Cita anual en el Congreso

La guerra de Rusia en Ucrania altera el discurso sobre el estado de la Unión de Biden

El presidente de EEUU va a enmarcar esta noche el conflicto en Ucrania en la lucha entre democracia y autocracia

Joe Biden

Joe Biden / EFE / MICHAEL REYNOLDS

Idoya Noain

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La política exterior suele ocupar un asiento de segunda fila en los discursos sobre el estado de la Unión en Estados Unidos, las intervenciones que los presidentes hacen anualmente ante el pleno de las dos cámaras del Congreso. Este año, con la guerra lanzada por Rusia en Ucrania, el guion ha cambiado, tanto a la fuerza como por voluntad, para Joe Biden.

El equipo del mandatario ha estado haciendo en los últimos días revisiones al texto que Biden leerá esta noche a las 21.00 horas (3 de la madrugada en España), según avanzaron el lunes fuentes de la Casa Blanca. Y Biden va a enmarcar el conflicto en la lucha entre democracia y autocracia, un tema que ha abordado repetidamente en su presidencia y del que ya habló en abril del año pasado en su primera intervención ante las dos Cámaras, cuando no llevaba ni 100 días en el cargo y aún estaba muy presente en la memoria colectiva el asalto al Capitolio protagonizado por la turba de seguidores de Donald Trump.

Ahora la grave situación bélica y el tema de los peligros que enfrentan las democracias son algunos de los aspectos que auguran un tono más sobrio y sombrío al discurso de Biden que el que suele dominar estas intervenciones, tradicionalmente una oportunidad que aprovechan los ocupantes del Despacho Oval para mostrar optimismo y presentar logros. Pero también la guerra se ve como una oportunidad para Biden, que puede apoyarse en la oposición bipartidista a la invasión rusa de Ucrania para tratar de demostrar que la polarización y división extrema de EEUU no son irresolubles. 

“Reset” y frustración

El discurso se ve también como una oportunidad del demócrata de “resetear” su presidencia, hundida en términos de aprobación. En la media de sondeos que mantiene RealClearPolitics está en el 40.8% pero en una encuesta publicada este fin de semana por ‘The Washington Post’ (que se realizó parcialmente antes de que empezara la invasión rusa de Ucrania) caía al 37%, con un 44% mostrando una fuerte desaprobación y especiales señales de debilidad entre los independientes, un 61% de los cuales suspenden su gestión.

Es un reinicio que ansían los demócratas, especialmente gobernadores, candidatos y donantes, que tienen la vista puesta en las legislativas de noviembre. Pero no va a ser fácil. Y, en el discurso, Biden, aunque va a subrayar los avances conseguidos en términos tanto de la economía como de la lucha contra la pandemia, debe mostrar que es consciente de las fuertes corrientes de frustración que hay entre la población.

Esa frustración es palpable tras dos años de vida y muerte con el coronavirus, por más que las restricciones empiecen a levantarse. Este mismo martes, por ejemplo, los asistentes al discurso sobre el estado de la Unión, aunque aún sean un número más restringido que antes de la pandemia, podrán estar sin mascarillas en la Cámara. Mientras, alrededor del Capitolio se han vuelto a levantar vallas de seguridad y se han desplegado 700 efectivos de la Guardia Nacional en previsión de posibles protestas de conservadores y contrarios a las restricciones, incluyendo la potencial llegada de un convoy de camioneros inspirado en las protestas que sacudieron Canadá.

Inflación

El mandatario no va a eludir ese descontento, ni el de muchos ciudadanos con realidades como el aumento del crimen. Y, sobre todo, no obvia ya el impacto negativo de la fuerte inflación, que ha alcanzado sus niveles más altos en cuatro décadas y que durante meses se denostó oficialmente en Washington como ligada a "factores transitorios" pero ahora se asume como un problema real y político.

Este lunes, después de que las fuentes de la Casa Blanca incidieran en que Biden hablará en su discurso de propuestas para “rebajar los costes”, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, aclaraba que Biden no se andará con rodeos y “absolutamente” usará el término inflación.

Aunque el discurso debe ser y será, según anticipan muchos expertos un ejercicio de equilibrio, lo que Biden no va a hacer es abandonar su optimismo y pretende también destacar los logros alcanzados en su mandato, tanto en la lucha contra la pandemia como en el terreno económico. Y junto a la sesión informativa para adelantar las líneas maestras del discurso, las hojas informativas que fue enviando a lo largo del lunes la Casa Blanca indican los ejes sobre los que construirá la intervención.

Petróleo y energías limpias

Biden destacará, por ejemplo, la recuperación del mercado laboral y la de la economía estadounidense en general, la que más rápido se ha recuperado entre las avanzadas del G7. Propondrá también un plan económico de cuatro puntos, en el que apostará por elevar la producción en EEUU, reducir los costes para el consumidor, promover la competencia justa y eliminar barreras para el acceso a empleos bien pagados. Y posiblemente aprovechará el conflicto en Ucrania, que le va a obligar a abordar la cuestión del aumento de precios de la gasolina y a incrementar en el futuro inmediato la apuesta por los combustibles fósiles, para renovar la apuesta a largo plazo por las energías limpias, que también va a ejemplificar como herramienta para luchar contra la inflación.

Biden, además, va a destacar el plan de infraestructuras que logró sacar adelante en el Congreso con apoyo de los dos partidos, esa inyección de 500 millones de dólares de nuevo gasto en inversiones que va a detallar (y que el miércoles viajará a promocionar a Wisconsin). Y aunque no podrá hacer lo mismo con el plan de gasto social Build Back Better, su ambicioso y frustrado intento de realizar la mayor expansión del estado de bienestar en EEUU en décadas, que ha muerto en el Congreso, va a seguir defendiendo ideas centrales de ese plan. Concretamente, y según se ha avanzado, apelará a las Cámaras a aprobar propuestas que van de la subida del sueldo mínimo a un programa federal de bajas familiares pagadas pasando por la reducción del precio de los medicamentos o del coste de la educación superior y la mejora del acceso a la vivienda.