Al menos 20 fincas afectadas
La aluminosis persiste en Barcelona: amenaza a tres de cada cuatro escaleras del Besòs
Los chequeos del ayuntamiento detectan cemento aluminoso y daños estructurales de consideración en la mayoría de las comunidades inspeccionadas
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
La aluminosis no está erradicada en Barcelona. Síntoma de penuria, la lacra que carcome los bloques de los barrios del aluvión estremeció hace más de tres décadas al extrarradio. La alarma se desató en 1990, cuando una mujer murió en el Turó de la Peira al desplomarse su piso. Por entonces, un estudio encargado por la Generalitat estimó que el 52% de las viviendas erigidas en Cataluña entre 1950 y 1970 -unas 467.000- se hicieron con cemento aluminoso. La materia era tan fabulosa acortando los plazos de construcción como inapropiada, al revelarse frágil a la larga a causa de la humedad y las inclemencias. Bajo el temor a otra tragedia, se demolieron inmuebles y se realojó a decenas de habitantes de los vecindarios obreros. La conmoción se apagó hace mucho, pero la endeblez de las edificaciones condiciona aún la vida en otro extremo de la capital, en el Besòs i el Maresme.
El ayuntamiento anunció en julio de 2020 que, en un año, inspeccionaría casi una cuarta parte de las comunidades de uno de los márgenes afligidos de Barcelona para dimensionar hasta dónde alcanza el desgaste. Se trataba de tomar una muestra del deterioro que, mal disimulado con parches, aturde al flanco suroeste del polígono que el desaparecido Patronato de la Vivienda promovió a principios de los años 60 del siglo pasado, en plena expansión durante el franquismo para poblar rápido la periferia. El gobierno de la alcaldesa Ada Colau admitió que se requería premura para comprobar cuántas fincas deben reformarse y proceder con urgencia en los casos crónicos para atajar la decrepitud.
Dos años y medio más tarde, faltan por supervisar todavía 17 de las 44 escaleras que el consistorio prevé examinar. Pese al retraso, el gobierno municipal dispone de unas conclusiones provisionales, que apuntan a que la sombra de la patología estructural se cierne sobre buena parte del Besòs i el Maresme.
Media extrapolable
De las 27 comunidades sometidas a inspección técnica, se ha constatado que 20 se alzaron con cemento aluminoso. Las escaleras afectadas suman 426 pisos.
El informe se basa en una selección representativa de los diferentes tipos de edificios del barrio, lo que permite extrapolar la media al conjunto de inmuebles de la zona en estudio, que aglutina 4.598 domicilios. De los resultados parciales se desprende que la aluminosis amenaza con manifestarse en tres de cada cuatro fincas entre la rambla Prim y el límite con Sant Adrià de Besòs. El ayuntamiento puntualiza que "la existencia de cemento aluminoso no implica necesariamente lesiones que comporten intervenciones estructurales" para paliar su presencia.
En cualquier caso, el dictamen identifica 23 escaleras con deficiencias estructurales que se juzgan importantes, graves o muy graves. Todas las comunidades evaluadas presentan daños importantes o graves en la envolvente del edificio. El grueso del problema se concentra entre las calles de Alfons el Magnànim y Sant Ramon de Penyafort. Justo ahí se apiñan los domicilios donde se declaró menos renta de media en Barcelona en 2020, según estadísticas recientes.
Una quinta parte
Antes de que el diagnóstico se conociera, todos los partidos del ayuntamiento secundaron en julio pasado el llamado Compromiso por el Besòs i el Maresme. Contiene unas 70 medidas para compensar carencias de inversión, que deben sufragarse en los próximos 16 años. El memorando promete remodelar 1.000 viviendas para ensanchar el plan piloto en marcha para rehabilitar 216 pisos repartidos en una decena de escaleras. Por ahora, las obras han empezado en una comunidad. El resto está en trámites previos a adjudicarse los trabajos, que el consistorio augura que, en gran parte, habrán concluido en dos años.
El Institut Municipal d’Urbanisme (IMU) espera haber completado los análisis en octubre. Será a partir de entonces cuando definirá "las actuaciones a llevar a cabo en todo el ámbito y priorizar las comunidades donde es necesario actuar con más urgencia", afirma el ayuntamiento. Por lo pronto, la asociación SOS Besòs/Maresme ve insuficiente que la proyección se limite, de entrada, a recomponer una quinta parte del parque edificado.
“Las diagnosis acreditan la necesidad de intervenir en todo el barrio. No entendemos que la rehabilitación no se vincule a criterios técnicos”, opone Teresa Pardo, miembro de SOS Besòs/Maresme. Advierte que “es imposible romper la brecha” de la desigualdad en el Besòs si la remodelación no es generalizada. “Si solo se quita una quinta parte, se mantiene el problema y el gueto, la replicación de rentas bajas y la pobreza”, avisa.
La entidad vecinal calcula que 170 de las 203 comunidades de la zona necesitan arreglos. “Queremos un compromiso aprobado en el ayuntamiento antes de las elecciones que deje por escrito que se actuará en todo el barrio y que se calendarice, con fases y prioridades para empezar por las viviendas que están peor”, reclama Pardo. También urge a la Generalitat a invertir para remozar los inmuebles.
Puntales y grietas
Una de las comunidades exploradas está en la calle Catània. Los bomberos han acudido en alguna ocasión ante el riesgo de desprendimiento. Los propietarios han rogado al IMU que inicie las reparaciones lo antes posible. Hace pocos años, pagaron unos 4.000 euros para subsanar algunos desperfectos y adquirir los puntuales que llenan el sótano. “La vecina que vive justo encima oía ruidos. La tomaron por mayor, pero lo que escuchaba era que el suelo de su casa estaba cediendo”, explican los residentes.
A raíz de los chequeos del consistorio, se ha apuntalado también el subterráneo de las demás porterías del edificio. Además, los soportes se han colocado en un par de viviendas de la escalera examinada.
Una veintena de apuntalamientos y protecciones tras las revisiones
La campaña de revisiones ha llevado hasta el momento a dictar 13 órdenes para colocar puntales, redes y cerramientos ante el peligro de derrumbes en viviendas del Besòs i el Maresme. El Ayuntamiento de Barcelona precisa que hay seis refuerzos más pendientes de instalar.
Las protecciones no son inéditas en el vecindario. “Hay edificios que llevan cinco o seis años con medidas de este tipo. Son temporales, pero llevan tanto que parecen indefinidas”, expresa Teresa Pardo.
Manuela recuerda haber visto puntales desde pequeña en el Besòs. Enseña el rastro de las grietas en el techo y las paredes de su piso, disimuladas bajo capas de pintura. “No había pensado si me daba miedo hasta que vinieron a hacer la inspección a casa y me dijeron que no saltara en el baño para que al vecino de abajo no se le cayera el techo”, comenta.
Las fisuras desarman a los edificios frente a las filtraciones. “Cuando llueve y pega el aire, entra agua por encima de la ventana”, se queja Rafael. En los 80, se echaron abajo 10 bloques degradados. “Íbamos todos los niños a ver cómo los derribaban”, evoca Manuela. El consistorio aclara que, por ahora, no vislumbra que vaya a ser necesario derruir más edificios.
“Creía que los demás no tenían problema. Uno que tiraron era igual que el nuestro. Estaba ahí delante”, señala Antonio, en el Besòs desde que irguieron el barrio. Le escuece que inmuebles “del 1800 y pico” del centro de Barcelona estén más lozanos que los suyos seis décadas después de habitarlos. “Supongo que entonces comenzó la época de la especulación”, barrunta.
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