La frágil vitalidad de la lengua

El catalán resiste con dificultades en Barcelona: mínimo histórico del 38% en el uso

El catalán, minoritario entre los jóvenes en todos los distritos de Barcelona

Reggaeton y 'youtubers' asfixian el uso del catalán entre los adolescentes

Los impactos de la inmigración, el turismo o la dispersión a causa del coste de la vivienda ponen a prueba al idioma en la capital, clave para que no retroceda en Catalunya

Un cartel de rebajas escrito en inglés, catalán y castellano, en una tienda de Barcelona.

Un cartel de rebajas escrito en inglés, catalán y castellano, en una tienda de Barcelona. / ELISENDA PONS

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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El catalán, sobre todo en su uso más asiduo, ha decaído en Barcelona en las últimas cuatro décadas. Coinciden los sondeos, los análisis y también la impresión a pie de calle. “Lo midamos como lo midamos, se ha reducido como lengua habitual desde finales de los años 80, pero la realidad es mucho más compleja”, previene Natxo Sorolla, miembro del Centro de Investigación en Sociolingüística y Comunicación de la Universitat de Barcelona (UB).

Con esa precaución cabe examinar los datos que testean la salud del idioma en la capital de Catalunya y que revelan un descenso en el hábito. Una de las estadísticas más recientes para chequearlo es la Encuesta de Servicios Municipales del Ayuntamiento de Barcelona. Tiene la virtud de cultivar una serie histórica que abarca desde 1989, lo que concede perspectiva suficiente para percatarse de que el catalán evoluciona a la baja en la urbe, sobre todo desde principios del siglo XXI. 

La curva que mide las constantes del idioma no se hunde en picado, sino que se desliza por una pendiente ligera. De tanto en tanto, repunta con algún que otro rebrote, pero sin igualar los resultados de primeros de los 90. Entonces el catalán le seguía los pasos de cerca al castellano en Barcelona, a tenor del estudio municipal. Incluso hubo algún año en que la lengua de Pla ganó el pulso a la de Cervantes.

La última edición de la encuesta, basada en 6.000 entrevistas realizadas entre febrero y mayo de 2022, estima que el catalán es la lengua habitual del 38% de los habitantes de Barcelona. Es la menor proporción de los últimos 33 años, aunque el mínimo histórico registrado en el estudio de opinión está lejos de poderse equiparar a un desplome. Atiende más bien al descenso paulatino que la lengua viene trazando en los últimos 20 años. Desde entonces, han arraigado terceros idiomas, reflejo de la colonia inmigrante afincada en la urbe. Además, la brecha con el castellano se ha ensanchado: el uso del catalán se hallaba solo dos puntos porcentuales por debajo del otro idioma cooficial en 2002, mientras que la distancia a favor del español se amplió a 17 puntos en 2022.

El uso cotidiano

“Las disminuciones no son dramáticas pero, en porcentaje, sí encontramos reducciones en la lengua inicial, que es la que se recuerda que se hacía uso en casa, o en la de inicio de una conversación”, señala Avel·lí Flors, también investigador de Sociolingüística en la UB. Sorolla sostiene que el descenso del catalán en la ciudad no es crítico si se compara con “otras lenguas minorizadas que han sufrido condiciones similares". "El occitano está en peligro de transmisión intergeneracional y no es una lengua media con 10 millones de hablantes, como el catalán, un caso muy excepcional a nivel internacional”, distingue.

Una consulta de la Generalitat de 2018 -la última disponible- concluye que retrocede la frecuencia con que los hablantes se arrancan en catalán en las conversaciones espontáneas en un comercio, el trabajo o cualquier otra circunstancia del día a día en Barcelona. Los hablantes que abordan una charla siempre en catalán cayeron tres puntos porcentuales, de un 19,6% a un 16,5%, aunque crecen los que lo hacen a menudo (de un 30,2% a un 31,1%). El promedio de quienes no desisten nunca del catalán en el conjunto de Catalunya son más numerosos que en la capital, si bien bajaron de 24,7% al 23,6% en el mismo período.   

Los sociolingüistas consultados coinciden en que el parámetro fundamental para entender por qué el catalán se contrae en las encuestas de uso es el profundo cambio poblacional que Barcelona ha experimentado este siglo al atraer amplias capas de inmigración. "El uso del catalán ha retrocedido más que en otros sitios y tiene que ver con la conversión de Barcelona en una ciudad más internacional, que acoge a población que viene a trabajar de todos los niveles y clases sociales, estudiantes, turistas...", enumera el secretario de Política Lingüística de la Generalitat, Francesc Xavier Vila.

El influjo de la vivienda y el turismo

En el 2000, 108.763 vecinos de la capital habían nacido en el extranjero. Representaban el 7,2% del padrón. En 2022, sumaban 481.657 personas, el 29,3% de los habitantes. “El factor demográfico es clave, pero hay más”, aclara el director del Centro de Investigación en Sociolingüística de la UB, Emili Boix. Menciona el encarecimiento de precios y la crisis social. “Es otro factor importante. Hay vecinos autóctonos que buscan casa fuera de Barcelona a causa de los precios de la vivienda y eso puede cambiar la ciudad”, recalca. 

“Al fin y al cabo, el uso del catalán es reflejo de las dinámicas sociales y económicas de Barcelona”, postula Flors, que advierte de los efectos que se desprenden del turismo y el mercado inmobiliario también sobre el vigor del catalán. “Un modelo muy orientado al turismo, los servicios y a sectores de trabajadores móviles internacionales es una apuesta con plasmaciones lingüísticas”, avisa el experto. “Mientras se perpetúe este modelo económico, de población y vivienda será difícil que el uso del catalán remonte” en la urbe, remata.

"El cambio de vocación económica de Barcelona ha tenido un impacto [en el catalán] que no es el mismo que el que se da en otras zonas del país", corrobora Vila. “El incremento de la actividad turística también va en demérito de la oferta y el uso del catalán”, abunda Albert Fabà, sociolingüista. “Eso afecta a los distritos centrales, como el Eixample y Ciutat Vella. En el caso de Ciutat Vella, se encabalga con un incremento muy notable de personas nacidas en el extranjero. Explica que tenga los índices de catalán más bajos de la ciudad”, agrega. 

Dos anuncios de alquiler, uno en castellano y otro en catalán, en el distrito del Eixample, en Barcelona.

Dos anuncios de alquiler, uno en castellano y otro en catalán, en el distrito del Eixample, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Según la encuesta de servicios del consistorio, el 15,1% de los consultados en el distrito histórico de Barcelona afirmaron no entender el catalán. Son más del doble que en el segundo distrito con menos hablantes del idioma, el Eixample, con el 7,2%. Al mismo tiempo, los investigadores avisan del riesgo de racializar el uso del catalán; es decir, soslayarlo al dirigirse a personas a las que, solo por su aspecto, se los prejuzga como foráneas. “Sabemos de gente de fuera que han aprendido el catalán pero tienen dificultades para que alguien se les dirija en esa lengua. Es un cambio de costumbre por afrontar”, apostilla. 

Un bastión irrenunciable

Un estudio municipal que certificó el uso minoritario del catalán en los jóvenes de todos los distritos antecedió a la presentación de un protocolo para promoverlo, en que el ayuntamiento vierte 24,2 millones de euros. Los sociolingüistas los identifican como bilingües activos, en que los hablantes de una y otra lengua tienden a confluir. "Aunque la aproximación no es simétrica: los catalanohablantes usan mucho más el castellano que los castellanohablantes emplean el catalán", matiza Sorolla.

"A falta de estudiarlo, se detecta que los jóvenes no consideran tan importante emplear el catalán en ciertas situaciones y aceptan pasar al castellano sin que les represente un problema. A nivel estructural, puede acabar siendo problemático, aunque ellos no lo experimentan así", constata Flors. En cualquier caso, lo que no se percibe es que la lengua flaquee por rechazo. “No hay un fenómeno de deserción masiva”, palpa.  

Pese a ceder en los sondeos, los sociolingüistas destacan que la urbe ejerce de bastión para que el catalán conserve la vitalidad. “La excepción del catalán es Barcelona, que no desaparezca del ámbito urbano ni de las clases medias, las que crean modelos de uso para la población de otros lugares”, resalta Flors. Subraya el contraste con lo que ocurre en Galicia: “A principios de los 90, el 80% de la población hablaba gallego, pero apenas se utilizaba en A Coruña, Vigo y Santiago, muy castellanizadas, como València, Alacant o Elx. Ahora el gallego se encuentra en una gran crisis de uso, y la diferencia con el catalán son las ciudades. De ahí que Barcelona le sea muy relevante. Si pasara a ser un emblema de castellanización, la dinámica del país con el catalán podría variar”.

“Los cambios demográficos son muy relevantes e, históricamente, han puesto al catalán en una situación compleja y complicada", observa Sorolla. "Pero los impactos podrían haber sido más brutales si no hubiese la administración detrás, especialmente con el sistema educativo, ni la transmisión social que sostiene a la lengua”, puntualiza.

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