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Refugiados, cautivos en un limbo eterno

Un grupo de niños refugiados tras huir de la ciudad de Mosul.

Un grupo de niños refugiados tras huir de la ciudad de Mosul. / RICARDO GARCIA VILANOVA

Arriesgando sus vidas, los refugiados huyen del horror. Cuando llegan a otro país, son confinados en campamentos –avergüenza llamarlo guetos– y condenados a subsistir en un infierno. Sin poder salir y sin trabajo, consumen la jornada en una inútil espera que les devuelva la ilusión de vivir. Comida aborrecible, frío, lluvia, barro, calor, sol o polvo; realidades deplorables son el pan de cada día. ¿Y qué decir de los niños? Angustia ver sus enormes ojos en sus caritas de sonrisas borradas. Para llorar sin consuelo.

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En la era de la frivolidad, observar el Mediterráneo convertido en fosa común o a los refugiados cautivos en un limbo eterno, purgando el infame pecado de buscar un futuro para sus familias, parece no angustiarnos. Como en el Holocausto, unos pocos altruistas ayudan arriesgándose a ser multados o detenidos. Sin duda, los refugiados son los nuevos 'apestados' del siglo XXI. Lo que acontece a diario, degradante trato a seres humanos, es deshonra para el resto del planeta.

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