Aniversario del asalto al Capitolio

La fractura de EEUU sangra en el aniversario del asalto al Capitolio

Biden da un discurso demoledor contra Trump y le acusa de "poner un puñal en la garganta de la democracia"

Liz Cheney ha sido la única republicana presente en los actos de conmemoración organizados en Washington

El presidente de EEUU, Joe Biden, durante su intervención de este jueves con motivo del primer aniversario del asalto al Capitolio.

El presidente de EEUU, Joe Biden, durante su intervención de este jueves con motivo del primer aniversario del asalto al Capitolio. / DREW ANGERER / POOL

Idoya Noain

Idoya Noain

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La unidad nacional ha sido tradicionalmente en Estados Unidos una respuesta cuando se han producido ataques contra el país. Ya no. El primer aniversario del asalto al Capitolio, el momento en que el sistema democrático de EEUU más se asomó al abismo desde la guerra civil, ha evidenciado este jueves la profunda fractura por la que sangra la nación.

Hay enfrentadas verdades irrefutables y falsedades también probadas, algo que el presidente Joe Biden ha recordado en un discurso demoledor contra Donald Trump, al que ha acusado directamente, aunque sin citar nunca por nombre propio, de “crear y propagar una red de mentiras” sobre las elecciones del 2020 y ha responsabilizado, junto a la turba a la que instigó y animó a asaltar el Capitolio, de “poner un puñal en la garganta de EEUU y de la democracia”. Pero incluso la realidad no escapa a un momento de radical polarización y la división ha empañado la jornada y los actos de recuerdo y conmemoración.

“Un expresidente derrotado”

Las cámaras retransmitían en vivo poco después de las 9 de la mañana de Washington el que por ahora probablemente sea el discurso más importante que ha dado el casi octogenario Biden en su joven presidencia, sin duda el más contundente en su denuncia de su predecesor y de sus acciones y también de la deriva que ha tomado buena parte del Partido Republicano que, ha asegurado el demócrata, “teme la ira” de Trump.

Desde un atril colocado en medio del Salón Nacional de las Estatuas que 12 meses antes recorría la masa que obligó a posponer unas horas la certificación de su victoria (una revuelta que, como ha recordado, por primera vez metió en el Capitolio las racistas banderas confederadas), Biden denostaba las acciones de esa gente pero, ante todo señalaba, con vehemencia y urgencia a su predecesor y desarticulaba “la gran mentira” de un inexistente fraude electoral, señalando a grandes agujeros como el de que los únicos resultados que Trump retó fueron los de la carrera presidencial, no los de otras elecciones que también se decidieron en noviembre del 2020.

“Por primera vez en nuestra historia un presidente no solo perdió una elección, trató de prevenir una transferencia pacífica del poder”, ha subrayado Biden, que ha definido a Trump como “no solo un expresidente, sino un expresidente derrotado”, uno que “no puede aceptar que perdió”.

"Valora el poder sobre los principios, ve su propio interés más importante que el del país, su ego magullado le importa más que nuestra democracia o nuestra Constitución", ha dicho en otro momento el mandatario, que ha denunciado igualmente los esfuerzos que ahora siguen librando Trump y sus acólitos. "Han decidido que la única forma de ganar es suprimir el voto y subvertir elecciones", ha asegurado. "Es antidemocrático y, francamente, antiamericano".

Un punto de inflexión

Biden, que ha afirmado también que EEUU se encuentra en "un punto de inflexión en la historia" en el que se está librando "una lucha entre la democracia y la autocracia", en ningún momento ha citado a Trump por su nombre. Es algo que luego ha explicado a los periodistas argumentando que lo que se discute no es sobre personalidades individuales sino "sobre el sistema y sobre que alguien que decide ponerse a sí mismo por encima de todo”.

En esas declaraciones a la prensa ha negado también que su discurso fuera divisorio. “La forma de sanar es reconocer la extensión de la herida, no puedes disimular”, ha declarado. “Esto es serio, hay que enfrentarlo. Es lo que hacen las grandes naciones. Encaran la verdad, lidian con ella y siguen adelante”.

Eran palabras de peso, como las de un discurso que abría oficialmente una jornada en Washington en la que había otras muchas intervenciones, momentos de silencio, vigilias... Pero también claras señales del radical y tóxico ambiente de enfrentamiento, de una grieta creciente que cada vez parece más difícil de soldar.

La respuesta de Trump

Sin el altavoz de las redes sociales, y después de haber cancelado la rueda de prensa que tenía prevista para este jueves en Mar-a-Lago, el propio Trump daba la respuesta a Biden en un par de comunicados enviados por correo electrónico. Eran mensajes en los que falsamente decía que el presidente había usado su nombre, le acusaba de estar haciendo “teatro político”, seguía propagando la misma “gran mentira” a la que lleva abrazado más de un año y definía el resultado de las elecciones como “un crimen”. “Quieren apropiarse de este día para poder atizar miedos y dividir América. Que se lo queden porque América cala sus mentiras y polarizaciones”, escribía también Trump sin un atisbo de ironía.

En el Capitolio era especialmente llamativa la ausencia casi total de políticos republicanos, los mismos que hace un año tuvieron que encerrarse, huir y esconderse con sus colegas demócratas para protegerse de los asaltantes, los mismos que en muchos casos inicialmente tuvieron duras palabras para Trump por su papel el 6 de enero de hace un año. En la Cámara Baja, por ejemplo, solo la congresista republicana Liz Cheney, a la que acompañó su padre, el exvicepresidente Dick Cheney, escuchaban el discurso de Nancy Pelosi y guardaban junto a algo más de tres decenas de demócratas el momento de silencio para marcar el episodio de violencia que dejó cinco muertos y más de 135 policías heridos.

El funeral de un senador republicano de Georgia daba cobertura a la mayoría de sus compañeros de filas en la Cámara Alta para justificar su ausencia. Ni uno de los 50 acudió a los actos de conmemoración en el Senado. Y en cambio dejaron una lluvia de comunicados donde muchos acusaban a Biden y a los demócratas de estar “politizando” la ocasión. Lo hizo, por ejemplo, Lindsay Graham. Y lo hizo también el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, que sin dejar de recordar “un día oscuro para el Congreso y nuestro país” también acusaba a los demócratas de “intentar explotar el aniversario para impulsar metas políticas que precedían a este acontecimiento”. Ni uno volvió la vista o el análisis hacia Trump.

Una relación tóxica

Tanto las ausencias como las palabras de la jornada reflejan perfectamente la toxicidad cada vez mayor de relación entre las dos formaciones, que se ha deteriorado a pasos agigantados en los últimos 12 meses.

Algo se rompió de una forma que por ahora se ha probado prácticamente irreparable cuando solo horas después del asalto, ya en la madrugada del día 7, 139 representantes y ocho senadores republicanos votaron en contra de la certificación de los resultados de las elecciones que reconocían a Biden como el presidente legítimo. Y ahora son muchos los que reconocen que la relación se ha vuelto radioactiva, o en algunos casos inexistente.

"El ambiente tóxico llevaba creciendo mucho, mucho tiempo antes del 6 de enero pero aquel día lo incendió", le decía hace unos días a 'The Wall Street Journal' Steny Hoyer, el segundo líder demócrata en rango en la Cámara baja tras Pelosi. Y lo constataba también en 'Politico' Brian Fitzpatrick, un republicano moderado que es una de la cabezas del caucus 'Problem Solvers', en el que se unen representantes de los dos partidos. "Las cosas realmente no se han recuperado después del 6 de enero y eso es una realidad".

Fitzpatrick es uno de los republicanos que con su voto permitió que fuera aprobado el plan de infraestructuras de Biden y, como los que votaron a favor del 'impeachment' de Trump en la Cámara baja o por la condena en el Senado, ha recibido amenazas. Como tantos otros. El jefe de la policía del Capitolio ha explicado estos días que el número de amenazas que investigan, que van desde simples mensajes en redes sociales o llamadas anónimas hasta potenciales crímenes, han superado las 9.000, más que nunca antes.

Con el decoro político por los suelos, el creciente bloqueo legislativo y ese ambiente de enfrentamiento cada vez más exacerbado crece el número de los congresistas que, directamente, tiran la toalla respecto al servicio público en Washington: son ya más de dos docenas los congresistas demócratas y al menos 13 los republicanos los que han anunciado que no se presentarán a la reelección.