Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO

La gran familia española no teme al virus por Navidad

  • Basta hablar con un puñado de amigos para constatar que, a pesar del alto riesgo, casi nadie va a renunciar a las tradicionales comidas y cenas

Fotograma de la película ’La gran familia’

Fotograma de la película ’La gran familia’

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Olga Pereda
Olga Pereda

Periodista

Especialista en educación y crianza.

Escribe desde Madrid

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¡Chenchooooooo! Estamos en Navidad, si no te suena el nombre de Chencho eres envidiablemente joven. Hablamos de la película de 1962 'La gran familia'. Y tan grande porque el matrimonio protagonista, Alberto Closas y Amparo Soler, tiene ¡15 hijos! Chencho es el benjamín, un querubín que se pierde en el mercadillo navideño de la plaza Mayor de Madrid. Su abuelo -el inconfundible Pepe Isbert- le suelta la mano un segundo y el peque empieza a caminar solo entre la multitud.

Perder de vista a tu hijo en la calle es una angustia mayúscula. Bastan 30 segundos para empezar a imaginar que cualquier mafia está traficando ya con sus órganos. Pero no hemos venido a hablar de zozobras maternales (que también) sino de la Navidad, las multitudes y la familia. 

¿Hay alguien que vaya a renunciar a las celebraciones navideñas por precaución frente al coronavirus? Si es así, que levante la mano porque merece una entrevista.

Basta hablar con un puñado de amigos para constatar que casi nadie va a dimitir de las cenas y las comidas familiares. La Navidad, por encima de todo. Incluida la salud. Curiosamente, son los propios abuelos (la población de mayor riesgo en esta durísima pandemia) los más empeñados en seguir con la rutina navideña como si el coronavirus no se hubiera cruzado en nuestro camino.

"Prefiero morirme de covid antes que no ver a mi única nieta". "He sobrevivido a un cáncer. ¿No voy a poder sobrevivir al dichoso virus?". "¿Por qué tengo que pensar que me vais a contagiar? Lo más probable es que no pase nada. Y si pasa, es un riesgo que asumo". "Vamos a cenar todos juntos en casa. Lo haremos con mascarilla. He comprado unas de dibujos navideños que son una monada. Nos las quitaremos solo para comer. Ventilaremos el salón y ya está". "Venid con nosotros a cenar. No queremos estar solos". No son frases inventadas. Son textuales. Están dichas por personas de unos 70 u 80 años que quieren celebrar estas fiestas con sus hijos y nietos. A toda costa. Diga lo que diga el Gobierno, el personal sanitario y todos los expertos en epidemias.

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Acabar intubado por el coronavirus es como un accidente de tráfico, algo que les pasa a los demás. Algo que vemos en la prensa y en el telediario, pero no en nuestra piel. Lo más probable es que las papeletas de esta cruel tómbola no nos toquen a nosotros, así que ¿por qué vamos a renunciar a unas navidades 'como Dios manda'? Pues deberíamos. Por solidaridad.

Solidaridad

Por solidaridad con los que sí van a empezar el año en una uci. Por solidaridad con el personal sanitario, que se ha dejado la piel y ha arriesgado su propia vida por salvar la nuestra. Por solidaridad contigo mismo y con tu propia familia. Estamos en Navidad. ¿No es época de ser solidario? En realidad, no. En 1961, un año antes de que se estrenara 'La gran familia', llegó a los cines 'Plácido', maravillosa e inmortal película en la que el cineasta Luis García Berlanga quitó la máscara a la caridad navideña.

Desde Castellar del Vallés, José Morante Belchín nos recordaba hace unos días en el Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO que los niños pequeños asumen mucho mejor las normas que los adultos. Y nos contaba el ejemplo de sus sobrinos, que habían renunciado a la vida social con los amigos en el parque por pasar más tiempo con sus abuelos.

Los más pequeños han interiorizado las reglas anticovid mucho mejor que los adultos. La explicación científica es que su cerebro es más potente de lo que pensamos. Sus conexiones neuronales (sinapsis, en términos científicos) tienen la velocidad del rayo. Hasta los tres años, y sobre todo en los primeros meses de vida, se producen entre 700 y 1.000 sinapsis por segundo.

El cerebro infantil

«Si hay un órgano que sirve para adaptarse es el cerebro. Y si un cerebro se adapta es el de los niños y las niñas sin problemas de salud», afirma la neuropediatra María José Mas, autora de 'El cerebro en su laberinto'. Confirmado científicamente: los peques se acoplan mejor que los adultos a situaciones tan nuevas, tan extrañas y tan desasosegantes como una pandemia. Y sabrán acoplarse a una Navidad tan diferente como la de este año. Además, las Reinas y los Reyes Magos ya han anunciado que, a pesar de las restricciones a la movilidad, traerán regalos a las casas de todos los niños y niñas. 

Si ellos asumen la situación y cumplen con la normativa, nosotros también deberíamos. Sin embargo ¿cuántas familias huirán de la multitudes? ¿Cuántos adultos nos atreveremos decir que nos quedamos solos en casa? ¿Quién dirá a sus padres y hermanos que este año no hay cena navideña como la de siempre? ¿En cuántos hogares habrá más de diez personas? ¿Cuántas fiestas clandestinas de Nochevieja se organizarán?

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«Vamos a pagar un alto precio por tener Navidad», advirtió hace días la presidenta de la sociedad vasconavarra de Neumología, Laura Tomás, a raíz de la apertura de los bares en Euskadi. Sí, claro. Pero como la tómbola del coronavirus no nos tocará a nosotros, adelante con la clásica Navidad. 

En casa ya hemos visto lo suficiente a la dama de la guadaña. Esta Navidad vamos a ser tres en la mesa. Los convivientes, vaya. No viajaremos. Ni iremos a casa de nadie. Ni invitaremos a nadie a la nuestra. Haremos videoconferencia con la familia y con amigos y quedaremos -si acaso- para dar un paseo por el campo o tomar café en una terraza. ¿Somos unos histéricos? Muy probablemente. Pero no estamos solos. Si tú también vas a celebrar la Navidad así, sin familia ni allegados por precaución frente al covid, dínoslo aquí, en el Club de Crianza y Educación . Lo mismo descubrimos que somos legión. Feliz Navidad.

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