Opinión | GOLPE FRANCO

Juan Cruz

Juan Cruz

Periodista y escritor. Adjunto al presidente de Prensa Ibérica.

Ansu Fati y que sea lo que Dios quiera, por Juan Cruz

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Ansu, en el Barça-Cádiz en Montjuïc.

Ansu, en el Barça-Cádiz en Montjuïc. / Afp

Las trincheras del Barça no se cerraron hasta que se hizo de noche en el mundo y el miedo cubrió de oscuridades algunas partes de España, donde de pronto la Dana hizo más ruido, por ejemplo, que el caso Rubiales. El equipo del que soy acérrimo aficionado tenía varias noticias que darnos y la peor de todas resultó la más dolorosa, la más difícil de digerir para aquellos que medimos el fútbol en función de los sentimientos. 

Ansu Fati, igual que Pedri, lo mismo que hace muchos años con Leo Messi, forma parte del corazón exaltado de un culé, pues se abrió a la vida de las competiciones como un verdadero barcelonista, creó peligro en las áreas, defendió en su propio campo, marcó goles preciosos y nos hizo imaginar gestas, jugadas, como las que les recordamos, por ejemplo, a Cruyff o a Kubala o a don Luis Suárez.

Es, además, el único futbolista contemporáneo, tan joven como otras promesas, por otra parte, al que he conocido en persona. Como suele ocurrir con jugadores así, a los que uno quiere a primera vista, siente que cuando los vea (cuando vea a Pedri, por ejemplo, que es mi paisano) será como que ya los he visto de toda la vida. 

La televisión es así: te trae a casa rostros que enseguida sientes como propios, y luego los ves y resulta que, como es natural, a ellos se les ve en el rostro que en realidad no tienen nada que ver contigo, ni siquiera porque seas culé de toda la vida y te sepas, aprendida desde que tenías once años, la primera alineación en la que coincidieron Ramallets y Gensana.

Desenvoltura de veterano

En el caso de Ansu Fati coincidimos, de casualidad, en la sede donde le practicaban la fisioterapia adecuada a las dolencias que lo sacaron del campo y, luego, de la titularidad. En ese momento, él entrando al establecimiento, yo saliendo, le conté en efecto mi pasión culé, y él me dejó hablar como si estuviera oyendo llover. Yo me marché, después de desearle salud y futuro, y seguro que no fue por eso por lo que luego, en efecto, tuvo salud enseguida y, como es obvio, alcanzó con prontitud un futuro que le permitió generar peligro en las áreas aunque no le fue devuelta la titularidad y, además, no marcó los goles que solía. 

Me di cuenta muy pronto de que Xavi no era proclive a darle mimo poniéndolo desde el principio, y además aludió a él como a uno más, y eso a un aficionado que admira tanto como he admirado a este futbolista produce tristeza y melancolía. Como si Fati fuera un niño o un sobrino nieto o alguien de mi familia que un día me pidió una revista de fútbol para aprender a jugar como los grandes.

No era nada de eso, claro, pero era en este tiempo, antes que Pedri, que vino después, el jugador que más he admirado entre las nuevas generaciones. Gavi es otro, pero este tiene una desenvoltura que enseguida lo ha hecho veterano, más pillo que Fati, mientras que ni Pedri ni Fati están hechos para ir por ahí dando lecciones a los árbitros o a los colegas que les dan patadas. A estos tres los ha hecho cercanos a mi manera de ver el fútbol esa capacidad para querer el balón como parte de un juego, y no gritan ni protestan sino cuando ya no pueden más. 

Himno de la resignación

Ahora, por decirlo así, Pedri tiene lesión para unas semanas y a Ansu lo mandan a Brighton, donde por cierto suelen reunirse por estas fechas los laboristas ingleses, que ahora quizá recuperen el mando que malbarató Boris Johnson y que su sucesor ha hecho más (aun) escorado a la derecha… 

Me ha dado un vuelco el corazón la marcha de Fati, francamente, pero como aficionado viejo me he tarareado, en cuanto lo supe, el himno de la resignación: que sea lo que Dios quiera. Vienen Joao Cancelo y Joao Félix, portugueses de nuevo en el campo azulgrana. Conozco a Félix: no tiene cara de ser simpático. De Cancelo sé lo que dicen los colegas. El futuro se escribe desde hoy, y yo lo espero con la alegría de saber que Pedri se va a recuperar pronto y de soñar con la reincorporación del joven Ansu, que ya vendrá hablando inglés.

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