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El gusto amargo de la soledad

Las manos de una anciana. 

Las manos de una anciana.  / EL PERIÓDICO

Pat Villanueva Pons

Se llama Laura y la visito todas las semanas en la residencia donde vive. Es francesa nacida en París y, juntos, estamos elaborando la biografía de su interesante vida. Es una mujer inteligente y culta de gustos refinados adquiridos en el seno de una buena familia.

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Fue el pasado día 6 de marzo cuando la vi por última vez, aterrada por lo que se nos venía encima y aunque traté inútilmente de quitarle hierro al asunto ella permaneció aferrada a su convencimiento como si de una premonición se tratara. De nada sirvieron mis templadas palabras adornadas con la estúpida sonrisa de aquel visionario que no alcanza a ver más allá de sus narices.

A menudo, deberíamos aprender de algunas virtudes de la gente mayor que, aun admitiendo la pérdida de facultades físicas y dinámicas, su sabiduría y experiencia permanecen inamovibles.

Aquel 6 de marzo, cuando Laura me dijo: "Si este bicho se mete en la residencia, no va a quedar aquí títere con cabeza", veía claro lo que acontecería en breve. El "bicho", efectivamente, se metió en la residencia como en todas partes y tal como temía Laura, hizo estragos en esta y otras muchas al tratarse de un colectivo más vulnerable por múltiples razones.

Ignoro, y supongo que Laura también, el número de bajas en su centro. La información es muy reservada y escueta aunque tengo constancia de que ella está bien y que permanece confinada en su habitación de la que nunca se ausenta para nada.

Cualquier intento de acercarme al lugar es una quimera insalvable. Solo me queda esperar el día en que podamos reiniciar nuestros encuentros.

Y poca cosa más que no sea hablar de este presente absolutamente confuso, o de un futuro desconocido e incierto que pretende alejarnos de todo aquello por lo que hemos luchado y creído y digo "pretende" porque a este cobarde, traidor y desdichado "bicho" jamás le vamos a dar la satisfacción de destruir el sentimiento hacia las personas que amamos ni borrar nuestros entrañables recuerdos.

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