Análisis

Una cuestión de salud

ESTHER SÁNCHEZ

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Yvolvemos al ritual de la EPA. Como un automatismo, volvemos a focalizar nuestra atención, primero, sobre la tasa de paro y después, sobre la comparativa entre autonomías, algo que no deja de ser muy propio de nuestra cultura. «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey…».

Los primeros análisis, como es habitual, se centran en valorar positiva o negativamente el gran titular del «25,93%» y en dilucidar si el sensible descenso en la cifra del paro se debe a la creación neta de empleo o a la disminución de la población activa. Desde esta perspectiva, todo parece apuntar que la «mejoría en el empleo» se ha frenado y que lo escasamente positivo de los datos de la EPA se debe a algo paradójicamente negativo: la disminución de la población activa, bien por desánimo, bien por emigración.

En cuarentena debemos colocar el impacto que pueda haber tenido sobre estos datos el cambio que realizó el INE sobre la base poblacional de la encuesta y con las nuevas estimaciones de la población activa, inactiva, ocupada y parada. Unos cambios metodológicos necesarios, sobre los que sorprendentemente nadie había prestado atención hasta ahora y que seguramente incidan, si no en estos, sí en los resultados del próximo trimestre.

Fuera del guión oficial, el mercado de trabajo está muy grave y lo peor del caso es que se le somete continuamente y sin tregua a remedios paliativos de toda índole y nivel de agresividad, sin que además sea un único facultativo el que prescribe intervención y tratamiento. En estas condiciones, resulta extraordinariamente difícil, no ya simplemente poder identificar desde qué ámbito poder iniciar la recuperación, sino tan siquiera controlar que determinadas constantes del paciente no se coloquen en situación crítica.

Si empezamos por la tasa de actividad, que a nivel estatal llega a un paupérrimo 59,46% y en descenso, constataremos que en estas condiciones se hace imposible sostener cualquier sistema de Seguridad Social basado en las contribuciones por cotización y asentado en la solidaridad. El desequilibrio entre los activos y los inactivos y, dentro de los primeros, entre los que trabajan y los que están en desempleo, es dramático.

Los temporales

Si seguimos con los datos sobre contratación, confirmaremos que seguimos sin controlar el uso de los contratos temporales, que han crecido un 4,97% a nivel interanual, algo especialmente preocupante en la medida en que la contratación indefinida desciende un 1,92%. Tendemos a la temporalidad cuando nuestra existencia vital, social y económica supuestamente tiene vocación de permanencia.

No cambia el panorama con respecto a los datos de parcialidad, que muestran el despegue del contrato a tiempo parcial, con sus sombras especialmente alargadas y que aparentemente empieza a generar un efecto sustitución, como así lo demuestra el hecho de que los contratos a tiempo completo disminuyan un 0,94% con respecto al año pasado.

Y tampoco con respecto a los datos de paro de larga duración, que siguen creciendo, en un contexto extraordinariamente preocupante, no solo por la total inefectividad de las políticas activas de empleo que no suponen más que parches para este colectivo, sino porque los cambios tecnológicos que están experimentando determinados sectores de producción hacen prever que el riesgo de cronificación para algunos de estos desempleados es ya una realidad.

Como el paciente no puede llamar al orden, porque bastante tiene con no dejarse matar, lo único que queda es increparnos. Dejémonos de rituales, por favor, que la salud es algo mucho más serio.