El Tour y el día de la República

Las leyendas del Tour de Francia.

Tourmalet por Sergi López Egea

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Sergi López-Egea

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El viejecito iba con bastón y quería saber dónde era mejor colocarse en la salida de Clermont-Ferrand para ver a los ciclistas. La verdad es que el hombre estaba en una posición horrible en la que, aparte de gente, no se veía nada relacionado con el Tour. Al consejo, dado en francés, sucedió como respuesta un “muchas gracias” en un perfecto castellano para descubrir a uno más de los niños que llegaron al país con sus padres que huyeron de España a la caída de la República. Crecieron en Francia, tuvieron hijos, nietos y no volvieron a su tierra porque aquí estaba su familia.

Hace años, cuando Miguel Induráin reinaba en el Tour, los que se acercaban eran los padres de este entrañable anciano de la Auvierna francesa, hecho mozo, luego joven y adulto sobre la tierra de viejos volcanes. Los padres, que entonces tenían setenta y tantos años, ahora ya han fallecido por edad, pero querían hablar con los periodistas españoles. Contaban lo que habían disfrutado primero Luis Ocaña -y eso que no era de su cuerda- y después Pedro Delgado, siempre Perico, antes de que Induráin comenzase a coleccionar Tours. Esos ancianos, que rondaban casi los 80 años a principios de la década de los 90 del siglo pasado, cuando no se ponía el sol en Francia si no lo ordenaba Miguel, querían hablar, enrollarse, explicar sus años de exilio y terminar siempre con un “¡Viva la República!”, y no precisamente la francesa.

'La Marsellesa'

El 14 de julio -tal día como hoy- en Francia, sirve para reivindicar muchas cosas más allá de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Es el día en el que más banderas tricolores se ven a lo largo de la etapa, la que se bautiza al son de ‘La Marsellesa’, tal vez el más bonito de los himnos y con una letra que, traducida, pone los pelos de punta.

Es la etapa en la que salen más franceses a la carretera, porque todo está cerrado, porque el país está tan de vacaciones, como un 15 de agosto en España, y porque, aparte de ver el Tour o ir a la playa, poca cosa más divertida hay que hacer, a no ser que alguien quiera enloquecer pasándose horas de ‘bouchon’ o atasco en cualquiera de las autopistas que llevan al Mediterráneo.

El Tour, por lo tanto, es como una liberación antes de que la televisión pública, ya de noche, conecte con los alrededores de la Torre Eiffel para que todo el país vea los fuegos artificiales desde París y la sorpresa de que grupo o persona cantarán el himno nacional de forma individual o colectiva.

Cita en el Grand Colombier

No hay mayor placer que ver ganar la etapa del 14 de julio por un francés, cosa complicada cuando el menú del Tour incluye la ascensión al Grand Colombier, y más si Tadej Pogacar quiere vestirse de amarillo.

La verdad es que en los últimos años pocas oportunidades han tenido los franceses de ver triunfar a uno de los suyos en el día grande de la República. Se recuerda a Laurent Jalabert, hoy comentarista de la ronda francesa en la televisión, poniendo a Induráin contra las cuerdas en la llegada al aeródromo de Mende de 1995. Esos recuerdos cada vez quedan más lejanos, pero no son motivo suficiente para que se apague la llama del Tour cuando todos se sienten más patriotas que nunca, porque un 14 de Julio es un día diferente en Francia, el día grande del Tour, y cuando todos desean que uno de los suyos se sienta un héroe, como lo fueron hace años Jacques Anquetil y Bernard Hinault, venerados en el país por los siglos de los siglos.

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