Líneas V19, 22 y 24

Los autobuses desbordados por el turismo en Barcelona: "Es un milagro conseguir asiento"

Vecinos del Turó de la Rovira denuncian que la masificación turística "colapsa" los buses

Vecinos del Eixample hartos de autocares de excursionistas: "Si no se arregla iniciaremos protestas"

Un grupo de pasajeros sube a un autobús de la línea 24, en dirección a plaza Catalunya, en Barcelona.

Un grupo de pasajeros sube a un autobús de la línea 24, en dirección a plaza Catalunya, en Barcelona. / RICARD CUGAT

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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Jéssica Moreno baja sofocada del 24 en la plaza Sanllehy, un par de paradas después de que una multitud abordara el bus al salir del Park Güell en un mediodía abrasador. “No tenía aire, prefiero esperar hasta que venga otro… Pero mire cómo van”, señala. Por la curva que se desliza de la carretera del Carmel -la que conecta el parque universal de Antoni Gaudí con los búnkers del Turó de la Rovira- asoma un V19, de camino a la Barceloneta, seguido a poca distancia de otro 24, con término en plaza Catalunya: van hasta los topes, con el pasillo repleto de pasajeros agarrados a los asideros. Jéssica deja pasar el primero y se resigna a tomar el segundo. “Ayer justo me pasó que el conductor no abrió porque iba muy lleno. Y por la tarde, ya vienen llenos de salida hasta aquí”, refunfuña antes de tratar de hacerse hueco en el vehículo.

La saturación de las líneas V19, 22 y 24 a ciertas horas atiza un motivo más del descontento de los vecinos que alertan contra la acumulación de visitantes. Ocurre sobre todo al mediodía, cuando los viajeros que acuden al Park Güell se cruzan con los que emprenden el camino de regreso. Idéntica congestión se reproduce por la tarde, cuando se juntan los grupos que el recinto modernista atrae y los que ascienden al Carmel para atisbar Barcelona desde las alturas.

Las rutas de las tres líneas dibujan juntas el recorrido propio de un bus turístico: playa, las atracciones del centro y los reclamos de Gràcia y Horta-Guinardó. “Es mala pata que nuestros buses enlacen con la Barceloneta, que está reventado de turismo, y que dejen cerca de la Sagrada Família. Parece pensado para el turista”, barrunta Laura, vecina del Carmel.  

Habitantes del barrio, organizados en el Consell Veïnal del Turó de la Rovira, han solicitado agentes cívicos a bordo de los autobuses más atestados de turistas. Los reclaman para atajar las conductas indebidas que alertan que hallan amparo en el amontonamiento: aluden, por ejemplo, a los viajeros que tratan de colarse y los que se apoderan de los asientos reservados. Advierten del riesgo de que los desaires y los conatos de agresión que denuncian acaben en trifulca

Incivismo y encontronazos

“Si al conductor se le ocurre parar el bus para que paguen, ten por seguro que se lía”, explica Laura, pasajera del V19. “Lo cojo cada día y es un milagro conseguir asiento -da fe-. Somos un barrio de muchas cuestas, casi todos necesitamos los buses sí o sí, aunque siempre hemos tenido problemas desde que el Park Güell se hizo más turístico. El incivismo no es excepcional: hay turistas que entran por la puerta del medio o del final y no pican el billete, ocupan todos los sitios, también los de personas mayores, y el resto va de pie, enlatados. Pasa cada día”. 

El interior de uno de los autobuses frecuentados por turistas en Barcelona.

El interior de uno de los autobuses frecuentados por turistas en Barcelona. / RICARD CUGAT

Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) responde que no dispone de agentes cívicos. “Lo que hacemos son inspecciones para controlar las frecuencias de paso, las paradas y el funcionamiento en general en diferentes momentos del día”, asegura. 

La compañía admite que detecta “una demanda más alta” durante el verano en las líneas que enlazan con el Park Güell. TMB informa de que ha reforzado el V19 con nueve buses -también se ha visto más concurrido de lo normal por el corte en la L4 de metro- y el 24 con uno. No ha hecho lo mismo con el 22, al no apreciarse “ningún incremento significativo” de viajeros que se apeen en el Carmel. 

“Si pusieran más, se llenarían”

Pilar se baja justo antes del repecho que desemboca en el Park Güell. “Ahora pasan muchos del V19 seguidos. Si viene uno muy lleno, me espero al siguiente. Es verdad que, si pusieran más, también subirían con bastantes turistas… Pero el de hoy no iba lleno”, destaca. 

En cambio, Jaume Piqué no los ve suficientes. “Deberían ser más frecuentes, porque hay muchos turistas. Los de un lado van a la playa y los del otro, a los búnkers… A menudo no me puedo sentar hasta que el conductor ha pasado del Carmel”, se queja el hombre, ya veterano. 

La parada colindante al Club Natació Catalunya queda a pocos pasos de la salida del Park Güell. Está desbordada al rebasarse el mediodía. Quienes no caben bajo la marquesina para resguardarse del sol se tuestan en la acera, algunos de ellos sentados en el bordillo. “A esta hora, la bajada es terrible”, coinciden Carina y Lupe, mientras aguardan el bus que remonta hasta el Carmel. “Llega también muy lleno, pero se desocupa justo en la siguiente parada”, precisan. Se refieren a la marquesina que da a la calle Albert Llanas, que hace las veces de plataforma de desembarque de turistas. 

Parada de bus cercana a una de las salidas del Park Güell, en Barcelona.

Parada de bus cercana a una de las salidas del Park Güell, en Barcelona. / RICARD CUGAT

A Lupe le irrita que parte de los viajeros se agolpen al principio del pasillo del bus, sin distribuirse hasta el fondo. “¡Pero si atrás está vacío! Les decimos en su idioma que pasen hacia atrás, pero no hacen caso”, lamenta. “Hay a quien le molesta cualquier cosa -replica Elisenda-. Es cierto que sube bastante gente, pero no me molesta, yo también hago turismo fuera. Pero se nota que hay más malestar”. "La gente empieza a estar muy harta", apostilla Laura.

Media hora de espera

Las aglomeraciones en los buses son uno de los motivos que han empujado a parte del Carmel a manifestarse contra la masificación turística. “Vecinos, nos están echando del barrio”, se lee en una pancarta colgada detrás de una parada próxima a los búnkers. Juan Carlos resopla cuando se le pregunta por la acumulación de turistas en los buses. “He tenido que esperar media hora hasta que he podido subir en uno del 119, un bus de barrio, porque esos también los llenan -recalca-. Aquí vivimos mucha gente mayor y hay que echarle valor para subir desde el mercado”. 

A medida que la tarde avanza, grupos de jóvenes se apean del 24 a la altura de la calle Mühlberg, uno de los atajos hacia las baterías. Algunos cargan con bolsas, como cuando proliferaron los botellones meses atrás. Juan Carlos puntualiza que “los problemas han bajado ahí arriba”. Cree que se debe más a las protestas que a la valla con que el consistorio cierra los vestigios de la Guerra Civil a partir de las 19.30 horas. 

No obstante, el vecino atestigua que no ha cesado el trasiego de madrugada. “Sigue bajando gente a las cinco de la mañana. No se meten con nadie, pero hacen ruido… Barcelona no estaba preparada para la cantidad de gente que está viniendo -piensa Juan Carlos-. Lo que nos traen es turismo de borrachera, como en Lloret”.

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