Malestar vecinal
Las terrazas invisibles de Enric Granados: "grupos de 20 o 30 personas" tomando café y helado a medianoche
La plataforma SOS Enric Granados advierte del ruido por las aglomeraciones nocturnas frente a heladerías y horchaterías, sin permiso para colocar mesas en la calle y ajenas a la limitación horaria en los veladores
Los asuntos pendientes del Eixample en la mesa del gobierno Collboni: ruido, 'superilla', movilidad y vivienda
La interminable fiesta en la calle Enric Granados
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
“Tenemos 115 bloques y 116 terrazas”, recuenta Jordi Badia para plasmar la desproporción que la oferta de hostelería ha alcanzado para los vecinos de la calle Enric Granados. Se ha convertido en rutina mencionar a la vía del Eixample como paradigma de lo que tanto el tejido asociativo como el Ayuntamiento de Barcelona previenen que no debe contagiarse a más arterias del distrito. El plan de usos que limita la apertura de nuevos restaurantes, discotecas y súpers de 24 horas -que el PSC logró suavizar y las asociaciones de vecinos abogan por endurecer- responde en buena medida a un intento de que no cunda la proliferación que se da en Enric Granados, donde los negocios están obligados a adelantar la retirada de mesas y sillas a las 23.00 horas de domingo a jueves y a medianoche los viernes y los sábados. Sin embargo, Badia (miembro de SOS Enric Granados) advierte de otra aglomeración nocturna que ha pasado desapercibida y sin regular.
“Vemos un segundo monocultivo aparte de los locales de restauración y ocio nocturno. Es de establecimientos de alimentación, como horchaterías, heladerías y de degustación de café”, enumera Badia. “No pueden tener terraza, pero la terraza acaba siendo la calle cuando cierran. Tenemos grupos de 20 o 30 personas a las 12 de la noche tomando helado o café en plena calle”, se queja.
La generalización de los negocios abocados al turismo y el ocio ha arrinconado a las tiendas de toda la vida. “Tenemos locales que van cerrando. Hay una mercería, que ahora cumple 110 años, que hace dos años que le bloquean la entrada con las mesas de una terraza Covid. El propietario está desesperado, no sabe qué hacer”, cuenta Badia, que alerta de la pérdida del comercio de proximidad en ese tramo de l’Esquerra de l’Eixample: “Casi no existe. El problema se está extendiendo por las calles de al lado, como Balmes y Muntaner”.
Protección de las tiendas clásicas
La protección de las tiendas de barrio es una de las peticiones que la Asociación de Vecinos de l’Esquerra de l’Eixample trasladará este viernes en una reunión al nuevo concejal del distrito, Jordi Valls. El vicepresidente de la entidad, Xavier Riu, cree que cabe “más restricción” en los ejes verdes, como el de Consell de Cent, y en otras calles para que no se reproduzca la “situación desgraciada” que opina que se vive en Enric Granados.
“No tiene sentido que haya mesas Covid que se han anulado, continúen instaladas y nadie les diga nada. Se ponen multas pero les sale a cuenta pagarlas y no retirarlas. Aquí, o se coge el toro por los cuernos o moriremos de éxito”, urge el dirigente vecinal, que avisa contra el "uso abusivo de la restauración y el ocio nocturno". Asegura que "está afectando gravemente en la vida de la vecindad, incliso a su salud".
Toma el caso de la clientela nocturna de horchaterías y heladerías de Enric Granados -un supuesto que pasó por alto al acortar horarios a las terrazas- para sostener que la normativa es laxa: “A la práctica, se monta una terraza, porque consumen pasadas las 11 de la noche haciendo un uso privado del espacio público. La intención que hay en haber adelantado el cierre de las terrazas es buena aunque, cuando cierran, la actividad continúa y la gente se queda hablando en la calle. No es suficientemente eficaz”.
La entidad vecinal se muestra satisfecha con la implantación de la ‘superilla’ y niega que haya propiciado que se monten botellones en tramos peatonalizados. No obstante, Riu se muestra inquieto con que los ejes verdes puedan convertirse en “la plaza” donde confluya la clientela de los establecimientos del entorno y se masifiquen a deshoras. “Es un gran avance haberlos pacificado, pero nos da pánico que pase como en Enric Granados, que se mejoró la calle y el remedio fue peor que la enfermedad. No queremos que queden en manos de los que sacan beneficio solo de los visitantes y les importan un bledo los vecinos”, esgrime.
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