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Mi dolorosa historia de amor

Y no lo esperabas, posiblemente no estabas preparada para algo así, tan dulce y tan amargo a la vez, para removerte por dentro, para que tus flacos cimientos, que intentaban incrustarse firmemente en un suelo de arenas movedizas, acabaran hundiéndose por momentos en la más dura y a la vez única experiencia vivida en mucho tiempo.

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Ahora que la presión en tu pecho te ahoga, que la sangre golpea a martillazos tus sienes, ahora que has de aprender a desprenderte, a desintoxicarte, precisamente ahora, es cuando sabes que no estabas preparada. Que hay amores que duelen, que por eso te atrapan, porque te duelen, te llevan al extremo, hacia dentro y te arrancan pedacitos. A ti, nadie te enseñó cómo se ama. Mal amada, por quien un día te dio la vida, mal querida por quien te llevaba de la mano. Amas con dolor: él fue tu maestro y tu compañera, la tristeza. Dolor y tristeza, disfrazados de falsa alegría. Tú que observabas las vidas ajenas, imaginando y envidiando su felicidad. Tu que buscabas cariño donde había desarraigo, inseguridad, rabia y rencor. El cariño iba de la mano del amor hiriente, que te dio la vida. 

Dejaste de vivir, en un momento, para tan solo dejarte llevar, el día en que “exia” entró en tu vida, porque ella entró, sí, en ti, pero tú dejaste que lo hiciera, que te consumiera, porque ya tan solo tenías un cuerpo, eras un cuerpo, queriendo no ser, queriendo borrar todas sus formas, cerrando la boca, y te volviste un “no”, te perdías en ti, al mismo tiempo que luchabas por ser, por afirmarte, en querer ser diferente de quien te enseñó a no ser amada a no amar. Y te volviste adicta a no abrir la boca, adicta al no soy, ni seré, solo seré si no abro la boca. Una lucha, niña de ojos tristes, que te costó la vida. Se rompieron tus ilusiones, tus proyectos, tus amores, tú te rompías por las aceras, por las esquinas buscabas amores, que te dieran la mano, que te sacaran de tu infierno.

Y no, no estabas preparada, para que él apareciera, con un todo, con fuerza, vida, juicios, penas, celos, frustraciones, cuerpo, suspiros, risas, llantos, lecciones, con su amor que dolía, como nudo que te ahoga y cuanto más te ahogaba, más le amabas. Él un todo, tú como siempre de a poco, queriendo mucho, niña malquerida, encontrabas la horma de tu zapato, deseabas darle todo lo tuyo, tenerle, ayudarle, amarle y al tiempo corrías, te marchabas, y cuando no estaba le querías, una montaña rusa que esta vez te dolía y desgastaba. Entre sus sábanas te venías arriba, para luego derrumbarte y como siempre maquillando tus ojos tristes, de falsa alegría, niña malquerida seguías soñando.

Gracias mi amor, gracias a ti, gracias por recordarme que no sé cómo se ama, por amarme solo tú, porque solo tú sabes hacerlo, por hacer que “exia” que estaba dormida, se agitase de nuevo. Gracias por ser el punto de inflexión, ya a mis años, que me ha hecho aprender a no querer amores que duelan.

Ahora que la presión en tu pecho te ahoga, que la sangre golpea a martillazos tus sienes, ahora que has de aprender a desprenderte, a desintoxicarte, es cuando sabes que no estabas preparada. Ahora y con “exia” siempre en guardia, empezaré mi historia de amor, una historia jamás contada, la que más cuesta y duele. Sí, mi amor tóxico, sí, esa historia de amor no eres tu... Esa es solo la historia de amor de alguien a quien no quisieron, ni aprendió a ser querida ni sabía querer. Hasta que un amor le dolió de tal manera, que entendió que a sus años, ella todavía puede aprender a quererse, esa será su verdadera historia de amor… Ahora, mi vida, mi horma de zapato, ahora, coge tu copa, tus tragos, tu mal querer, tus miserias y tus penas y sal por la puerta, no te molestes en cerrarla, eso es algo que solo puedo hacer yo.

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