chequeo de la población

Uno de cada cuatro barceloneses ha nacido en el extranjero

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Carles Cols

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Uno de cada cuatro barceloneses ha nacido en el extranjero. Puede que en cifras absolutas impresione aún más. Más de 400.000 barceloneses, sobre una población total de 1,6 millones de habitantes, han nacido en otro país. Barcelona es cada vez más Babel. Es el retrato hiperrealista, como un cuadro de Richard Estes, que ofrece el último padrón elaborado por el servicio de estadística municipal de la ciudad. En términos médicos, el padrón es un chequeo completo, en este caso a una ciudad demográficamente enferma, no por la procedencia de sus vecinos, claro está, sino por el sinfín de datos suplementarios que ofrece sobre sus dolencias, pues retrata una sociedad con más mayores de 65 años que menores de 18, donde lo más común es que la gente viva sola en casa (sucede así en casi uno de cada tres pisos) y donde sus barrios más antiguos (Gòtic, Poble Sec, Santa Caterina, Barceloneta…) pierden población sin solución.

El plato principal que sirve este año el padrón, en cierto modo como una novedad estadística hasta hora no suficientemente ponderada, es el de los nacidos en el extranjero. En ediciones anteriores lo habitual era destacar solo la cifra de extranjeros, también notable, 301.626 personas, según el último cómputo, un 18,5% de la población, cifra récord de la serie histórica, pero el creciente número de procesos de nacionalización obliga a poner ese dato en un segundo plano, a favor del de nacidos en el extranjero, los 400.000, que permite comprender mejor la complejidad social y cultural de Barcelona, una ciudad donde el 72,5% de los empadronados extranjeros hace menos de seis años que reside aquí.

Es más, cada uno de esos dos sistemas de medición ofrece resultados no solo numéricamente distintos, sino también cualitativamente diferentes. Toca cambiar el chip de las percepciones.

Por ejemplo: la comunidad extrajera más numerosa de la ciudad es la italiana. Es así desde hace años. Ya no sorprende. Y menos aún si se tiene en cuenta el secreto de esa cifra. Buena parte de esos 18.715 italianos son en realidad argentinos que por sus antepasados han obtenido el pasaporte de la tricolor. Sin embargo, por lugar de nacimiento, la comunidad local más nutrida es la peruana, todo un sorpresón. A 1 de enero del 2018 eran 24.378. Lo que ocurre es que casi dos terceras parte de ellos tienen ya pasaporte español. Superan en número a los argentinos, a los ecuatorianos (otro colectivo que mayoritariamente viaja ya con pasaporte español), a los colombianos y a los paquistanís, por citar los cinco primeros puestos de la clasificación.

Dos tercios de los peruanos residentes en Barcelona ya disponen de pasaporte español

Hace 25 años, la presencia de extranjeros en Barcelona era prácticamente testimonial. Alrededor de un 2% a principios de los años 90. Con el cambio de siglo la gráfica fue la de un Tourmalet, hasta que en el 2008 sucedió lo inimaginado con anterioridad. Fue entonces cuando los extranjeros pasaron a ser el segundo colectivo más numeroso de la ciudad, por detrás de los nativos de Barcelona. Es decir, superaron en número a los barceloneses nacidos en el resto de España. Es más, esa cifra, la de los españoles para los que Barcelona es un buen lugar al que ir a vivir, persiste en su lento pero indiscutible declive. Esta suma de factores propicia que, según revela el padrón, solo uno de cada dos barceloneses haya nacido en esta ciudad, uno de cada cuatro sea extranjero, el 16,9% sea originario de otras comunidades autónomas (eran el 30% en 1990) y apenas un 7,4% haya nacido en el resto de Catalunya.

La suma y resta de altas y bajas, en resumen, ha permitido que la población total de Barcelona haya crecido muy levemente del 2017 al 2018. Un 0,23% de incremento es prácticamente una línea plana. En Barcelona hay oficialmente empadronados 1.628.936 habitantes. La cifra real puede diferir. Siempre ocurre. Tal vez más ahora, fruto del creciente fenómeno de las habitaciones alquiler. Son cada vez más las personas que no pueden acceder a un piso y se tienen que conformar con alquilar una habitación a terceros, una salida inmobiliaria en la que el dueño de la vivienda puede imponer la condición de que no se empadrone en la finca, para así no dejar rastro para Hacienda. En cualquier caso, la cifra es la que hay, 1,6 millones de habitantes, 3.799 más que en el padrón anterior, gracias a que hay 12.951 extranjeros más y 9.152 nativos menos.

El padrón, lo dicho, es un manantial de datos que ayudan a comprender la ciudad y, puede, a prever hacia dónde se encamina. La letra pequeña revela que por primera vez las mujeres son mayoría en el segmento de la población extranjera, por poco, cierto, 151.249 contra 150.377, pero el dato subraya que atrás queda la época en que los hombres eran la avanzadilla de la emigración, a la espera de realizar algún día un proceso de reagrupación familiar. Ello permite, de paso que proporcionalmente, con independencia del lugar de origen, el censo local siga siendo mayoritariamente femenino. Las mujeres son un 52,7% de la población, pero no en todas las franjas de edad. Hay más hombre que mujeres entre los menores de edad y entre los 35 y los 44 años. El equilibrio se rompe abruptamente a partir de los 65 años. Emerge ahí otro dato a destacar. Por encima de esa edad, el número de mujeres supera al de hombres en más de un 50%.

Sigue en pie, de este modo, esa pirámide de edad acebollada, como la cúpula de un palacio oriental de cuento, aunque arquitectónicamente algo inclinada hacia la derecha. No es, desde la perspectiva de la medicina demográfica, una pirámide sana. El futuro es incierto.

A principios de los años 80, la media de edad en Barcelona era de 37 años. Aunque que la esperanza de vida era más baja, lo cual contribuyó a que la media no fuera alta, lo cierto es que la barcelonesa era entonces una sociedad joven. Saltaba a la vista. Desde entonces, ha encanecido progresivamente. A fecha de hoy, la media oficial es de 43,9 años. Podría ser peor, si no fuera, precisamente, por la aportación de los extranjeros residentes en la ciudad. Su media de edad son los 33,6 años, mientras que la de los nativos es de 46,3.

El problema de fondo, sin embargo, no el dato coyuntural, que la media de edad sea cuarentona, sino lo que sugiere el conjunto de la pirámide. El 21,5% de la población tiene más de 65 años. El 12,6%, menos de 14 años. Esa desproporción se repite con distintas intesidades en todos los distritos de la ciudad. Si acaso, por destacar un brote verde, ahí está el caso de Diagonal Mar, el barrio de la ciudad con más niños, un 19,4% de la población. El reverso de esa moneda son barrios como el Gòtic o la Barceloneta, donde los niños son un colectivo estadísticamente inapreciable.

En uno de cada tres pisos vive solo una persona

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">El padrón radiografía la población, pero también aporta información, de forma secundaria, sobre <strong>el parque inmobiliario de la ciudad</strong>. No sobre sus precios, pero sí sobre su número y sobre su uso. A 1 de enero del 2018, había censados en Barcelons 660.816 domicilios, 2.441 más que en la misma fecha del año anteior. Para una población total de 1,6 millones de habitantes y en un mundo ideal, que no es el caso, no parece que debiera haber problemas de vivienda, de aumento de los precios de alquiler y venta como si se tratara de un bien escaso. Hay que ir de nuevo a la letra pequeña para descubrir las anomalías.</span>