La pretemporada azulgrana

El Káiser busca cuartel

J. T.
BARCELONA

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Pep Guardiola siente veneración por Rafa Márquez. Por su personalidad y porque es de esa clase de defensas virtuosos que, huyendo del pelotazo, siempre dan un balón en buenas condiciones. Hay pocos como él. Gerard Piqué, posiblemente ya el número uno del mundo, es uno de ellos, pero poco más. Por eso una de las primeras cosas que hizo Pep al llegar al primer equipo fue telefonear a Rafa para decirle que quería convertirlo en una pieza básica del equipo. Poco importaba el declive que había experimentado en la etapa final de Rijkaard, cuando se atribuía su bajo rendimiento a su relación diaria con el puente aéreo.

Por eso ayer Márquez agradeció la confianza del entrenador, el técnico que le ha hecho vivir los mejores años de su vida y del Barça.«Cambiamos el rumbo del barcelonismo»,le dijo ayer el central a Guardiola, que estuvo presente en la despedida junto a Carles Puyol, Manel Estiarte, Andoni Zubizarreta, Carlos Naval, delegado del primer equipo, y Sandro Rosell. Todos ellos quisieron solemnizar con su presencia una despedida que, por el día y la hora, no tuvo la calidez deseada. Quizá en un futuro homenaje, como avanzó el presidente azulgrana.

Tampoco el final de Rafa en el club es el que él había soñado. Sus cuentas pasaban por retirarse en el Camp Nou. Pero Guardiola le respeta demasiado para verle relegado al papel de comparsa.

Posibilidad de escoger

Por eso el técnico fue claro con él antes de acabar la temporada.«No tenía los minutos que quería y el míster me dio la posibilidad de escoger»,valoró elKáiser de Michoacán,que solo jugó 13 partidos de la última Liga en una temporada en la que no encontró nunca la forma y en la que pagó caro su pésimo partido de mediocentro ante el Sevilla en la Copa en el Camp Nou.

Márquez, que agradeció a Sandro Rosell que en el 2003«pusiera las manos en el fuego»por él para traerle del Mónaco, busca ahora destino, un nuevo cuartel donde volver a mandar.