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El drama del PSOE es quedarse en terreno de nadie
Pedro Sánchez y Susana Díaz, en Granada. / EFE / MIGUEL ÁNGEL MOLINA
Jesús Pichel
Tiene buenas razones el PSOE de Pedro Sánchez para estar preocupado, no solo por lo que van diciendo las encuestas que predicen el 'sorpasso' en votos e incluso en escaños, sino por algo mucho más profundo: ha perdido el espacio político que ha venido ocupando desde la transición, dejando que un Unidos Podemos (que se presentaba como transversal y ahora, como socialdemócrata) ocupe su lugar.
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Como todos los partidos obreros europeos de finales del XIX, el PSOE nació para defender a los trabajadores de los abusos de un capitalismo agresivo, sin normas que lo limitaran y protegido por los gobiernos. Y de ahí su carácter socialista y obrero originario.
En 1979, el PSOE de González renunció al marxismo como ideología oficial (hay que ser socialistas antes que marxistas, según arengó entonces) alejándose así de su metodología histórica, de su origen revolucionario y, en parte, de su identidad, con la intención de ocupar un espacio electoral más amplio presentándose como un partido socialdemócrata, más de centro-izquierda que de izquierda, similar a los del resto de la Europa del Bienestar que se tenía como modelo.
Y efectivamente funcionó: de los 118 diputados en las elecciones de 1977 (las primeras democráticas tras la dictadura) y de los 121 del 79, pasaron en las generales de 1982 a 202 diputados (¡un 48% de los votos!). Ese es el espacio que han querido mantener desde entonces, que poco a poco ha ido menguando y que hoy parece que han perdido.
En su haber principal tienen la universalización de la sanidad y la educación, y las leyes de igualdad y de dependencia; en su debe, el contagio de políticas neoliberales perjudiciales para los trabajadores e incompatibles de hecho con las tesis socialdemócratas. En su haber, una buena parte de la modernización de España; en su debe, los casos de corrupción y un desconcierto ideológico recurrente: viviéndose como un partido de izquierdas, demasiadas veces ha hecho políticas propias de la derecha.
El drama actual del PSOE no es el ser desplazados por Unidos Podemos al tercer puesto (quién sabe por cuánto tiempo), sino quedarse en terreno de nadie y a las puertas de la irrelevancia política.
Si efectivamente ocurre lo que anuncian las encuestas, quizá sea el momento de cerrar este capítulo que se abrió en 1979 para volver a ser el partido de izquierda, socialista y obrero que el tipógrafo Pablo Iglesias fundó cien años antes con el ideal que se resume en el propio texto fundacional del PSOE en 1879: "la completa emancipación de la clase trabajadora".
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