Tragedia en aguas de Italia

Un cementerio en el mar

Los cuerpos cubiertos de inmigrantes africanos ahogados en las aguas del canal de Sicilia, ayer.

Los cuerpos cubiertos de inmigrantes africanos ahogados en las aguas del canal de Sicilia, ayer.

IRENE SAVIO
ROMA

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El llanto de una de las socorristas que ayer sacudía la cabeza ante la visión de las decenas de cadáveres que yacían en el puerto de Lampedusa tornaba en rabia ante una tragedia que, cada día más, parece de nunca acabar en el sur de Europa. «¿Por qué ha ocurrido? ¿Por qué de nuevo?», se preguntaron incluso los vecinos que, a primera hora de la mañana, vieron desde la costa siciliana un mar que, en lugar de aguas, escupía cuerpos, víctimas de la enésima barcaza naufragada en el mar Mediterráneo.

Durante horas, el recuento no paró de subir. Fue solo en la tarde que se completó un primer cálculo de los fallecidos: 200 personas, entre ellos una mujer embarazada y tres niños. La mayoría, de origen somalí y eritreo, que provenían de Libia en una barcaza de apenas 15 metros de longitud. «Es un horror. No dejan de llegar barcos y descargar muertos. Hay cadáveres por todas partes», dijo Giusi Nicolini, la alcaldesa de Lampedusa. «Esto es un cementerio en el mar», afirmó Francesco Viviano, periodista que se encontraba en el lugar de los hechos y que vio cómo el tanatorio de Lampedusa se saturó en pocas horas.

Aturdida y quizá herida en su conciencia, Italia se entristeció en lo hondo ante el macabro evento. Incluso en los despachos de Roma, atribulados horas antes por las andanzas de Silvio Berlusconi, se cancelaron las reuniones y conferencias de prensa. Los telediarios cambiaron su programación y empezaron a emitir especiales sobre el suceso. Y los políticos, además de entonar sus tardíos mea culpa, apuntaron el dedo contra Bruselas, echándole en cara la falta de una repartición ecuánime de las responsabilidades dentro de la Unión Europea.

VERGÜENZA EUROPEA / «Hay que plantear cambios, modificar nuestras leyes. Pero Europa no debe dejar sola a Italia», aseveró el presidente del Senado, Pietro Grasso. «Lo paradójico es que los refugiados en Italia son unos 60.000, pocos comparados con otros países europeos. Pero si las cosas aquí van mal, más aún ahora con la crisis. ¿Por qué no hay una responsabilidad compartida dentro de la UE?», dijo a este diario el portavoz italiano de Amnistía Internacional, Riccardo Noury. «Parece que tres pesqueros vieron primero la barcaza y no los salvaron. Esto sucede porque Italia ha juzgado a varios que han salvado a vidas» (a raíz de ley italiana, que considera delito ser clandestino), criticó Nicolini.

Ante la vergonzosa evidencia de que el Mediterráneo es cada día más un mar de muerte, también las autoridades europeas intervinieron. «Tenemos que hacer más, lo que hacemos no es suficiente», reconoció la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, al considerar que hay que cambiar las leyes europeas. «No se puede dejar el fenómeno en manos de uno o dos países», coincidió el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz. Esto, después de que tan solo hace unos meses las quejas del primer ministro maltés, Josep Muscat, cayeran en saco roto.

EL PEOR DÍA / Difícil saber con exactitud qué pasó ayer a media milla de la costa, en las aguas adyacentes a la isla de los Conejos, donde se produjo la catástrofe. Según los primeros testimonios, la tragedia fue desencadenada por un incendio provocado por un cortocircuito, quizá debido a que la barcaza estaba repleta, con unos 500 inmigrantes. Otros dijeron que encendieron un fuego a bordo porque no tenían cobertura y, cuando este se volvió incontrolable, se tiraron al agua.

Los rescataron primero dos pesqueros, luego la Guardia Costera y de Finanzas que atendieron a los vivos con mantas y ropa de abrigo, a la vez que continuaban las operaciones de búsqueda de los desaparecidos que, al cierre de esta edición, resultaban ser aún unos 200. «Es el día más horrible de toda mi carrera», dijo el capitán Davide Miserendino, uno de los encargados de coordinar los rescates. «Solo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza», dijo el Papa.

Unas horas antes, otro barco cargado con 463 inmigrantes había llegado a Lampedusa. Otros miles lo hicieron durante todo el verano, cuando los traficantes de hombres se aprovechan del buen tiempo. La ruta es la de siempre: salen de Egipto, Túnez o Libia, con destino a Europa. Muchos provienen de campos de refugiados del norte de África, donde las condiciones de vida son pésimas. Otros incluso de la atribulada Grecia y de Turquía. Desde 1990, se estima, han muerto cerca de 8.000 personas en el Canal de Sicilia; más 20.000 en todo el Mediterráneo. Y estos son solo aquellos de los que se tiene noticia.