Olvido colectivo

El derrumbe de parte de los silos de Beirut ancla a los libaneses en el trauma

Mientras van colapsando los símbolos de la tragedia, los familiares de las víctimas de la explosión del 4 de agosto de 2020 lideran esfuerzos titánicos para que la amnesia colectiva no permee a toda la sociedad libanesa

Andrea López-Tomàs

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De nuevo, el humo. Una intensa humareda ha vuelto a cubrir de gris el cielo de Beirut este martes por la mañana. Entre el polvo, quedaban los restos, cada vez menos, de los silos del puerto de la capital libanesa. Yace así ya la mitad de la muralla que salvó a la ciudad hace más de dos años. La estructura de 48 metros de alto absorbió gran parte del impacto de la explosión que mató a más de 200 personas e hirió a 6.000 la tarde del 4 de agosto en Beirut. Ahora, la mano ausente de las autoridades ha provocado el derrumbe de los silos del norte. Quedan los del sur, aún erguidos, pero bastante dañados. Así, paulatinamente, el olvido colectivo de la tragedia empieza a hacer mella. 

Desde julio, ardía un incendio a los pies de esta estructura que lleva medio siglo arañando el horizonte beirutí. La fermentación de los granos, abandonados entre las ruinas desde la deflagración, parecía ser la causa. Aparentemente los bomberos y los soldados del Ejército libanés no tenían capacidad para apagarlo. Las autoridades habían advertido de la posibilidad de que los silos se derrumbaran y alegaban que no querían arriesgar la vida de sus funcionarios para apagar el incendio o arrojar agua desde los helicópteros. 

Tal vez la clase política libanesa sí aprendió la lección aquel 4 de agosto. Conocedora de la presencia en el puerto de miles de toneladas del nitrato de amonio que causaron la explosión, no dudaron en mandar a un grupo de 10 bomberos cuando se inició un incendio en la zona. Fueron los primeros en morir. Por eso, esta vez han querido evitar el desastre. O puede que también sea porque el propio Gobierno lleva desde abril intentando demoler los silos. La iniciativa legislativa en el Parlamento se detuvo gracias a las protestas de las familias de las víctimas y los supervivientes.

Símbolo de la tragedia

Los silos se han convertido en el símbolo de la tragedia. Altos y resistentes, salvaron al pueblo libanés de una catástrofe aún más letal. Decadentes y abandonados, reflejan como un espejo fiel el estado del país. Encarnan la inacción de la clase política libanesa. Una clase política que lleva dos años bloqueando una investigación para esclarecer la cadena de negligencias que se desencadenaron aquel fatídico 4 de agosto. Plasman el hartazgo de una sociedad tan machacada que le han arrebatado la capacidad de reaccionar. Una sociedad que mira impasible cómo el humo toma su ciudad. 

El colapso de los silos este martes no ha provocado víctimas ni heridos, ya que el área, a diferencia del día de la explosión, ha sido evacuada. Para los sobrevivientes de la explosión y los residentes cerca del puerto, ver desmoronarse la mitad de esta impresionante estructura ha sido un nuevo catalizador para su trauma. La explosión del puerto también empezó con un incendio y una gran humareda. Los ministerios de Medio Ambiente y Salud han emitido instrucciones para la población adyacente al pueblo: que permanezcan bajo techo en espacios bien ventilados y usen mascarillas para evitar la ingesta de gases tóxicos.

Pero la realidad en la calle es otra. La desconfianza en la clase política unida a la necesidad económica en un país con más del 80% de la ciudadanía bajo el umbral de la pobreza les impide detener sus vidas de nuevo. Mientras, los familiares de las víctimas siguen exigiendo justicia. Esta tarde saldrán a la calle. "Nos sentimos un poco solos en esta batalla", explica Paul Naggear. La explosión del 4 de agosto mató a su hija Alexandra, de 3 años. "Nunca nos detendremos; por más muros que nos pongan, seguiremos luchando por vías alternativas y seguiremos presionando", ha afirmado.

Veto de Macron

La principal batalla de las familias, ahora, es que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas cree una comisión internacional de investigación sobre la explosión. Pero el Gobierno francés de Emmanuel Macron no deja de poner trabas. "No llegaremos muy lejos si Macron sigue bloqueando una posible investigación", denuncia Naggear a este diario. Lejos quedan aquellos días inmediatos a la tragedia en que el presidente francés se convirtió en el primer político en bajar a la calle y consolar a los libaneses, antes que lo hiciera cualquier político nacional.

"Macron ha puesto los intereses geopolíticos de Francia sobre las vidas humanas libanesas", señala Naggear. Mientras se van derrumbando los símbolos de la tragedia, estas familias lideran esfuerzos titánicos para que su lucha no caiga en el olvido. La tragedia se llevó consigo más de 200 vidas, hirió a unos seis millares y echó de sus casas a más de 300.000 personas de forma inmediata. Aún así, esta tarde apenas se esperan un puñado de decenas de manifestantes. Poco a poco, la amnesia colectiva va instalándose en una Beirut ya siempre gris.