¿Te gusta la Navidad? ¿Detestas la Navidad?

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Una obscenidad consumista

Vaya por delante que detesto la Navidad. Llegar a esta conclusión ha sido un camino lento, pero seguro. En los años en que mi hijo era pequeño, acepté las normas del juego navideño pues no quería sobre mi conciencia ser la culpable de crearle a mi hijo un trauma por negarle lo que otros tenían: arbol de Navidad, decoración navideña, regalos, paseos para ver belenes... Sin embargo, una vez se fue haciendo mayor, él mismo fue desterrando todos los rituales que trae consigo la Navidad. No quiero que piensen que soy la reencarnación del señor Scrooge, el personaje del ‘Cuento de Navidad’, de Charles Dickens; no es la falta de bondad lo que guía mis afirmaciones sino la observación. Un mes antes de Navidad nos invitan a comprar todo tipo de cosas asociadas a ella: comida, regalos, adornos, juguetes, ropa con una cantidad de brillos innecesaria... Ya tenemos ahí la forma de celebrar cualquier cosa en este mundo en el que vivimos: comprando. La Navidad será todo lo bonita que te puedas permitir. Sí, ya sé que los defensores de la Navidad aducirán que también son días de reunirse con la familia. Pero eso es solo verdad en parte; es cierto que algunas familias solo pueden reunirse en días señalados pero la mayoría, si no se reúne el resto del año es porque no quiere, así que ese argumento no me sirve, de la misma manera que tampoco me vale esperar a que los buenos sentimientos nos invadan en estas fechas, teniendo así la coartada para el resto del año ser unos seres mezquinos. Y por último, y no menos importante, está la frustración, la tristeza y otros sentimientos negativos que genera el hecho de no poder alcanzar lo que se espera de estos días. En tiempos de crisis como estos me parece una obscenidad seguir manteniendo la Navidad como la gran celebración del consumismo. Feliz Navidad.

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