela la observan con simpatía. Ella va por más y quiere que la aclamen en los barrios populares que han sido bastiones del chavismo.

Tres veces no basta

De repente, Keiko, la hija del autócrata encarcelado, Alberto Fujimori, hizo saber de un deseo secreto: volver a competir por la presidencia peruana en una fecha incierta, porque la mandataria interina, Dina Boluarte, quiere quedarse hasta 2026 mientras que el fujimorismo intenta acelerar los tiempos desde el desprestigiado Congreso. "A ver, Keiko. Si me entiendes, hijita linda: no vas a ganar nunca. Lo que estás ocasionando es que los extremos se vayan juntando", reaccionó la exministra de la Mujer, Rosario Sasieta, al enterarse de esa ambición. "Si no le gano a nadie cuál es el problema que yo postule", respondió. "Tomaré en cuenta qué es lo mejor para nuestro país y estratégicamente para Fuerza Popular, pero lo que no voy a aceptar es este tipo de vetos machistas que, con solo el hecho de que esté hablando de política, entran en pánico". Los analistas han interpretado que, más allá de su ambigüedad, está dispuesta a una cuarta pelea electoral y por eso lanzó un globo de ensayo. Una encuesta de la consultora Ipsos ha dado cuenta de que el 61% no la votaría.

La ex primera dama en los días de poder absoluto del padre viene de una serie de reveses sentimentales, personales y judiciales. Se separó del estadounidense Mark Vito, el padre de sus dos hijas. Le acaban de extirpar cuatro tumores benignos en el cuello. A su vez, pesa sobre su espalda una orden que le impide abandonar Perú en los próximos 36 meses. Su nombre está asociado a el caso Cócteles, como se conoce la investigación por lavado de activos. Pero Keiko parece dispuesta a lanzarse a una contraofensiva. Su espada es la misma Fuerza Popular, el partido que tiene una posición dominante en el Congreso y que no deja de amenazar a Boluarte con una destitución, además de cercarla políticamente.

La Dama de Hierro argentina

"Acá estoy hoy, con enormes posibilidades de liderar este país", dice Bullrich, a los 67 años. Hubo un tiempo de ardor juvenil en que creía en lo contrario y es lo que le ha llevado a su biógrafo, Ricardo Ragendorfer, a preguntarse en Patricia, de la lucha armada a la seguridad, si "en algún momento del futuro, tendría que dar explicaciones". Ella no se siente obligada a hacerlo, prerrogativa que le da su pertenencia a la aristocracia más rancia.

En los años 70 formó parte de la guerrilla peronista Montoneros. Tras su desafección, dictadura militar mediante, inició una lenta pero inexorable transición política con numerosas estaciones, hasta desembocar en el extremo ideológico opuesto, que no es otro que el de sus orígenes familiares. Patus, Pato, Cali, según su seudónimo durante los días de vida clandestina, ha mantenido siempre su predilección por la mano dura. En los 70 creía que la violencia era redentora, en el presente, un acto de disciplina que solo puede ejercer el Estado. Y con esa bandera, más un programa económico neoliberal, intentará ganar las primarias de la derecha en agosto. Ese espacio aparece como favorito en los comicios de octubre. Bullrich se enfrentará al alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y los sondeos parecen favorecerla. Cuenta, además, con el sigiloso aval del expresidente Mauricio Macri.

Bullrich pasó de anhelar la "patria socialista" a convertirse en la ministra de Trabajo del presidente Fernando de la Rúa que, antes de su caída, en 2001, intentó reducir un 14% los salarios de los empleados del Estado. Su momento de mayor relevancia vino con la presidencia de Macri, cuando asumió el Ministerio de Seguridad y puso en práctica su credo punitivo. Al terminar la gestión, le dijo al diario Perfil, "tenía la capacidad y sobre todo la claridad de qué hacer en la Argentina". Había acumulado la experiencia necesaria para "animarse a generar un cambio de régimen fuerte". Al igual que lo que sucede con el madurismo respecto a Machado, el Gobierno peronista desea que sea la candidata de la derecha porque, supone, sería más fácil polarizar al electorado.

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