"Un techo propio: el derecho a la vivienda de los jóvenes"

El derecho a la vivienda para los más jóvenes y no tan jóvenes sigue siendo un quebradero de cabeza. Aunque Catalunya se sitúa a la cabeza en cuanto a independencia de la franja de los veintitantos hasta los treinta, queda muy lejos de los parámetros europeos.

No es normal que los jóvenes estemos malviviendo en pisos compartidos donde la independencia se logra pero el espacio personal y la intimidad se han visto cuestionados durante la pandemia; que por esos pisos compartidos se paguen sumas desorbitadas y que a veces no haya ni un contrato de por medio.

No es normal que plataformas de alquiler temporal, ante la bajada de sus beneficios, propusieran ya a comienzos de este año 2021 operar con inmobiliarias tradicionales para plantear opciones, siempre temporales, de pisos y apartamentos, viéndose mucha gente joven abocada a esta solución como única vía para no pasar más de una hora de transporte público o en el desplazamiento de cada día en dirección al trabajo o al centro de estudios (sin computar cómo afecta este gasto de movilidad a sus escuálidas ganancias mensuales).

La juventud paga cifra desorbitadas por espacios insuficientes que permitan llevar una vida plena, y encima los anuncios parecen reírse de todos con una estruendosa carcajada cuando usan términos como “piso cuco” o “bonito estudio”. La palabrería no hace digno lo vergonzoso.

Mientras tanto, seguimos esperando una ley real que medie en los alquileres y en el acceso a la vivienda en general. Una persona no puede hacer un proyecto de vida sin un techo propio, con un precio ajustado a sus ingresos, y sin verse expulsados de sus barrios o áreas donde han vivido sus familiares, amigos y vecinos siempre, solo porque se ha puesto de moda, solo porque el mercado las puede explotar.

Un reparto más equitativo de la población en el territorio es posible, pero solo si se mejora la red de transportes y se extienden los servicios a todos los territorios.