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Aprender a no poder despedirse de los seres queridos

Un ataúd, en el cementerio de Sant Gervasi, el pasado 31 de marzo.

Un ataúd, en el cementerio de Sant Gervasi, el pasado 31 de marzo. / FERRAN NADEU

Mi abuelo de 91 años tenía un amigo desde la adolescencia y ahora, en su etapa final de la vida, se encontraban un día a la semana para hablar un rato. Ese hombre era uno de los pocos amigos con los que mi abuelo podía mantener un contacto frecuente, al haberse mudado los dos del pueblo a la ciudad.

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Lamentablemente, su amigo murió el pasado marzo, víctima del covid-19. Gran parte de sus allegados no pudieron despedirlo, pues solo dos de sus familiares pudieron asistir al entierro. Qué amargo final para una vida, y también para una amistad de más de 70 años.

Se dice que hacerse mayor es aprender a despedirse, pero esta pandemia ha obligado a muchos a aprender a no poder hacerlo.

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