"Controlar la natalidad es limitar el principal factor de estrés ecológico: el consumo"

Desde hace tiempo causa alarma la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales, a lo que se suman los peligros del cambio climático. Parece que el ser humano está generando un entorno cada vez más hostil y peligroso.

Hay muchas propuestas para mitigar el problema, pero es llamativo el ninguneo hacia una de las más decisivas: el control de natalidad.

Combatir la astronómica expansión demográfica, que hoy llega ya a más de 7,5 mil millones de personas (cuando a mediados del siglo pasado era de 2,5 mil millones) es limitar el principal factor del estrés ecológico, que es el consumo.

La ventaja del antinatalismo es doble: por un lado, limita los daños ambientales que tanto preocupan. Por el otro, reduce el número de víctimas de todo tipo de problemas, ecológicos o no, como la violencia bélica, la miseria, las epidemias, las hambrunas o tantas otras agonías dolorosas.

Muchos creen que sus deseos de tener hijos están por encima de su suerte o de los problemas ecológicos que ellos mismos denuncian. ¿Qué importancia damos, en realidad, al posible sufrimiento de nuestros hijos?