La ronda francesa

Carlos Rodríguez logra una victoria en el Tour para recordar

El joven ciclista andaluz de 22 años sorprende a Vingegaard y Pogacar en el descenso de la Joux Plane, gana la primera etapa alpina y se sitúa tercero de la general

Pello Bilbao acaba con la maldición.

Ion Izagirre gana y que siga la fiesta.

Al Tour en autostop.

Carlos Rodriguez a la llegada del Tour de Francia

Carlos Rodriguez a la llegada del Tour de Francia / BENOIT TESSIER

Sergi López-Egea

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El ciclismo español está de vuelta. Ha regresado. Imposible ya dormirse en una etapa del Tour. Adiós a la siesta. Ese ídolo, ese chaval que ilusionase a una afición desencantada, con demasiados disgustos, tantas y tantas etapas de la ronda francesa hablando de otros, ya tiene nombre y apellidos. Se llama Carlos Rodríguez y este sábado ha ganado una etapa para recordar. Lo ha hecho por delante de Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, los intocables, los que parecían como dos secuoyas a cuya sombra todos debían cobijarse. Todos, menos este joven granadino de 22 años que se ha instalado en la tercera plaza de la general. Ni en el mejor de los sueños alguien podía pensar algo tan y tan hermoso a siete etapas de acabar el Tour.

“Fui a por la victoria. Lo hice arriesgando, pero sin traspasar la línea roja por miedo a caer”. En su perfecto inglés, Rodríguez exteriorizó toda su alegría tras ganar la etapa de Morzine, la que subió por la Joux Plane, la que debía sentenciarse bajando el puerto con valentía y sin caer, como le sucedió por desgracia a Pedro Delgado en 1984. Y se aprovechó de la vigilancia, del marcaje entre Pogacar, al ataque, y Vingegaard, al contragolpe, en una subida y bajada a la cima que inauguró los Alpes con demasiado tráfico de motos. Increíble que estas cosas sucedan en el Tour.

Hizo todo lo bueno que puede hacer un corredor que apunta grandes cosas en la montaña, como Perico hace 40 años, o Alberto Contador la década pasada, porque Miguel Induráin era otro tipo de ciclista, diferente, irrepetible e imposible de comparar con nadie. Fue el último que aguantó a la pareja de secuoyas cuando quedaban 4,6 kilómetros para coronar la Joux Plane. Fue el que vio que Jai Hindley, hasta este sábado tercero de la general, sucumbía en el último ascenso para evidenciar una señal inequívoca en el Tour desde que subió la primera gran montaña en 1910. Si te abres un día en una subida, no irás a más en la carrera, será la señal para irte apagando como una vela.

"Una gran victoria"

“Es una gran victoria, increíble, la que siempre había buscado porque creía en ella”. Mientras Pogacar descolgaba mínimamente al mejor Vingegaard desde el Marie-Blanque, la primera montaña pirenaica, Carlos fue a lo suyo. A ritmo… había que subir regulando y no a trompicones. Había que hacerlo sin cebarse en las dos fieras que llevaba por delante, pero sabedor que él era mejor, infinitamente mejor, que los que llevaba por detrás y que, si el dúo que lucha por el Tour eran esas secuoyas altos como un rascacielos, él era un roble, el árbol que debe crecer como gran figura del ciclismo español, que ya lleva tres victorias de etapa en esta ronda francesa.

Quizá fue porque la ciudad de Bilbao iluminó el faro del Tour, quizás porque Rodríguez se había pasado una temporada para olvidar, caídas y atropellos. Se fue al suelo en Italia, en marzo, y cuando se recuperaba lo golpeó un coche en Andorra, donde vive. Quizás accidentes que lo ponían de mala leche pero que, en el fondo le servían para llegar fresco como un pescado de lonja a la salida vasca del Tour.

Dos kilómetros estuvo Vingegaard contra las cuerdas. Pogacar se giraba y veía que el jersey amarillo resistía. Rodríguez iba tercero. No los veía, pero ahora, a diferencia de hace años, no importa, porque está el pinganillo y al otro lado de la emisora, Xabier Zandio, que corrió en el último año del Banesto antes de irse al Sky. Y Carlos sólo recibía consignas, que iba bien, que subía como un ángel y que Vingegaard y Pogacar, ya en el último kilómetro de la Joux Plane, se estaban marcando porque había ocho segundos de bonificación, que igual, tal como están yendo las cosas, valían un Tour.

Vingegaard sale ganando

Así que, mientras Vingegaard le robaba la cartera a Pogacar -previamente frenado por las motos de carrera- y sumaba la bonificación, Rodríguez se preparaba para encarar el descenso de su vida, hacia Morzine, hacia la victoria.

De nuevo las motos entorpecían la captura del ciclista andaluz. Hasta que con desparpajo, valentía, fuerza y rapidez, no sólo los capturaba, sino que los adelantaba. Se escuchaba decir a Laurent Jalabert, que entiende un rato de ciclismo, que iba a ganar la etapa cuando quedaban 6 kilómetros de bajada. Seis kilómetros para recordar durante mucho tiempo.

“Es la mejor carrera del mundo. Los capturé, los miré y me dije ‘a todo gas’”. Y a todo gas llegó a la meta de Morzine para levantar los brazos, hacer historia, situarse tercero del Tour y ver cómo Vingegaard acababa la etapa con 10 segundos de ventaja sobre Pogacar en la general. “¡Bravo!” se leyó en el podio del Tour. No era para menos.  

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