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"Aún duele, cinco años después, la violación de la Manada y sus consencuencias"

José Ángel Prenda, en el centro, con dos integrantes de La Manada. 

José Ángel Prenda, en el centro, con dos integrantes de La Manada.  / CASO ABIERTO

San Fermín de 2016. Cinco hombres muy poco hombres violan a una mujer. La víctima, cada día menos víctima por culpa de los magistrados y de los propios asaltantes, se ve inmersa en un constante juicio que nadie debería vivir jamás. Todo un movimiento social, el “Yo sí te creo”, se desarrolla en torno a su caso, pero, a fin de cuentas, los tribunales mandan y no otorgan la sentencia merecida por el “ambiente de jolgorio y regocijo” que un magistrado percibe en el acto.

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Cinco años después. El Prenda, uno de los violadores, reconoce que los hechos sí eran ciertos, a pesar de todas las negativas. Escribe una carta, firmada de su puño y letra, en la que se disculpa por todo el daño causado. Sin embargo, ahí no queda la cosa. Pide que este particular perdón “conste en mi ejecutoria y expediente penitenciario y se me dé copia de la misma". ¿Qué vale este perdón? Después de todas las humillaciones a las víctimas, después de hacernos sentir indefensas en cada fiesta sabiendo que quizá ni los juzgados puedan ayudarnos, haciéndonos ver que debíamos entrar en depresión tras una violación para que se nos creyera, ¿de qué sirve que el Prenda pida perdón si es solo para reducir su condena? Todavía hay mucho por lo que luchar.

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