Nueva etapa

El nuevo bar Pinotxo conquista el mercado de Sant Antoni sin apenas turistas

El negocio revive con el traslado gracias al tirón de su público más fiel y a nuevos comensales del Eixample

Las cazuelas de siempre en el nuevo Pinotxo

Así será el nuevo Pinotxo en el mercado de Sant Antoni a partir de octubre

Siete claves del conflicto del bar Pinotxo de Barcelona

Jordi Asín, su familia y equipo, en el nuevo Pinotxo del mercado de Sant Antoni.

Jordi Asín, su familia y equipo, en el nuevo Pinotxo del mercado de Sant Antoni. / Jordi Otix

Patricia Castán

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Si uno solo fija la vista en el plato –esos míticos garbanzos con morcilla, por ejemplo—parece que nada haya cambiado. Pero sí. El bar Pinotxo pronto cumplirá cinco meses de (nueva) vida en el mercado de Sant Antoni y ni los comensales son de los cinco continentes, ni las palomas sobrevuelan sus migajas, ni se respira el ritmo acelerado de la marabunta que tomaba la Boqueria.

Superado el rodaje y la expectación del traslado, la familia Asín se ha aclimatado ya a su nueva rutina en un recinto que “es de verdad un mercado tradicional” y que los recibió con los brazos abiertos. “Estamos felices y muchas cosas han mejorado”, resume a El Periódico Jordi Asín. Está satisfecho doblemente, porque la Oficina de Patentes y Marcas de momento les ha dado la razón sobre la marca Pinotxo.

El bar Pinotxo abierto el pasado octubre en Sant Antoni.

El bar Pinotxo abierto el pasado octubre en Sant Antoni. / Jordi Otix

Levantaron su nueva persiana el pasado 23 de octubre con el miedo escénico del debutante, pero con la confianza en toda una vida tras la barra del Pinotxo original de la Boqueria. Jordi, su mujer María José, su hijo Dídac y dos personas más de su equipo se mudaron a Sant Antoni tras unos meses negros. Su tio Juanito Bayén, mítico personaje del mercado de la Rambla, decidió poco antes de morir venderse el bar familiar de forma unilateral y sin tener en cuenta la sociedad que había firmado años atrás con su sobrino. El caso ahora está en los tribunales.

Mientras un nuevo operador se hizo con la cotizada barra, que ya nada tiene que ver con la que fue, Asín decidió empezar de nuevo a poca distancia. Consiguió un traspaso y rediseñó un bar del mercado de Sant Antoni, donde ahora tiene cuatro mesas altas (como antaño) y una barra incluso con un par de plazas más.

Preparación de unas ostras en el Pinotxo.

Preparación de unas ostras en el Pinotxo. / Jordi Otix

El espacio de trabajo también es más cómodo. Y aunque su parada siempre está animada, la vorágine culinaria y de servicio ya no es tan estresante. O sea, sigue siendo un buen negocio pero “con más calidad de vida”, confiesa el hostelero. Empezando por ir a pie al trabajo, servir los primeros cafés a las 7.45 horas y despedir la jornada a las 16.30, de martes a sábados. Han renunciado a abrir los lunes y apurar las tardes. Toca vivir.

Platos imperecederos

Y dar de comer. Porque además del nombre por el que sigue batallando --de momento con pleno derecho--, ha importado a Sant Antoni su recetario del Pinotxo de siempre. Una carta manuscrita ilustra de que allí siguen preparando a diario platos como tripa, butifarra, costillas de conejo, caracoles, croquetas, pincho de solomillo de ciervo, ostras, navajas, revuelto de gambas, fritura de pescado… Y opciones del día como ‘trinxat’, alcachofas al horno, múrgulas con crema –receta propia--, langosta o bacalao con garbanzos.

Pero en la nueva aventura han incorporado recuerdos como el canapé con aguacate coronado por anchoas que ya despachaban hace décadas, o nuevas versiones como las colitas de rape escabechadas, para relamerse, que preparan Xavi Robleda y él, a los hiperactivos fogones. Como antaño, no necesitan apenas despensa, porque se abastecen en vivo y en directo de su propio mercado y de algunos proveedores infalibes del antiguo zoco.

Zona de mesas altas del bar Pinotxo en Sant Antoni.

Zona de mesas altas del bar Pinotxo en Sant Antoni. / Jordi Otix

Lo que no ha cambiado ha sido su podio de ‘hits’. Su ‘capipota’ sigue siendo el plato estrella (tras semanas en las que agotaban sus mayores cazuelas), seguido por los chipirones con 'mongetes' y los garbanzos con morcilla, relata. Y es que su público se nutre sobre todo de fieles que los han seguido tras meses de ‘mono’ gastronómico, y también de nuevos clientes del barrio que lo ven más accesible que la época de la saturada Boqueria.

Más comensales locales

¿Han desaparecido los guiris? Son muchos menos. “Llegan los que nos buscan”, cuenta. Antes a estos fans se sumaban los que sin más se adentraban en aquel mercado y se rendían a su barra llena. El nuevo Pinotxo aún no sale en las guías de la ciudad, aunque algunos intérpretes ya guíen a pequeños grupos hasta el nuevo templo de la cocina de mercado. Así que es posible que en cuanto lleguen el verano y el gran desembarco foráneo, la multiculturalidad se aboque a su barra.

Cabe confiar en que esta vez se mezclarán con mucho comensal local, enganchado a sus albóndigas y poco dispuesto a soltarse de la barra. Una mezcla de gentes más fluida, en tanto que Sant Antoni no sucumbió a la gentrificación tras su reforma y es “un mercado de verdad”, insiste Jordi, mientras abre unas ostras y ordena a los clientes hambrientos. Porque en el Pinotxo del Eixample tampoco se reserva, sino que prevalece el orden de llegada. Eso sí, están dispuestos a guardar un plato de callos a quien lo pide y no se resigna a quedarse sin.   

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