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Estudiantes arrodillados

Aula de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Aula de la Universitat Autònoma de Barcelona. / JOSEP GARCIA

La imagen intolerable y humillante de unos estudiantes franceses, arrodillados con las manos en la nuca, es el espejo de una democracia europea inexistente, por mucho que se repita hasta la saciedad que Europa es democrática.

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La ley ORE, de acceso a la Universidad, es un trágala inaceptable contra la que los estudiantes llevan meses protestando. La nueva normativa del gobierno ultra liberal francés quiere apartar a los estudiantes de familias con menos rentas, facilitando el camino a los que más tienen. Esta ley propicia la competencia mal sana entre los estudiantes, porque la igualdad de condiciones es inexistente, ni la composición del alumnado, ni la de los centros es homogénea, con lo que se privilegia a los que disponen de mayor renta familiar.

La selección se lleva a término por medio de algoritmos, que se aplican a lo largo del recorrido del estudiante, un sistema que nadie controla, sin tener en cuenta su situación familiar, ni personal y que por ejemplo, se había olvidado de los alumnos que tienen alguna discapacidad. Es un instrumento injusto que predispone el darwinismo más descarnado.

Este proyecto encauza para que el alumno sea emprendedor de él mismo y viva en la angustia permanente, en vez de disfrutar para adquirir nuevos conocimientos y soñar con una profesión para poder ser útil a la sociedad y sentirse feliz. Se pretende crear una sociedad al servicio de una economía que está asesinando a todo el planeta.

Lo que pretende la ley, es encauzar al alumnado a las necesidades económicas regionales en detrimento de la libertad de elección y de vocación. Esta ley está en consonancia con la obra La obsolescencia del hombre, de Günther Anders, que en 1956, escribía que “un buen ciudadano”, consistía en ver la televisión.

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