Relaciones Pekín-Teherán

Irán busca el paraguas chino frente a la lluvia de sanciones de Occidente

El presidente iraní concluye una visita a Pekín con pretensiones económicas y geoestratégicas

El presidente chino, Xi Jinping, junto con el presidente iranní, Ebrahim Raisi, en Pekín.

El presidente chino, Xi Jinping, junto con el presidente iranní, Ebrahim Raisi, en Pekín. / EFE

Adrián Foncillas

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Ebrahim Raisi, presidente iraní, ha concluido el jueves en Pekín una de esas visitas que fastidian en Occidente. Irán suma nuevas sanciones por venderle drones a Rusia a las viejas por su programa nuclear y ha reprimido con 500 muertos las protestas civiles. Es lo más parecido a un paria internacional. Xi Jinping recibió a Raisi en la crisis de los globos con Washington, que empezó con inquietantes alusiones a "un programa de vigilancia internacional dirigido por el Ejército chino” y ha acabado con los cazas estadounidenses disparando a todo lo que vuela primero y preguntando después.

Irán tiene comprensibles reproches para Pekín. El volumen del comercio e inversiones es muy mejorable y los diversos intereses de China en el polvorín de Oriente Medio la obligan a un equilibrio diplomático que irrita a Teherán. La reunión ha subrayado que ninguna diferencia pesa más que los compartidos lamentos por la hostilidad estadounidense.

Un par de artículos publicados en la prensa china en las vísperas de la visita anticipaban la sintonía. El que firmó Raisi en el 'Diario del Pueblo' hablaba de China como un “viejo amigo” y subrayaba que ambos países veían el unilateralismo y las "injustas" sanciones como la causa de la inseguridad y las crisis en el mundo. El editorial del 'Global Times', el más nacionalista de los medios chinos, recordaba que las relaciones bilaterales se habían reforzado a pesar de “las interferencias y sabotajes” de Estados Unidos y apuntaba a su salud como la prueba de que fuera del bloque occidental también hay margen para la prosperidad de las naciones. Los que critican la cooperación chino-iraní son “arrogantes, irracionales y autoritarios”, continuaba.

Nutrida delegación iraní

Pocas delegaciones tan nutridas han pasado por Pekín. Raisi llegó con el gobernador del Banco Central, el negociador jefe del programa nuclear y media docena de ministros de economía, comercio, desarrollo urbano, agricultura o petróleo. Lo más urgente es implementar el Plan Estratégico de Cooperación de 25 años que, por resumirlo, incluye inversiones chinas a cambio de recursos energéticos. Fue firmado el pasado año con una pompa que chirría con los resultados. China es el mayor socio comercial iraní pero ese dato, en 2023, se da por sentado. También es un masivo comprador de su petróleo aunque las cifras exactas se desconocen. Pero China apenas ha invertido 162 millones de dólares durante el primer año de la presidencia de Raisi. Con Turquía o Afganistán, por ejemplo, ha sido más generosa. Incluso Rusia la ha adelantado como principal fuente de inversiones extranjeras.

La economía le urge más a Irán que la geopolítica, opina Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina. "Está sufriendo protestas sociales por la inflación y otros problemas económicos que ya van más allá de la muerte de aquella joven que las inició. Irán no está feliz con las inversiones ni las ayudas chinas y sus ministros han comentado en público su decepción. No es diferente a la de países del centro y el este de Europa como la República Checa que pusieron grandes esperanzas en inversiones chinas que no se materializaron”, señala.

El contexto aceitará la cooperación. Irán es clave para la Nueva de la Ruta de la Seda, el megaproyecto comercial con el sello de Xi que el covid y los obstáculos de Occidente están retrasando. Y China es fundamental en el "giro a Oriente" que ha acentuado Teherán tras las sanciones de Estados Unidos.

Ni una palabra del estrecho de Hormuz

No hay noticia de que Xi y Raisi hayan abordado la postura china en una zona que exige una diplomacia florentina. Teherán llamó a consultas el pasado año al embajador chino después de que Pekín firmara una declaración del Consejo de Cooperación del Golfo que cuestionaba las reclamaciones territoriales iranís sobre tres islas en el estrecho de Hormuz. Muchos analistas ya habían adelantado que el asunto sería orillado para salvaguardar la sintonía.

China sigue comprando crudo a Irán y rompe el aislamiento que persigue Washington abriéndole las puertas a plataformas alternativas con creciente peso. Irán ingresará este año en la Organización de Cooperación de Shanghái, un ente apadrinado por Pekín que busca la seguridad y paz en Asia. Fue fundada veinte años atrás y cuenta con China, Rusia, varias repúblicas centroasiáticas, India y Pakistán. Pekín también apoya la entrada de Irán en los BRICS, el grupo de países en vía de desarrollo que suma el 40 % de la población global. La guerra en Ucrania ha enfatizado la nueva política de bloques: sólo un país de los BRICS condenó la invasión rusa (fue Brasil y aclaró rápidamente su neutralidad) y ninguno se sumó a las sanciones.

La afinidad de Teherán con Moscú y la de ambos con Pekín, reforzada por la política de sanciones, sugiere una alianza antioccidental que, sin embargo, merece muchas matizaciones. “Esos países ya estaban muy cercanos antes. Además, cuanto más se acerquen entre ellos, más se alejarán las democracias liberales de Europa y Asia de China (…) China no quiere verse vista en un 'frente de rechazo' junto a Rusia e Irán porque eso perjudica sus intereses globales", tranquiliza Rosen.

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