Arqueología en blanco y negro

El Eixample de antes y el desaparecido, eterno gracias a Efadós

Más de 700.000 fotos ha rescatado del olvido una editorial con nombre de faraón y que ha terminado por levantar formidables pirámides de recuerdos colectivos

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barcelona/2-4.jpg / Cuyàs / Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya

Carles Cols

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La Unesco evitó que los templos de Abu Simbel quedaran sumergidos tras la construcción de la presa de Asuán, un trabajo faraónico que tiene su qué si se sopesa que se ejecutó en 1964 y en mitad de un boicot inicial de Estados Unidos, pero no menos mayúsculo es lo que desde 1996 ha llevado a cabo una editorial con un nombre que hasta parece de monarca del Antiguo Egipto, Efadós, que desde entonces, o sea, durante 27 años, ha rescatado más de 700.000 fotografías que corrían el grave peligro de quedar anegadas bajo las aguas del olvido. Raro será que no hayan oído hablar de sus libros, porque han publicado nada menos que 158 volúmenes ya del ‘abans’ de tal o cual pueblo ciudad, una cifra a la que hay que añadir otra similar de la colección de álbumes dedicados a lugares desaparecidos, de los que solo queda el espectro de una imagen, en un negativo de celuloide, en el mejor de los casos, o simplemente un positivado en papel. Como abril es el mes de Sant Jordi, casi que es una obligación escribir una alabanza sobre lo que sin duda merece ser calificado como la mayor pirámide del faraón Efadós, ‘L’Eixample d’abans’, porque su propia construcción es, de paso, una loa al resto de títulos de la colección.

Un grupo de mujeres hace la colada en el Rec Comtal, con la plaza de toros la Monumental en obras, inaugurada con ese nombre y aspecto en 1916.

Autor desconocido / Fondos Josep Ignasi Oms Llohis

Esta aventura, lo dicho, comenzó modestamente en 1996, en El Papiol, el cuarto pueblo más pequeño del Baix Llobregat, pues con un padrón de menos de 4.200 vecinos parecía factible ir casa por casa en busca de fotografías que las familias atesoraban como simples recuerdos y seleccionar entre ellas escenas de cómo era el municipio antes de que las manecillas de los relojes de la historia se volvieran locas y todo cambiara a velocidad de vértigo. Los responsables de Efadós tuvieron, desde luego, una perspicaz idea, fueron primero a por las fotografías de los archivos públicos, pero quedaba siempre la duda de cuál sería la respuesta de los vecinos. Fue sobradamente entusiasta. Nació así el primer título y, con ello, una colección que tal vez, en un principio, fue observada como algo anecdótico, puede que incluso como un simple folclore fotográfico, pero que con las cifras que a estas alturas es capaz de presentar, más de 700.000 imágenes perfectamente documentadas y archivadas, es motivo de sana envidia por parte de más de una institución, que trata de hacer lo mismo y no lo consigue.

Año 1933, calle de la Diputació. Una vaca se desvía de su camino al matadero municipal y termina muerta a balazos por los agentes del orden.

Año 1933, calle de la Diputació. Una vaca se desvía de su camino al matadero municipal y termina muerta a balazos por los agentes del orden. / PÉREZ DE ROZAS / Arxiu Fotogràfic de Barcelona

Tras aventurarse en un nuevo pueblo (Gavà, Taradell, Deltebre, Cambrils, Salt…, y así hasta 158) y cribar en la batea las imágenes obtenidas, pepitas de oro de muchos casos, Efadós saca de imprenta libros de 900 páginas, que, a través de retratos del paisaje humano y del arquitectónico, de las fiestas y de los momentos relevantes, y también de lo simplemente cotidiano, brindan una mirada antropológica de, pongamos por caso, Santa Coloma de Gramenet, paradigma sin duda de hasta qué punto el siglo XX ha comportado una metamorfosis urbanística y social en algunos municipios catalanes. Sin ahondar mucho en ello, porque el propósito es ir ya en el próximo párrafo a ‘L’Eixample d ‘Abans’, en Santa Coloma, a orillas del Besòs, se cultivaron fresas hasta 1981, un caviar rojo que en su momento las familias burguesas de Barcelona se hacían llevar en taxi hasta sus casas. Luego, como se sabe, al río le pasó lo que le pasó, que murió a la vista de todo el mundo, y con ello la ciudad sufrió un cambio para el que la palabra metamorfosis hasta se queda corta. Por eso los libros de Efadós son encomiables, porque combaten la desmemoria.

Sant Joan, entre la Diagonal y Provença, en 1930, cuando aquel tramo del paseo era una insólita biblioteca al aire libre (los libros se guardaban en la estantería de piedra situada tras el banco de lectura).

Sant Joan, entre la Diagonal y Provença, en 1930, cuando aquel tramo del paseo era una insólita biblioteca al aire libre (los libros se guardaban en la estantería de piedra situada tras el banco de lectura). / GABRIEL CASAS GALOBARDES

“Hay que reconocerlo, tuvimos nuestras dudas y nuestros miedos antes de atrevernos con Barcelona”, explica Jaume Campderrós, uno de los responsables de la editorial. Barcelona es demográficamente 380 veces más grande que El Papiol, así que, de entrada, a lo mejor espanta, pero un secreto que celosamente guardan (guardamos) los barceloneses, como si fuera algo inconfesable, es que esta ciudad solo es un pueblo grande, donde la mayoría de la gente va a pie, donde gusta que el panadero sepa qué tipo de barra desea cada cliente antes de que la pida, donde hay vecinos de Gràcia, de Sant Andreu o del Raval que un día se dan cuenta de que hace semanas que no salen de su barrio porque lo tiene todo ahí, en su particular ‘pueblo’. Esta ciudad es tan rural que hasta hay listas de espera para hacerse con una porción de huerto urbano. Por razones así, inconfesas, es por lo que Campderrós se llevó una monumental sorpresa en Barcelona, tan gigante que la lista de títulos que tienen como columna vertebral esta ciudad es sorprendentemente larga.

Venta de pavos en la Rambla de Catalunya, una tradición que muy pronto tuvo que buscarse otros emplazamientos.

Cuyàs / Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya

Está, queda claro ya desde el principio, la gran pirámide de Efadós, el Eixample de antes, de cuando la fotografía era en blanco y negro y analógica. Luego están los volúmenes específicos de los barrios, Sagrada Família, Fort Pienc y Sant Antoni. La colección de postales barcelonesas que salieron de los célebres talleres de fototipia de los suizos Hauser y Menet es otro de los libros de la colección. Mención especial merecen los álbumes de vistas panorámicas antiguas y, cómo no, la autobiografía de Barcelona que lleva la firma del historiador Daniel Venteo, todo un referente en este campo.

La Sagrada Família y, sobre todo, su entorno cuando la obra de Gaudí eran solo cuatro torres y una fachada.

La Sagrada Família y, sobre todo, su entorno cuando la obra de Gaudí eran solo cuatro torres y una fachada. / L. ROISIN (ED.) / IEFC

Y todas estas excursiones literarias y fotográficas a lugares más o menos aún reconocibles tiene su contrapunto con la colección dedicada a aquello que ya no está, la Barcelona desaparecida (por supuesto también el Eixample desaparecido) y la que podría desaparecer, como la de los comercios y hoteles emblemáticos retratados por Esteve Vilarrúbies y que no hacen más que tristemente recordar que esta fue, como en una ocasión dijo Hans Christian Andersen, la ciudad con las cafeterías más hermosas de Europa. Estuvo por aquí el escritor danés en 1862 y parece que se quedó muy sorprendido, como si hubiera descubierto en Barcelona el patito feo de las ciudades del XIX, aunque, consultada hoy la colección de Efadós consagrada a lo desaparecido, tal vez sería mejor referencia otro de sus cuentos, ‘El traje nuevo del Emperador’.

La plaza de Espanya, en 1910, antes pues de que Jujol erigiera en ella la fuente central tan poco jujoliana que aún hoy ahí perdura.

Cuyàs / InstitutCastogràfic i Geològic de Catalunya

Hay que retomar el hilo. La gran pirámide. ‘L’Eixample d’abans’. Muy a menudo se dice que tal o cual obra es un trabajo coral. Pocas merecen más esta definición que este volumen, porque la oceánica recopilación de fotografías que ahí se reúnen son, en gran parte, préstamos desinteresados de particulares. Es una partitura con miles de notas que cuenta con un libreto a cargo de un autor insuperable si de retratar Barcelona se trata, Lluís Permanyer. Solo él, minucioso y ordenadísimo coleccionista de historias locales, es capaz de afilar el lápiz ante el reto de contextualizar una fotografía. La lectura del libro es una excelente recomendación para este Sant Jordi, pero, a modo de cata, he aquí dos ejemplos.

El lechero, más a domicilio imposible. Un hombre muñe una cabra frente a las Casa de les Punxes, tal vez para un residente en tan noble finca.

Antoni Carbonll Fita / Arxiu Fotogràfic del Centre Excursionista de Catalunya

Primero. Se muestra en una imagen el andamiaje con el que se erigió el obelisco de la plaza de Cinc d’Oros, intersección de la Diagonal con el paseo de Gràcia, un lugar, por cierto, muy metafórico de los vaivenes ideológicos que ha sufrido esta ciudad, pues hasta seis veces se ha modificado la esencia de ese monumento para adecuarlo al gusto del poder político de cada etapa. Lo que Permanyer explica es el sobrenombre que en Barcelona (recuérdese, ese pueblo) se le puso a la primera figura que esculpida por Josep Viladomat presidía la plaza. Era, con aspecto de mujer, una representación del espíritu de la república como forma de gobierno. La figura miraba hacia al Eixample, o sea, que daba la espalda a Gràcia. Por eso se la conocía popularmente como Margarita Carvajal, célebre cantante de revista que entonces llenaba las plateas de los teatros del Paral·lel. De la estatua de Viladomat se decía que era como Carvajal, porque tenía Gràcia en el culo. Solo por cerrar este ejemplo, peor apodo se llevó después la plaza cuando el franquismo acompañó el obelisco un águila de significado fascista. Al escultor no se le ocurrió que quedaría más majestuosa con las alas abiertas de par en par y se las dejó recogidas sobre las pechugas. Por eso, la plaza pasó a ser conocida como la del loro.

La primera versión del monumento de la plaza de Cinc d'Oros, que hasta seis veces ha sido modificado para adaptarse al gusto del poder político.

Antoni Carbonell Fita / Arxiu Fotográfic del Centre Excursionista de Catalunya

Segunda. Aunque no sabe cuál fue el desencadenante de tal costumbre, Permanyer afirma que la calle de Aribau fue a principios del siglo XX la calle donde no pocos burgueses de la ciudad le ponían un piso a (como se decía entonces) sus queridas. Pobre Bonaventura Carles Aribau, que tanta pasión puso en la composición de su ‘Oda a la Pàtria’ y que al final la calle que le dedicaron fuera objeto de otras pasiones. Según Permanyer, alguna de las más selectas tiendas de lencería de la ciudad estaba en Aribau no por casualidad.

La calle de Pelai en 1910, con la silueta de la Universitat de Barcelona al fondo, y varios tranvías, no coches particulares, como medio común de transporte.

La calle de Pelai en 1910, con la silueta de la Universitat de Barcelona al fondo, y varios tranvías, no coches particulares, como medio común de transporte. / Cuyàs / Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya

Posdata o resumen. Tanto da. Explica Jaume Campderrós que no tiene claro cómo serán las muy futuras ediciones de Efadós si algún día el ‘abans’ y el ‘desaparegut’ tienen que mostrarse con fotografías digitales. A lo mejor descubrimos que eternas solo lo son las analógicas, teme. No está de más pensar en ello cuando, como un Napoleón, se contempla esta pirámide fotográfica del Eixample.