Síntoma de miseria

Barcelona se retrasa en aplacar la aluminosis que amenaza al Besòs

CONTEXTO | La aluminosis amenaza a tres de cada cuatro escaleras del Besòs

ACCIDENTE | Apuntalamiento de urgencia en un bloque de Barcelona afectado por la aluminosis

CARENCIAS | Enclaustrados sin ascensor en las calles más pobres de Barcelona

Manuel muestra los puntales que sostienen el sótano bajo su casa, en el barrio del Besòs

Manuel muestra los puntales que sostienen el sótano bajo su casa, en el barrio del Besòs / RICARD CUGAT

Jordi Ribalaygue

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Manuel teme que su piso se hunda desde hace 22 años. Vive en una planta baja de uno de los edificios aquejados de aluminosis en el Besòs i el Maresme, en la periferia empobrecida de Barcelona. En una inspección, tuvieron que apuntalar bajo su casa, en el sótano de la comunidad. Fue en 2001 y allí siguen los mismos soportes, sosteniendo las catacumbas para que el suelo no ceda bajo los pies de Manuel. 

“Me dijeron que estaba muy mal -recuerda-. Si esto se cae, sería un efecto dominó y el bloque se vendría abajo. Hace unos meses, me quejé, porque tengo críos pequeños. Pedí que cambiaran los puntales, que llevan un montón de años… Pero me dijeron que no, que ahora la prioridad son las humedades”.  

El riesgo de desprendimientos en las edificaciones debilitadas por el material endeble con que se construyeron a escape hace seis décadas está extendido por el barrio, que concentra las calles donde menos renta se declara en la capital. El Ayuntamiento se comprometió a disponer de un diagnóstico del estado del parque de viviendas en el primer trimestre de 2021, pero aún faltan los resultados de cuatro inmuebles para culminar el chequeo de 47 de las 203 comunidades del vecindario. Un estudio parcial confirmó a principios de año que 20 de las 27 escaleras inspeccionadas fueron levantadas con cemento aluminoso, que tiende a ser quebradizo con el paso del tiempo y la humedad

En 2020, el consistorio anunció un programa de regeneración para aplacar la amenaza latente en el Besòs i el Maresme. Basta pasear por sus calles para percatarse: hay fachadas con todos los balcones envueltos con redes para que los cascotes no se precipiten sobre los transeúntes. Algunas llevan un lustro así. 

Unos puntales sostienen un balcón en un bloque del Besòs i el Maresme, en Barcelona.

Unos puntales sostienen un balcón en un bloque del Besòs i el Maresme, en Barcelona. / RICARD CUGAT

El gobierno municipal informó de que financiaría arreglos de inmediato para las fincas más deterioradas y ayudas prioritarias para las afectadas por aluminosis. Más de tres años después, solo se ha reformado una escalera de las 10 primeras incluidas en el proyecto, incorporadas a un plan piloto previo a expandir las reparaciones por la zona, que comprende 5.188 viviendas y casi 28.000 habitantes. 

“Lleva unos niveles de retraso brutales”, advierte Teresa Pardo, miembro de la asociación SOS Besòs/Maresme. “La primera fase del plan piloto debería estar acabada, la segunda, terminando, y ahora el proyecto se debería estar implementando en el barrio. Hay obras que tendrían que haber empezado en diciembre de 2022 y se van a licitar un año más tarde”, se queja. 

Sin fechas claras

El Ayuntamiento no concreta cuándo se remodelará la próxima comunidad. Señala que hay dos con los trabajos pendientes de licitación y otro par en proceso de conseguir la licencia para empezarlos. En febrero, el ejecutivo local estimaba que la mayoría de las mejoras estarían materializadas en 2025. Ahora dice que el objetivo es que “estén finalizadas antes de junio de 2026”. 

La fecha coincide con el fin del plazo para acceder a los fondos europeos Next Generation para obras de rehabilitación ya ejecutadas. El Ayuntamiento calculó que podrían recibirse 28,7 millones de euros en subvenciones de la Unión Europea para sufragar la operación en el Besòs i el Maresme, necesarias para rebajar la cuota que la población tendrá que pagar. En las calles lastradas por la aluminosis, los ingresos medios per cápita se situaban en 6.594 euros en 2020. “Una parte de esos fondos prometidos se va a perder y ni siquiera se habrá empezado en el resto del barrio, donde debían suponer un impulso. ¿De dónde va a venir ahora el dinero?”, interpela Pardo.  

El consistorio estimó que se requerirían 61 millones para remodelar 1.000 pisos, una cifra corta si se extrapola que tres de cada cuatro comunidades examinadas meses atrás corrían peligro de que la aluminosis se manifieste. En todo caso, no se sabe cuándo se ampliará el radio de las reformas al conjunto del Besòs. Manuel asegura que nunca les han dado fecha para adecentar la escalera, pese a llevar más de dos décadas sustentada sobre puntales. “A fecha de hoy, no ha habido ninguna desgracia. ¿Pero es que, para hacer algo, tiene que matarse uno?”, espeta.

Balcones protegidos con redes en el barrio del Besòs i el Maresme, en Barcelona.

Balcones protegidos con redes en el barrio del Besòs i el Maresme, en Barcelona. / RICARD CUGAT

Techo desplomado

Aurora se asea esquivando puntales desde que los Bomberos irrumpieron en su casa para colocarlos en el lavabo. Fue en marzo cuando parte del techo se desplomó en el piso de arriba, fruto de una fuga en un domicilio de titularidad pública que transpiró hasta el bajo.

“Empezó saliendo una mancha chiquitilla. Luego, fue como una sombra. Y, entonces, venga a hacerse cada vez más grande, hasta que empezó a caer agua y el pladur se fue soltando”, relata Aurora. Afirma que avisó de los desperfectos a partir de 2020 al Instituto Municipal de Urbanismo, pero añade que no se tomaron medidas antes del derrumbe. Los cimientos del bloque han quedado al desnudo sobre el baño. Si se hurga en la pared agujereada, el dedo sale mojado.

El sótano sobre el que Aurora reside con su hijo también está apuntalado. Las filtraciones lo inundaron de aguas fecales. “Parecía una piscina… Sacaron ocho cubas”, cuenta. Ella tampoco sabe cuándo se atajará el mal que los atosiga. “Siempre he escuchado que estos pisos tienen aluminosis, pero eso no vienen a decírtelo”, atestigua.

En el mismo rellano, una puerta abierta invita a franquear el umbral. Dentro, una anciana impedida, en silla de ruedas, está sola bajo un techo demacrado: la viga ha quedado a la vista. “Es increíble que una señora viva en estas condiciones”, protesta una vecina. Barcelona, o una cierta idea de ella, se vislumbra lejanísima desde estos pisos.