conflicto convivencial

El ruido tensiona Enric Granados: 1.695 vecinos, 1.324 sillas

Una protesta silenciosa (a ratos) denuncia el ruido que las terrazas causan en esa calle que, aunque sin apenas tráfico, vive en permanente tensión

BARCELONA 26/10/2022 BARCELONA. Enric Granados convoca una protesta silenciosa contra el ruido. Cruce enrique granados con provenza. AUTOR: MANU MITRU

BARCELONA 26/10/2022 BARCELONA. Enric Granados convoca una protesta silenciosa contra el ruido. Cruce enrique granados con provenza. AUTOR: MANU MITRU / MANU MITRU

El Periódico

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Han salido a la calle los vecinos de Enric Granados para recordar que su calle, aunque de mínimo tráfico de vehículos, es insufriblemente ruidosa. Tal vez es, mano a mano con la calle de Blai, la calle con más terrazas per cápita de la ciudad, algo que se dice a menudo pero que no estaría de más traducirlo en cifras. Son estas. En Enric Granados estaban empadronadas a 1 de enero de 1.695 personas. No todas padecen desde sus casas la barahúnda de las cenas y las copas y, como colofón, la estridencia de la recogida de las mesas y las sillas. Solo parte de esos 1.695 ‘granadinos’ viven en apartamentos que dan al interior de la manzana. No necesariamente son la mitad. En aquella calle no son extraños los pisos con ventanas en las dos fachadas. La cuestión es que los restauradores de Enric Granados tienen licencia para colocar 1.324 sillas en total (348 más durante mientras el periodo de gracia que se abrió para paliar el impacto económico del covid).

Esa es la proporción. 1.695 vecinos, la mitad más o menos con vistas a la calle, contra 1.324 sillas. La protesta podría haber consistido en bajar y ocupar las sillas, y, si los que no tienen ventana o balcón sobre la calle la calle se hubieran quedado en casa, habrían descubierto con sorpresa que no conseguían llenarlas todas. Que superen eso en cualquier otro punto de la ciudad. En lugar de eso, han optado por algo no menos simbólico: una protesta silenciosa en la intersección de esa calle con Provença, en opinión de los afectados, la zona más crítica, allí donde la mercantilización del espacio público que alcanza su clímax, por la noche, cuando es más evidente, pero también el resto del día, porque la carga y descarga de mercancías es incesante.

Simplemente, poder dormir

"No estamos en contra de que haya negocios de restauración, la cuestión es la cantidad, demasiados, eso es evidente, lo que pedimos es algo muy simple y que, al mismo tiempo, no nos permiten: dormir", explica uno de los portavoces de la protesta. La privación del sueño puede ser mucho más que una molestia. El adelanto de horarios de cierre de las terrazas que tramita actualmente el ayuntamiento les parece insuficiente. Reclaman, ya puestos, que a partir de las 10 ya no se pueda cenar en la calle, que sea ya dentro de los locales. "Esto, porque parece que se ha olvidado, es una calle residencial".

El pasado viernes por la noche y con un contador de azafata en la mano efectuó este diario un contaje. Las sillas fueron 1.291, una cifra menor de la permitida, pero tampoco despreciable. Sobre ese recuento, no obstante hay que hacer algunas puntualizaciones. En primer lugar, que las obras que se están llevando a cabo para pacificar la calle de Consell de Cent han dejado provisionalmente sin ese espacio de restauración a cielo abierto a dos establecimientos. La otra puntualización es que, a pesar de la suspensión de licencias, queda aún un negocio por abrir, en el número 66 de Enric Granados. Es un proyecto, restaurante y coctelería, que ocupará tres plantas de un edificio. Detrás está el grupo empresarial dueño del histórico Sutton. Los vecinos temen que pueda haber incluso un antes y un después con la apertura de ese negocio, que ya es decir.

Hay una tercera puntualización: no todos los que están son. La frase parecerá bíblica e incomprensible, pero así es. A mediados de noviembre de 2021, el concejal del distrito, Pau Gonzàlez, llevó a cabo una inspección para comprobar en persona las quejas de los vecinos. Sucedió algo singular. Acompañado de un inspector, se topó con un establecimiento que tenía sin permiso cuatro mesas en la calle. Fueron retiradas por una camioneta municipal. Para recuperarlas, como si fuera un coche que se ha llevado la grúa, el dueño tenía que pagar la multa. Sin que quede claro si lo hizo o no, al día siguiente, a la misma hora, volvía a tener cuatro mesas y sus correspondientes sillas en la acera.

El problema (están convencidos de ello los responsables municipales) es que las sanciones (750 euros en caso de infracción leve, 1.500 si es grave y 3.000 si lo es mucho) siempre son menores que el beneficio que comporta incumplir la ley. En 2021, para comprender la profundidad de ese problema de desequilibrio, se incoaron solo en Enric Granados 162 expedientes.