Expolio bajo investigación
El cementerio de Montjuïc instala cámaras de seguridad para frenar los saqueos a un lujoso panteón modernista
El panteón Coromina, una de las joyas de la necrópolis, pierde buena parte del forjado que lo rodea en un doble robo que ha llevado a incrementar las rondas de vigilancia e instalar una valla en torno a la tumba monumental
Ruta nocturna en Montjuïc entre las sepulturas nobles de los burgueses muertos
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Albert Sáenz remonta intranquilo la cuesta del cementerio de Montjuïc que conduce al sepulcro de su madre, su hermano y parte de sus antepasados. “Cada vez que vengo es para ver si han hecho una trastada. Subo dos veces al año a revisarlo. Siempre llego muy nervioso, para ver qué me encuentro”, confiesa el hombre, propietario del panteón Coromina. Se trata de una joya modernista, de parada obligada en las visitas guiadas por la necrópolis del promontorio de Barcelona, y ha sido objeto de un saqueo en los últimos días. Un buen trecho del vallado de bronce que rodea al mausoleo ha volado.
El reciente acto de pillaje ha venido a confirmar los temores de Sáenz, biznieto de un industrial indiano que adquirió en 1932 una de las obras de arte que esconde el camposanto más grande de la ciudad para que él y sus familiares fueran enterrados. Es imponente pero, al mismo tiempo, “puede llegar a ser un problema”, confiesa el titular al que le ha tocado en herencia administrar el monumento.
De hecho, no es la primera fechoría que se perpetra contra la suntuosa tumba, datada de 1907. Décadas atrás, ya se arrebató parte de la barandilla y alguien penetró en la cripta para apropiarse de unos candelabros. Las vidrieras se tuvieron que reconstruir hace pocos años tras ser reventadas a pedradas. “Recogimos los angelitos del suelo, habían quedado hechos trocitos… Unas artistas los reconstruyeron, como si fuera un puzle”, compara Sáenz.
El rastro de los últimos destrozos aún resulta visible. Sáenz sostiene una hoja de bronce, suelta sobre el monumento coronado por la escultura de un ángel esculpido en mármol blanco de Carrara. “Es igual que el que usaba Miguel Ángel”, alaba el dueño. Lo que queda de la barandilla traza un forjado virtuoso de ramas entrecruzadas. “La que se llevaron debe de estar ya en casa de algún millonetis. ¡Era una pieza única! Los ladrones podían pedir por ella lo que quisieran”, barrunta Sáenz.
Seguridad y mantenimiento
Los Mossos investigan el suceso, ocurrido meses después de que se profanaran 162 nichos el verano pasado, con la presunta intención de despojar de joyas y oro a los cadáveres. En el panteón Coromina, primero se arrancó gran parte de la baranda del ala derecha y del frontal. Cuando la sustracción ya se había denunciado, el titular se dio cuenta de que alguien remató la faena días después, llevándose un pilar con otro pedazo de cerca.
“Me dicen que será muy difícil encontrarla… Restituirla como era será imposible”, lamenta. El crimen le ha espoleado a redoblar sus reclamaciones a Cementeris de Barcelona. Hace años que ruega más seguridad y que haga frente al menos a una parte de los costes de mantenimiento y reparación. La empresa municipal se ha comprometido a estudiar que se rehaga el vallado con una réplica, explica el propietario.
Además, se ha instalado videovigilancia en torno al panteón. En todo caso, Sáenz piensa que llega “tarde y mal”. “La primera cámara se puso antes de que se robara el pilar, pero no sirvió para evitarlo porque estaba mal enfocada”, se queja. Entre uno y otro robo, el dueño encontró una tenaza oculta en el pliegue de la capa de la estatua. Presuntamente se usó para cometer el delito.
Tras el segundo episodio de usurpación que la sepultura sufre en pocos días, Cementiris de Barcelona ha reenfocado la cámara y ha colocado dos visores más. También se han incrementado las rondas de vigilancia en torno al monumento y, además, se ha colocado una valla alrededor, a la espera de que se acometan los arreglos.
“Hemos activado las medidas pertinentes para esclarecer los hechos y evitar nuevas acciones”, señala el Ayuntamiento de Barcelona. Añade que ha puesto las grabaciones de seguridad a disposición de los Mossos y resalta que Montjuïc dispone de “vigilantes, cámaras y elementos preventivos en funcionamiento las 24 horas del día”.
Ajeno a las profanaciones
La policía autonómica indaga en el saqueo del panteón Coromina y, al mismo tiempo, en un hurto reciente y de características similares en otra tumba de Montjuïc. Los Mossos informan de que, por el momento, no ha practicado detenciones. En todo caso, el cuerpo desvincula ambos percances con la escabrosa oleada de profanaciones de 2023. Cree que el objetivo de los asaltadores era adueñarse de material para venderlo como chatarra.
Sáenz es escéptico al respecto. “Todo en este panteón tiene un valor incalculable. Es el grave problema que tiene”, opone. Incide en que ha afrontado desembolsos abultados para conservarlo: “Pedí presupuesto para que recuperara el color blanco original, porque el ambiente salino le resulta muy malo. Limpiar por fuera cuesta 7.000 euros por fuera y otros 7.000 por dentro. No puedo hacer frente a eso. Todo es muy costoso, es demasiado ‘vintage’… En aquella época, la familia sí tuvo quizá mucho dinero. Mi bisabuelo tuvo 14 fábricas en toda España. Hacía CO2 para gaseosas y refrescos, e hizo una fortuna. Pero se vendió la empresa y repartió el dinero entre siete hijos”.
El titular echa en falta ayuda de Cementiris de Barcelona para preservar la sepultura: “Ya hice una oferta para ver cómo nos podíamos repartir el mantenimiento. Ellos son los que explotan el panteón, lo tienen dentro de la ruta del cementerio. Ahora se está descarnando y se están produciendo filtraciones de agua”. Cuenta que, hace cosa de una década, costeó “entre 12.000 y 18.000 euros” en reformas para evitar que el mausoleo se derrumbase por no soportar más el peso del ángel que sostiene. “Me dijeron que no duraría más de 10 años. Desde las obras, puede aguantar unos 50. Es necesaria una solución”, urge.
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