La ronda francesa

Tour de Francia: Pogacar se queda a 9 segundos del jersey amarillo

El ciclista esloveno lanza un esprint de 500 metros que vuelve a descolgar a Jonas Vingegaard a las puertas de la Joux Plaine, tras la etapa del Grand Colombier que gana Michal Kwiatwowski.

El Tour y el día de la República.

La leyenda del Tour.

Michal Kwiatkowski Tour

Michal Kwiatkowski Tour / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Es como si fuera un ratoncito que va acumulando trozos de queso, convertidos en segundos de oro, los que va arañando en cada etapa de montaña Tadej Pogacar a Jonas Vingegaard. No ataca de lejos, sólo en la zona de vallas, resiste el danés porque es un tipo duro. Tal vez, aunque no lo diga, ya va pensando, poco a poco, que no ganará este Tour porque, a este ritmo, es imposible, salvo milagro, que aguante el jersey amarillo, que le pesa en las espaldas. ‘Pogi’ había anunciado que atacaría y, aunque lo hizo a 500 metros de la meta del Grand Colombier, ya está a sólo 9 segundos de la primera plaza.

Día de calor terrible, un 14 de Julio, fiesta nacional que, aunque invitaba a los franceses a ir más a la playa que a las montañas del Tour, la ruta se llenó de sudor, el de los ciclistas y el de los espectadores, hasta las teclas del ordenador sudaban, esfuerzo brillante para deportistas y público con victoria en solitario del polaco Michal Kwiatwowski, el ciclista que fue campeón del mundo en Ponferrada en un lejano 2014.

Había anunciado Pogacar que quería salir de la cita con las montañas del Jura vestido de amarillo. Y la verdad lo intentó en el día de lucimiento general de su equipo, con un brillante Marc Soler, que llevó buena parte del timón del pelotón de las estrellas en la fase inicial del ascenso a la hoguera del Grand Colombier; afrontar una ascensión del Tour a velocidades superiores a los 20 kilómetros por hora, con 30 grados sobre la cabeza, es como subir al infierno.

Tremendo calor

Era el Grand Colombier una montaña para ascender más con el bidón de agua fresca en la boca que con el cuchillo, porque si se iba demasiado rápido al final el calor podía tumbar al que se creía fresco, bailarín y divertido. Ahora los equipos colocan a sus auxiliares con neveras y agua fresca a lo largo de una subida. Ya no pasa como hace unos años cuando los corredores se bebían hasta los floreros que les ofrecían los aficionados. Los auxiliares, casi siempre masajistas, van con chalecos de su equipo y los ciclistas los identifican, porque los conocen, se refrescan y el líquido da poder a las piernas para no desfallecer.

Los menos avanzados de la clase se van rezagando, porque es imposible aguantar como si fuera un vagón el ritmo bestia de un UAE convertido en locomotora. Casi lo consigue Carlos Rodríguez, que se deja medio minuto con relación a Pogacar, pero permanece todavía firme en la cuarta plaza de la general. Sufre más Pello Bilbao, porque se ha esforzado más en la transición entre el Puy de Dôme y el Grand Colombier, con la recompensa de una victoria de etapa. Baja de la quinta a la séptima plaza de la general.

No tiene el Jumbo el día más brillante de este Tour, sofocados por el calor, sólo el de siempre, el estadounidense Sepp Kuss, es el único que logra estar a la altura de Vingegaard.

Quedan 500 metros y se levanta Pogacar. No es un ataque, es un esprint. Tiene que apretar por dos razones; para pillar la bonificación y para desbancar a Vingegaard. Y es que siempre cuando acelera el fenómeno esloveno el pegamento que lleva el danés para engancharse a su rueda se despega. No se hunde, pero debe levantar el pie, aunque sea levemente. En el Grand Colombier cede cuatro segundos por tiempo y otros cuatro por bonificación. Y si no sintió el sudor de Pogacar durante la ascensión, y era difícil por lo enganchados que van y el soporífero calor, ahora ya lo huele en la general, cuando este sábado llega la Joux Plaine, dura de subir y peligrosa de bajar, puesto que cuando se acaba el descenso llegan las curvas que conducen a la meta de Morzine, donde alguna vez se ha caído alguno.

Dos caras diferentes

Es el estreno de los Alpes, el inicio de la sentencia definitiva a un Tour intenso, a un duelo al sol, nunca mejor dicho, sólo quedará uno de amarillo y parece que todos los números los lleva, precisamente, el que ahora no viste la prenda.

En la meta, la cara de Vingegaard no denota felicidad, hasta parece un perdedor con prenda prestada. “Todavía llevo el amarillo, así que estoy feliz”, advierte, aunque su aspecto dice otra cosa. “Pogacar es mucho más explosivo”, reconoce.

A Pogacar se le ve dicharachero, tranquilo y confiado. “Ha sido una pequeña victoria. Hice un esprint largo y valió la pena”. Dos caras y dos mundos opuestos. 

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