Restaurante Il Giardinetto: 50 años de cocina italiana a lo Pomés

El restaurante Il Giardinetto es una institución barcelonesa con nombre italiano que ha cumplido 50 años sin modificar la visión de su creador, Leopoldo Pomés: obsequiar a la población con pasta italianas que se desenreden de la vulgaridad.

El esteta, gastrónomo, fotógrafo y publicista falleció y son los hijos, Poldo, Iván y Juliet, los encargados de que la herencia se mantenga intacta y que los espaguetis no decepcionen.

Il Giardinetto y el llamativo neón de la sobria fachada entraron en la vida ciudadana el 21 de diciembre de 1973 –celebran la efeméride durante el 2024 con diferentes actividades– y es el premiado interiorismo de los arquitectos Alfonso Milá y Federico Correa el que facilita la atemporalidad.

Enfrente, otra oda a la resistencia, de la misma factoría gastrocreativa y arquitectónica, el Flash Flash, que llegará a los 55 el próximo año, con el mérito de ser el pionero de la hamburguesa en Barcelona.

Visionario, pues, Leopoldo Pomés, fascinado por los 'fettuccine al doppio burro' (unos 'fettuccine' Alfredo) que le preparó María Leví, la madre del arquitecto Ricardo Bofill, y que le abrió las papilas y la mente a que otra cocina italiana era posible en la ciudad.

Escribo esto y me pregunto cuál fue el primer restaurante italiano-italiano en Barcelona, descontando a los chefs de la bota que se instalaron en la capital en el siglo XVIII.

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Los hijos de Leopoldo y de Karin Leiz, maestra de las recetas verdes, aciertan al desarrollar una oferta que sale de lo trillado con aportaciones de Juliet e Iván, como los 'tripoline' a la siciliana de la primera y los 'paccheri' picantes con tomates cherry y burratina del segundo que el cocinero Francis Santos se encarga de cumplimentar.

Con Javier Hoyos como gerente, esta es una casa de permanencias: Santos lleva desde 1988; en la sala, Lis Medina, desde el 2006; y el 'maître' Ángel Fernández, desde el 1986. Plantados ante el tiempo como esas columnas de Milá y Correa que evocan troncos y propician una atmósfera onírica.

Picoteo una butifarra blanca, bebo una copa de Bruberry 2021 y sigo con el carpacho de calabacín con higos y frutos secos que aparece con queso de Parma en lugar del salva cremasco anunciado en la carta. De cualquier manera, una entrada atractiva.

La versión de la 'pasta con le sarde' es rica: 'tripoline' en lugar de 'bucatini', sardina de lata, hinojo, pan tostado, pasas y azafrán. Para mí, este plato es Palermo y la Antica Focacceria San Francesco. Goce también con los 'paccheri', aunque yo pelaría los tomates para una mejor integración del conjunto.

Pregunto a Juliet por platos pomesianos de Il Giardinetto y cita tres. Voy de atrás hacia adelante. El helado de coco con mermelada de naranja amarga, la pallarda de ternera (no tan fácil de encontrar en Barcelona) con patatas cerilla y virutas de calabacín y el 'ou en panet'. Es este último una rareza de la cocina doméstica trasplantada a la del restaurante.

Me cuenta Juliet que era la tía Rosita, Rosa Campello, la encargada de la arquitectura efímera. El cocinero de Il Giardinetto consigue que la clara montada alcance una altura de pináculo. Panecillo vaciado y rellenado con la yema y jamón ibérico, horneado y frito que al recibir un corte de cuchillo derrama el corazón amarillo.

Sombrero de las carreras de Ascot, copa de ciprés, pequeña maravilla de la cocina de la ocultación y la sorpresa. Aplaudo.

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Il Giardinetto es más que un restaurante, y tal vez de ahí la pervivencia. Durante años con Poldo como anfitrión, ha sido y es punto de cruce de culturetas y culturistas, escritores, cineastas, diseñadores, artistas, intelectuales con o sin apetito. «Estás en un oasis. No es solo cómo comes, sino cómo te tratan, cómo te sientes», resume Juliet.

Es un restaurante italiano sin cocineros italianos, es un restaurante italiano a la manera de Pomés.

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