La ronda francesa

El Tour se convierte en un guateque

Vingegaard y Pogacar vuelven a vivir un duelo intenso que acaba en empate, con Carlos Rodríguez tercero de la general y victoria del neerlandés Wout Poels antes de la gran contrarreloj del martes. Este lunes descanso.

Amor infinito al Tour.

Vingegaard Alpes

Vingegaard Alpes / JUMBO VISMA

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Tour ya no es una fiesta, es algo más, es un guateque que tiene previsto acabar el sábado en la hora golfa. Qué espectáculo, qué pareja, qué grandes Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, y qué carácter el de Carlos Rodríguez más firme en su tercera plaza y con una contrarreloj, el martes, tras la jornada de descanso de este lunes, que le es favorable sobre la amenaza que ahora tiene y que ya no es Jai Hindley sino Adam Yates.

En el segundo día por los Alpes se dejó ir a una escapada porque cambiaron los planes cuando a 128 kilómetros de la meta, y con los fugados controlados, un espectador insolidario tiró a medio pelotón, y como había que organizarse, los que iban por delante dijeron que adiós muy buenas y nos vemos en meta, donde triunfó el neerlandés Wout Poels, un viejo escalador que parecía pedalear con la luz apagada.

Había que dejar pasar un montón de kilómetros, hasta se podía comer, con cabezadita posterior incluida, porque se tenía que estar fresco como una rosa en abril para los kilómetros finales, con una trampa de casi tres kilómetros que se llamaba cota de los Amerands, menuda encerrona, y la subida final a Saint Gervais Mont Blanc.

Si alguien podía pensar, que esa cota de nombre desconocido y con sólo la modesta puntuación de puerto de segunda categoría era una tachuela, sólo hacía falta pasarla en coche unas horas antes que los corredore para darse cuenta de que era una salvajada. Los cicloturistas subían dando tumbos y tan lentos que hasta daba miedo que se desequilibraran; era una barbaridad.

El UEA, a hacer de las suyas

Y fue el lugar donde el conjunto del UEA, netamente superior al Jumbo, empezó a hacer de las suyas, resquebrajó al grupo principal, fragmentó al pequeño pelotón, todos en solitario y sufriendo por detrás. Pero Vingegaard, que parece haber recuperado la frescura que indicaba que igual empezaba a tener fecha de caducidad, no se soltaba de los compañeros de Pogacar ni a la de tres.

Había empezado el guateque del Tour, sin copas en la mano, sólo con bidones que se vaciaban en un plis plas sobre la cabeza o la nuca de los ciclistas. Interesante la táctica del UAE. Tenían fugado a Marc Soler, que al ver que no podía ganar la etapa, se dejó ir para tomar un poco del cálido aire sahariano que revoloteaba sobre los Alpes por si lo podían necesitar los jefes por detrás.

Rodríguez -ahora parece que el Ineos no lo quiere dejar marchar al Movistar- se dejaba ver y aceleraba cuando observó que Hindley entraba en fase de sufrimiento. Y en eso llegó Adam Yates, todo a hacer puñetas, a 26 por hora en rampas del 8 por ciento, demasiado para Carlos que, sin descolgarse del todo, los veía un poco en la distancia.

El Tour entraba en fase de máximo voltaje, para sudar aún más que con el calor reinante en los Alpes. ¿Engañaba Pogacar a Vingegaard? Dudaba el danés. No quería entrar al trapo de su rival, porque sabe que el cambio de ritmo del fenómeno esloveno lo puede acribillar. Hasta pareció que era el mundo al revés cuando Yates dejó a su líder y a Vingegaard, y se marchó en solitario. Eso va a ser que no. Era malo para Carlos porque si le tomaba más de 37 segundos lo bajaba del podio. Y a estas alturas del Tour el ciclista granadino no está para bromas.

La reacción de Carlos Rodríguez

¡Aleluya! Rodríguez capturó a Vingegaard y a Pogacar. Yates estaba a pocos metros. Pero apareció entonces Soler para darle aliento. El UAE lo quería todo, el jersey amarillo y el podio con el ciclista británico. Vingeggard, nervioso, miraba y miraba a Pogacar. No se atrevía a atacarlo. Era un final de etapa fantástico.

¿Estaba Pogacar tocado? Ni por asombro. A 800 metros de la meta cambia el ritmo. Carlos se descuelga, pero Vingegard aguanta. Soler presta el último servicio a su líder. Vingegaard entonces reacciona, casi se tocan en la última curva y entran juntos, mismo tiempo y para dejar el martes una contrarreloj de ensueño.

“Ahora debería lograr algunas diferencias en la ‘crono’”, dice Pogacar en la meta, siempre resueño. Y es que se lo está pasando de fábula en el guateque. Sólo le falta bailar. “No quiero pensar en la contrarreloj. Sólo concentrarme conmigo mismo. Pero fue un buen día para mí”, cuenta Vingegaard siempre menos expresivo que su rival. Será una contrarreloj para enmarcar.  

Todas las clasificaciones.