La ronda catalana

Pogacar mitifica el día de Pradell en la Volta

Multimedia / así es Pradell, el coloso de la Volta.

El fenómeno esloveno gana la etapa reina de la carrera en la presentación del gran puerto catalán, duro como el cemento, en una jornada de enorme ciclismo tal cual si el Tour hubiese visitado Catalunya.

Tadej Pogacar, en segunda posición, por detras de Marc Soler, en Pradell

Tadej Pogacar, en segunda posición, por detras de Marc Soler, en Pradell / VOLTA CATALUNYA

Sergi López-Egea

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Tadej Pogacar, una estrella que ilumina con luz propia y poderío el ciclismo actual, tuvo el tremendo honor de ganar una grandiosa etapa de la Volta, quizá la mejor en las cuatro últimas décadas de la ronda catalana, para comenzar a convertir en mito de este deporte una cumbre llamada Pradell, que se presentó en sociedad, para exhibirse como un puerto asfixiante, agobiante y magnífico, y que ya desde hace años debía brillar como una joya de este deporte.

Más que una etapa fue un sueño dulce, todo el día con la piel de gallina y con los ojos enrojecidos, sobre todo cuando los ciclistas comenzaron a ascender por la increíble rampa de cemento de Pradell, 400 metros con picos del 23%, por donde los corredores debían pasar entre una fila humana que chillaba hasta quedarse afónica, con gritos que se escuchaban hasta en Madrid, por la Vuelta, y en París, por el Tour, en un ciclismo que cada vez ve como las grandes vueltas amplían los horizontes. Menos mal que se pudo convencer a ASO, productora de las imágenes y propietaria de la ronda francesa, para que retransmitiese la subida y Christian Prudhomme, director de la Grande Boucle, pudiera ver desde su casa la extraordinaria planta de un Pradell por donde en un futuro no muy lejano pasará la Vuelta.

Tan dura fue la ascensión que no hizo falta que nadie atacase para que apenas 12 corredores se plantaran en la cima de Pradell con 60 kilómetros a la vista. Eran los mejores de la general. Pasaron por la cumbre con Marc Soler en primera posición. Protegía a Pogacar, que había decidido exhibirse un poco más adelante, en la Collada de Sant Isidre, para llegar en solitario al santuario de Santa Maria de Queralt y “disfrutar del público”, tal como dijo, en el ascenso hacia la meta plagado de cientos de aficionados, lo nunca visto en la Volta.

Extraordinario

Fue extraordinario. No hay mejor palabra para definir la etapa. La salida de Berga recordó a cualquier inicio de etapa en el Tour. Y no se exagera. Si la ronda francesa hubiese llegado a la capital del Berguedà no habría ido más gente. Un tremendo acierto y una lección para el futuro. El último sábado de carrera siempre tiene que haber una etapa de montaña en la Volta, dura como el cemento de la rampa ilustre de Pradell, porque así se hace afición, así se entra en la historia y así se engrandece la tercera ronda por etapas más antigua del mundo, sólo superada por el Tour y por el Giro.

Dio igual que se supiese que la etapa estaba hecha a imagen y semejanza de Pogacar; el lujo de la Volta, un ciclista al que hay que querer sin mirar el lugar de nacimiento, un don para este deporte, un ser extraordinario sobre la bici con el permiso, claro está, de Jonas Vingegaard, el único que lo puede superar y por eso ha ganado los dos últimos Tours.

El alboroto de la salida

El alboroto que acompañó la salida de la etapa en Berga fue ensordecedor; grandes y chicos, nadie quiso perderse el espectáculo para iniciar acto seguido la subida a Queralt, a pie, en bici o en los coches que puso la organización. Gente, gente y más gente que salía de debajo de las piedras para convertir la jornada en un día de Tour por las entrañas de Catalunya.

Venció Pogacar que hoy ganará la Volta en Barcelona. Lo hizo precediendo a un Egan Bernal que ha vuelto a la vida ciclista y ha comenzado a superar las secuelas del gravísimo accidente de 2022 cuando impactó contra un autobús en Colombia. Un Bernal que alcanzó el podio para acompañar no sólo a Pogacar, sino a Mikel Landa, siempre por detrás del fenómeno esloveno, por delante de todos en un día de ciclismo para enmarcar y gritar en francés lo que los aficionados chillan en el Tour: '¡Vive la Volta!' Excepcional.

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