La ronda francesa
Duelo de contrarreloj en la cumbre del Tour
Carlos Rodríguez logra una victoria para recordar.
Induráin. Induráin, Induráin.
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Saint Gervais les Bains (enviado especial)
Había una vez un ciclista con unas piernas tan y tan delgadas que lo primero que se preguntaban quienes estaban a su lado era que cómo podía ser capaz de subir las montañas tan deprisa, lanzarse como si montase una MotoGP de las que tanto le apasiona en un descenso y ser el único que se atreve a respirar unos minutos el aire de Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar cuando aceleran en los Alpes.
Las piernas de Carlos Rodríguez parecen las de un adolescente que está creciendo y no las de un escalador puro y nato, que además desde que era niño afronta una contrarreloj como si fuera un especialista, por lo que, si a la ‘crono’ de este martes le añadimos un toque de montaña, casi una cronoescalada, entonces no debería haber problema alguno para aguantar y hasta ampliar el seguro en la tercera plaza de la general.
A los pies del Mont Blanc
Carlos se siente abrumado en el hotel de carretera, eso sí con la majestuosa imagen del Mont Blanc, donde estará hasta el miércoles. La televisión francesa le ha montado en el parking un plató improvisado. Han aprovechado los trípodes de los focos para agarrar una cuerda de donde cuelgan, como si se estuvieran secando al sol, los ‘maillots’ conmemorativos del Tour, el amarillo de Vingegaard, el blanco de Pogacar, que Rodríguez llevaría el miércoles, aunque prestado, si el astro esloveno se pone líder, y el del Ineos, el equipo que ahora se resiste a soltarlo al Movistar porque necesita un líder consistente para la ronda francesa del año que viene.
Se respira Tour por todos lados. “Parece que lo que hago tiene mucha repercusión. Pero yo como estoy en carrera no me percato. Aquí todo se magnifica más”.
Posiblemente, Rodríguez atraiga principalmente a la prensa española, aunque son muchos más los que charlan con él en las afueras del hotel. El Ineos, aunque sea un equipo británico, también es medio español. Hasta 10 personas, casi la mitad de la escuadra desplazada al Tour, son españoles, entre corredores (Carlos, Jonathan Castroviejo y Omar Fraile), director (Xabi Zandio), preparador físico, nutricionista, mecánicos y masajistas; vamos, que entre ellos hablan más castellano que inglés.
Dos prodigios y un jersey amarillo
Él atrae porque un tercer puesto en la general ante dos prodigios es algo inaudito. “Están varios escalones por encima de mí, pero voy a intentar mejorar”.
Vingegaard, en cambio, se encierra en su hotel de lujo, en el centro de Saint Gervais les Bains, localidad que vive de las aguas termales, el esquí y el ciclismo. Tadej Pogacar prefiera decantarse hacia la videoconferencia para atender a todos los que quieren saber sus planes para los dos días alpinos que todavía quedan en la escena del Tour, y sobre todo de la contrarreloj. “Me encaja, pero no voy a dejar caer todas las bombas de golpe. El año pasado cometí errores, pero ahora estoy disfrutando de la pelea con Jonas”. Se ve favorito. Es una contrarreloj fantástica para él, pero también para Vingegaard. Sólo están separados por 10 segundos. Sin embargo, Vingegaard parece haber crecido desde que subió el Puy de Dôme. Es una ‘crono’ abierta como un libro y donde Rodríguez, con sus piernas delgaduchas, tratará de estar lo más cerca posible del dúo dinámico del Tour.