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Cruz Roja y esperanto, suertes dispares

Una voluntaria de la Cruz Roja en la plaza del Ayuntamiento de Ossa de Montiel, Albacete

Una voluntaria de la Cruz Roja en la plaza del Ayuntamiento de Ossa de Montiel, Albacete / EFE / MANU

Hace unos días encontré un libro en casa que despertó mi interés: 'Prontuario de Esperanto', editado en Barcelona en 1909. Pertenecía a mi abuelo; él hablaba esperanto, yo no. Justo en EL PERIÓDICO del día siguiente leí la carta del profesor Javier Alcalde sobre el doctor Ludwik Zamenhof y los orígenes del esperanto, así que volví a ojear el libro y encontré entre sus páginas una pequeña joya.

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Se trata de un pequeño folleto de la Cruz Roja que costaba 15 céntimos y que, en uno de sus párrafos, dice así: "Para uso de los militares de todos los grados y categorías, de los médicos, cirujanos, farmacéuticos, camilleros, enfermeros civiles y militares, de los miembros de la Cruz Roja y de los ministros de todos los cultos".

Hoy, el legado conciliador y universal que nos dejaron Henri Dunant con la Cruz Roja y el doctor Zamenhof con el esperanto, han corrido suertes dispares. La labor humanitaria de la Cruz Roja ha sido bienvenida por los países de forma generalizada, mientras que la difusión del esperanto se ha encontrado con tantos obstáculos en el camino que no ha podido desarrollarse como su creador hubiera querido. Injustamente, creo.

Esta visión casi romántica de las antiguas guerras de trincheras nada tiene que ver con la nueva versión con la que nos quiere obsequiar Donald Trump, después de aprobar un presupuesto millonario para llevar, en este caso, nuestras diferencias al espacio sideral. Y yo, en consecuencia, me pregunto: ¿Qué pensarían de esto Henri Dunant y el doctor Zamenhof?

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