La vida en el campo

Ganaderas de raza: mujeres que se salieron del rebaño

Ellas mandan entre cerdos, ovejas y vacas: historias en clave femenina que transcurren en el campo

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Chelo Gámez, en la dehesa de los Monteros (Málaga).

Chelo Gámez, en la dehesa de los Monteros (Málaga).

Javier Sánchez

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Chelo Gámez (Málaga, 1945) estaba dando clase de Teoría Económica en la Universidad de Málaga cuando un alumno se le acercó. "Estábamos hablando de activos financieros y activos reales y de repente me dijo que por qué no diversificaba mi cartera comprándome una finca en la serranía de Ronda que sabía que estaba a la venta".

Contra todo pronóstico, esta catedrática universitaria aceptó la propuesta, visitó la finca -situada en el pueblo de Pujerra, en el valle del Genal-, llena de castaños, encinas y de alcornoques, y se enamoró de ella. La dejó en barbecho pero tras una prejubilación por amor a su marido y el fallecimiento temprano de éste, hizo que pensara, con 60 años recién cumplidos, en emprender allí.

“En ese momento, comienzo a valorar la idea de convertirme en ganadera. Estaba jubilada pero siempre he sido una mujer que es incapaz de estar ociosa, así que, viendo que muchas empresas de Jabugo y de Salamanca criaban allí a sus cochinos para luego llevárselos, pensé en criar cerdos ibéricos en mi finca”.

Gámez tenía la sospecha de que la enorme cantidad de castaña disponible en la zona podía servir de alimento a los cerdos, un complemento perfecto rico en ácido oleico para la bellota. “Hice varias pruebas y acabé decidiendo que mis cerdos iban a tener algo especial: una premontanera a base de castaña y una montanera a base de bellota”. Era el año 2006 y nacía La Dehesa de los Monteros.

“Empecé con 50 cerdos únicamente y ahora estoy sacrificando 1.000”, señala una mujer que, a sus 78 años, sigue trabajando a pie de campo, en un terreno que difiere mucho de las clásicas dehesas llanas. “Aquí el cerdo sube y baja, es una zona con desnivel, lo que hace que los jamones 100% ibéricos que elaboramos tengan menos tocino y un toque extra: el dulzor que le otorga la castaña”.

Gámez, que ha conseguido incorporar a sus hijos al negocio, no se queda solo en la producción de cerdo ibérico. Desde hace años, cría algunos de los pocos ejemplares de rubio dorado, una raza de cerdo (también ibérica) prácticamente extinguida y felizmente recuperada tras un proyecto de investigación realizado con la Universidad de Córdoba.

A sus 78 años y a pesar de los achaques de la edad, sigue pensando a lo grande, con la mentalidad de una mujer acostumbrada a romper techos de cristal. “Quizá yo ya no lo vea, pero mi sueño es que se llegue a crear una DO de jamón ibérico de la Serranía de Ronda”.

Una guardiana del territorio en Tenerife

Aunque siempre se dice que en Canarias el estrés no existe, Pilar Carballo (Santa Cruz de Tenerife, 1973) sí que lo sentía en sus carnes. “Era secretaria de dirección en el gobierno canario y, de repente, decidí romper con todo y emprender en el ámbito rural”. Su destino: Arafo, en el paisaje protegido de las Siete Lomas, en la isla de Tenerife. Era el año 2015.

“Comencé criando gallinas para la puesta de huevos pero un buen día me topé con una oveja y enamoré de ese animal”, cuenta Carballo. En ese preciso instante, supo que tenía que incorporarlas a Finca La Jara, su proyecto basado en la agricultura y ganadería ecológica.

Su proyecto se ha mantenido en unas dimensiones que permiten a Carballo controlar todo el proceso. “Tengo 20 madres productoras y mi negocio es vender carne de cordero ecológico. Soy la única en toda la isla, no tengo competencia”.

Aunque la formación inicial de Carballo había sido un ciclo medio de capataz agrícola, este proyecto la obligó a partir de cero. “Cuando tienes que asistir a tu primer parto de una oveja piensas ‘bueno, al final yo he sido madre cuatro veces’ y eso te ayuda. Fue un poco problemático pero logré salvar la situación. Creo que ser mujer te echa un cable en según qué cosas. Solemos tener una mochila de los cuidados incorporada y eso, en mi caso, me hace estar pendiente del ganado como lo estás de tus hijos”.

Carballo, que desarrolla su jornada de 8.00 a 14.00 horas, posee el firme convencimiento de que “las ganaderas y pastoras son las auténticas guardianas del territorio, agentes medioambientales encargadas de proteger paisajes entorno y costumbres”.

Esta ganadera canaria, pese a ser la única en vender carne de cordero ecológico en la isla, no se quiere aislar. Al contrario: es una firme convencida de abrir la finca a todo aquel que quiera visitarla o aportar algo a su proyecto.

“Aquí vienen alumnos de ciclo medio y también del máster de Agroecología de la universidad de La Laguna. También participo en estudios del CSIC. Salen cosas muy interesantes de estas colaboraciones. Mando fotos, por ejemplo, de las plantas forrajeras que se comen las ovejas y se las mando a los investigadores. En ocasiones me dicen: ‘¡No teníamos ni idea de que comían eso!’. Eso es muy bonito”.

Regreso al campo de la infancia

La vida, a veces, transcurre como un círculo. Un ejemplo es la ganadera Pía Sánchez (Badajoz, 1961) que, tras toda una vida en el sector de la banca y una legislatura como diputada en el Congreso, decidió, en 2012, regresar a sus orígenes. “Viví en la Finca La Rinconada, en Calamonte, al lado de Mérida, en los años 60 hasta que comencé a ir al colegio en Badajoz. Luego volvía todos los fines de semana, recuerdo un huerto enorme, regar con el agua del pozo, el pastoreo…”.

Sin embargo, su retorno a la finca no resultó tan idílico como recordaba: “El terreno estaba completamente esquilmado, así que comencé a pensar por dónde podía empezar para poner en marcha el proyecto”, recuerda. Es entonces cuando toma contacto con la agricultura regenerativa, que le hace ver que hay otra manera de trabajar el campo, con un mayor respeto por lo que puede dar de sí el territorio y sin agotar los recursos naturales.

Con ese punto de partida, lo más lógico es que Pía Sánchez acabara criando oveja merina para producir cordero ecológico. “Mis animales se alimentan de acebuche, romero, coscojo… Hace más de 6 años que en la finca no entra ningún producto químico ni administro a los animales antibiótico alguno y están perfectamente”.

Las ovejas y corderos de Sánchez campan a sus anchas por un terreno amplio, comiendo plantas aromáticas y medicinales a voluntad. “Son animales que hacen mucho ejercicio, que son todo fibra y no tienen sebo. La carne es maravillosa. ¡Mucha gente me dice que no les parece cordero de lo buena que está!”.

Sánchez es crítica con la certificación actual de las carnes y cree que, además del sello ecológico, deberían darse más opciones a los productores para poder ofrecer toda la información acerca de cómo crían a sus animales, especificando, por ejemplo, que el modo de ganadería es extensivo. Mientras tanto, comercializa la lana de sus ovejas en colaboración con la empresa Wooldreamers para crear ovillos de una calidad única. “Se pueden encontrar hasta en Estados Unidos y es una forma de llevar la pequeña historia de mi finca por todo el mundo”.

Trashumancia vocacional

A sus veintitantos, la vida de Rosalía Fernández (Prioro, León, 1997), ya ha dado más de sí que la de muchos otros a los 40. “Soy madre, me acabo de graduar en Administración y Dirección de Empresas por la Universitat Oberta de Catalunya y trabajo como ganadera con 100 cabezas de ganado de vaca casina”. En su caso, su dedicación a la ganadería tiene que ver con la tradición familiar y una pasión por el oficio fuera de duda.

Por si fuera poco, su actividad ganadera exige trashumancia -la zona obliga-. “En Prioro nieva mucho así que esto me obliga a desplazar el ganado hacia tierras más bajas, a unos 50 kilómetros, mientras dura el invierno”. Su día a día tiene mucho de economía de los cuidados: con la familia y también con las ovejas. “Por la mañana, además de darles de comer, también las miro por si alguna puede necesitar algún tipo de cura”.

Por la tarde, las pastorea mientras cuida de su hijo. En ese momento, las vacas quedan libres para pastar aunque siempre hay situaciones ante las que hay que estar alerta, por ejemplo el lobo. “Yo no tengo mastines, así que es una amenaza ante la que hay que estar vigilante”.

El inicio del verano añade, además, una tarea extra: la siega de la hierba que abastecerá al ganado en los próximos meses. Cuando suelta la guadaña, Fernández aún tiene tiempo para atender un incipiente negocio de venta ‘online’ de la carne de sus vacas a través de la web ganaderiarf.es. Así es la ganadera del siglo XXI: pastora, guardiana del territorio y CEO de su propio rebaño a tiempo completo.