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"En el CAP me dicen que deje solos a mi padre, de 81 años, y a mi madre, con alzhéimer, ambos con covid"

Pacientes a la espera en la puerta del CAP Manso, en Barcelona.

Pacientes a la espera en la puerta del CAP Manso, en Barcelona. / ELISENDA PONS

Dicen que todos somos iguales ante la enfermedad, pero yo añado que no en los recursos que tenemos ante ella. 

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Mi padre, de 81 años, ingresó en el Hospital Comarcal de Vilafranca el pasado martes con insuficiencia cardiaca y los pulmones encharcados. La mala noticia fue que dio positivo de covid.

Asintomatico (aunque no descartaban inflamación por covid) y con doble dosis de vacuna, a las 24 horas le enviaron para casa con doble dosis de diuréticos para someterse a aislamiento. De nada sirvieron mis ruegos para que se lo quedaran en observación. Para casa y que pida una prueba de antígenos para mi madre y para mí, que en el CAP me niegan porque “somos contactos estrechos vacunados, por tanto no hace falta aislamiento ni prueba”.

Explíquele usted a un señor que no sabe ni ponerse la mascarilla y se va a unos grandes almacenes un sábado qué es el aislamiento domiciliario: no poder salir de una habitación, no tener contacto físico con otras personas y limpiar lo que tocas cuando sales al baño. 

Explíqueselo también a mi madre, con alzhéimer tirando a moderado, que no entendía por qué su marido, con quien lleva 56 años, no quería verla, y por qué tiene que ir “con bozal”, como dice ella. Año y medio de pandemia, y aún no he conseguido que entienda qué es el covid.

Un día después de recibir el alta, y arreglándonos como podíamos, a mi padre le da un síncope después de desayunar. Llamo al 061 por miedo de infarto y me envían una ambulancia. Vuelta al hospital.

A la 1.33 de la madrugada ya del día siguiente me llaman del hospital para decirme que lo envían a casa, que no tienen sitio y que tienen que priorizar porque no tiene neumonía. Y que si necesitan asistencia domiciliaria, que recurra al CAP.

Papa promete quedarse en la habitación del ordenador aislado pero las buenas intenciones duran poco y mi madre entra a verle constantemente y no para de deambular por la casa supuestamente “haciendo cosas”. Tocándolo todo y sin mascarilla.

Voy al CAP Alt Penedès, harta de que no me cojan el teléfono. Expongo la situación y pido una prueba a domicilio para mi madre, que la tarde antes dio fiebre de 37,4 grados. Tres personas atendiendo presencialmente (más una más en la recepción covid del primer piso) y ningún teléfono sonando.

La enfermera, con su epi completo, llega a casa y le hace un test de antígenos a mi madre, que da positivo. Y me da instrucciones para que yo, sin más preparación ni epi que una mascarilla FP2 y gel hidroalcohólico, le haga curas en las piernas a mi padre, porque se le hinchan por la insuficiencia cardiaca y le provocan llagas. Porque las enfermeras del CAP, me dicen, no hacen curas a enfermos covid. Se tienen que proteger. Me toca hacerlo a mí, en su cuarto de confinado.

Finalmente llama el médico de atención primaria. Me dice que están leves, incluso asintomático mi padre, pero me manda que yo salga de esa casa. Le respondo que cómo les dejo solos cuando el sistema sanitario me obliga a hacer de enfermera o médico sin tener preparación para ello, pero me hace ver que puedo ser más útil desde fuera que si me quedo y me contagio. Que la vacuna no me va a salvar del contagio por mucha mascarilla que me ponga porque la exposición que tengo al virus es constante.

Decido hacerle caso y me voy a mi casa a Barcelona, a confinarme. Llorando, con dolor de dejarles solos, pero pensando que si yo enfermaba y me cogía fuerte (mis pulmones son punto débil) iba a ser peor y que así se convertía todo su piso en espacio confinamiento. 

Y que como por ahora el protocolo de Salut no me obliga a confirmarme porque no soy positiva (aunque yo lo hago voluntariamente, por responsabilidad hacia mi marido), al menos podría salir de casa a asistirles si lo necesitaban.

Ahora acaban de llamar del seguimiento covid. Esas llamadas no faltan, pero no pasan de ser un trámite administrativo para rellenar una ficha y algo de consuelo emocional porque a veces hay personas detrás del teléfono que quieren ayudar (gracias, Sonia). Cualquier problema médico, hay que llamar al CAP y están saturados. O al 061, que también.

Espero que quienes fueran de botellón o de verbena estos días lo pasaran bien. Me sabe al brindis de 'La Traviata', que es el arranque de la tragedia.

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