Bipartidismo y tensión interna

Biden logra su primera gran victoria legislativa con su plan de infraestructuras

Tres días después del descalabro electoral de los demócratas, el Congreso aprueba una ley con respaldo bipartidista que inyectará 1,1 billones de dólares en una década para modernizar EEUU

Las tensiones entre demócratas moderados y progresistas persisten y ponen en duda el futuro de la más ambiciosa propuesta de "infraestructura humana"

Las banderas estadounidenses plantadas frente al Capitolio para la toma de posesión de Biden.

Las banderas estadounidenses plantadas frente al Capitolio para la toma de posesión de Biden. / STEPHANIE KEITH

Idoya Noain

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Menos de 10 meses después de iniciar su mandato y tres días después de una noche electoral brutal y preocupante para el Partido Demócrata, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, logró el viernes por la noche con su primer gran logro legislativo que ha contado con respaldo bipartidista: la aprobación en el Congreso de un plan de infraestructuras que destinará en la próxima década 1,1 billones de dólares, la mitad de ello nuevo gasto, para tratar de modernizar al país.

En el enmarañado proceso legislativo sigue, por ahora y por las diferencias entre las alas moderada y progresista de los demócratas, la otra gran apuesta legislativa de Biden: el plan de "infraestructura humana", que plantea una ampliación sin precedentes en décadas de la cobertura social y la lucha contra el cambio climático. Pero al menos Biden tiene algo que mostrar al país y a sus votantes.

"Paso monumental"

Visiblemente exultante en una comparecencia este sábado en la Casa Blanca, flanqueado por la vicepresidenta Kamala Harris, Biden definía como "un paso monumental como nación" la aprobación de la ley de infraestructura, que calificó como "un plan para reconstruir EEUU" que está pensado para la clase trabajadora. "Ya era hora", apostilló el presidente, antes de subrayar que "la vasta mayoría de los miles de trabajos que se crearán no requerirán titulación universitaria".

Biden hacía también una lectura política enmarcada en las elecciones del martes. "Creo que el mensaje que dejaron fue: dejad de hablar y hacer algo", dijo. "La gente quiere que demos resultados y ayer los demócratas demostramos que podemos".

La ley que firmará en los próximos días no le desmiente: en cuanto estampe su rúbrica en la norma empezarán proyectos que en los próximos 10 años destinarán 110.000 millones a carreteras, puentes y otras grandes obras, 73.000 millones a actualizar la red eléctrica, 66.000 millones a proyectos de vías férreas y 50.000 millones a ayudar a comunidades a combatir tormentas, incendios y sequías agravadas por el cambio climático y ciberataques, entre otras cosas.

La lucha intestina prosigue

Los detalles que laten tras la negociación y el resultado final de la votación 228-206, con 13 republicanos sumándose a la mayoría de demócratas pero seis progresistas rechazando la norma, recuerdan, no obstante, el tortuoso proceso que ha sido necesario para llegar hasta esta legislación, a la que el Senado había dado hace ya más de dos meses luz verde con respaldo bipartidista.

Todo lo que se vivió el viernes en Capitol Hill fue, en las ilustrativas y ajustadas palabras del congresista progresista de Wisconsin Mark Pocan, "un pifostio". Como en jornadas anteriores de votos planeados que acabaron sin realizarse, hasta el último momento no estuvo claro que la ley fuera a ser aprobada. Y para lograrlo fueron necesarias negociaciones frenéticas en las que participó Biden personalmente con llamadas, infinidad de reuniones, un órdago del liderazgo demócrata al ala progresista, un compromiso por escrito de los demócratas conservadores y un acto de fe por parte de los progresistas.

Ese ala progresista insistía desde hace meses en que no quería votar el proyecto de infraestructuras si a la vez no se votaba el plan de gasto social y climático, al que Biden ya ha tenido que ir haciendo recortes desde su idea inicial de 3,5 billones en una década hasta los 1,85 actuales para tratar de contentar a los legisladores moderados de su partido tanto en la Cámara baja como en el Senado, donde los demócratas no puede permitirse perder ni un solo voto. El temor de esos progresistas es que, con la ley de infraestructuras ya aprobada, los moderados se echen atrás en el segundo gran paquete.

Desconfianza

El viernes esos moderados usaron como argumento para no votar el plan de "infraestructura humana" que quieren esperar a que un análisis de la independiente Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) garantice que no incrementa el déficit (aunque la misma oficina, paradójicamente, sí ha señalado que el de infraestructuras sí lo hace). Los progresistas inicialmente dijeron que no votarían entonces por nada pero acabaron aceptando un compromiso por escrito de cinco moderados de que trabajarán para solucionar discrepancias una vez que los números de la CBO estén listos. Se aprobó infraestructuras y la segunda norma superó un voto procesal.

Biden ha mostrado su convencimiento de que el 15 de noviembre se podrá votar y aprobar ese segundo paquete. Es algo que claramente dudan Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley, Rashida Tlaib, Cori Bush y Jamaal Bowman, los seis congresistas progresistas que votaron contra infraestructuras en una señal de desconfianza hacia un puñado de sus compañeros de filas.