Operación pendiente

La Casita Blanca: una década sin sexo furtivo para tener una plaza desangelada y semidesierta

El espacio que ocupaba el histórico ‘meublé’ sigue pendiente de una reforma urbanística que debe alumbrar una zona verde y que nunca llega

Aspecto actual del espacio donde estuvo la popular Casita Blanca, en Barcelona.

Aspecto actual del espacio donde estuvo la popular Casita Blanca, en Barcelona. / Ricard Cugat

Toni Sust

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“Eran los vecinos perfectos”. Así recuerda Irene Güell, secretaria de la entidad vecinal Gràcia Nord-Vallcarca, a los responsables y a los discretos ocupantes de la Casita Blanca, el histórico ‘meublé’ que fue cerrado y demolido en 2011 por el Ayuntamiento de Barcelona a raíz de la afectación del espacio por una reforma urbanística que por ahora no se ha producido.

Once años después de que la piqueta se llevara por delante la Casita Blanca, uno de los edificios que más placer debió de atesorar en su interior, situado en el número 37 de la avenida de Vallcarca, con una entrada discreta en la calle de Bolívar, y frontera también con la de Ballester, el resultado es un páramo, una placita de tierra desangelada y a menudo desierta, con unos cuantos asientos, pocos, entre los que destacan varios amarillos con una base de cemento, tan terriblemente horrendos que ni Martin Braithwaite se sentaría en ellos para poder quedarse en el Barça.

El concejal Eloi Badia propuso esta semana a los vecinos acometer media reforma prevista y que la zona verde llegue por ahora a Agramunt

Algunos árboles ofrecen sombra al pequeño desierto. Pero nada de lo que se ve compensa que se pusiera fin al sexo furtivo para que el Ayuntamiento de Barcelona completara una reforma urbanística que debía dar paso a una zona verde. Pasada una década larga, esa operación sigue bloqueada.

Un mural que no hace justicia

Pasar por ahí entristece, y no consuela el mural que se supone que homenajea al que fuera foro del engaño conyugal, aunque también se contaban, dicen los testimonios de los cerca de 90 años de actividad del establecimiento, parejas estables en busca de un escenario distinto.

El mural: una casita encima de un árbol con una pareja en un columpio que recuerda más a una merienda campestre que a los coitos que allí se sucedieron en alguna de las 50 habitaciones que tenía el establecimiento. Una oportunidad perdida, como denunció ya este diario hace siete años, ese mural.

Cierra el HM-14

En la sede de la asociación vecinal Gràcia Nord-Vallcarca, Irene Güell, 85 años que podrían ser 58, recuerda con su memoria precisa cómo se perdió aquel inmueble para que nada extraordinario haya pasado a cambio. De hecho, Güell informa de que el barrio pierde otro meublé, situado en el número 14 de la avenida de Vallcarca, el HM-140: “Era más pequeño que la Casita Blanca. Tenía 10 habitaciones, cada una con su propio estilo. Cuando lo abrieron, invitaron a los vecinos de las fincas cercanas a visitarlo. Ahora abrirán un hotel”.

Los vecinos informan de que otro 'meublé' de la avenida de Vallcarca, el HM-14, cierra sus puertas

Güell afirma que los responsables de la Casita Blanca y su personal eran “muy participativos” en el barrio, que iban a las fiestas. Y que había gente que iba a dormir en invierno solo para asegurarse el calor que no tenían en sus viviendas.

El inmueble quedó afectado a finales del franquismo por una operación muy contundente que debía dar paso a una vía que conectara Vallcarca con la plaza de Joanic, y que se descartó con la llegada de la democracia.

La zona verde está verde

Pero la zona verde proyectada mantuvo la guadaña municipal amenazando al negocio. Finalmente, en 2011 la fiesta sucumbió, el negocio cerró y el edificio fue demolido. El cierre dejó sin empleo a los 30 empleados que se ocupaban de acoger a los amantes estables u ocasionales. Once años después, el concejal de Gràcia, Eloi Badia, mantuvo esta semana una reunión con representantes de Gràcia Nord-Vallcarca para intentar desencallar la reforma que no llegó.

Güell considera que el último concejal que se atrevió a actuar en la zona fue Guillem Espriu, durante el mandato de Jordi Hereu como alcalde. “Espriu nos dijo que tenía un dinero disponible para ampliar la acera de la avenida de Vallcarca del lado Besòs (es decir, subiendo a la derecha), desde Maignon para arriba. Fue el único que se la jugó en Vallcarca. Pero perdieron las elecciones”, comenta sobre el último gobierno monocolor del PSC en Barcelona.

A los ediles posteriores, dice, les sobró miedo. Y no se movió mucho más. “Lo único que se hizo es Can Carol, el centro cívico, el regalo del distrito a los alternativos”, explica con retranca. Gràcia-Nord Vallcarca se aferra a la modificación del Plan General Metropolitano aprobada en 2002, que prevé la construcción de una zona verde desde encima de Lesseps hasta la casa modernista Comas d’Argemir, una vivienda obra de Josep Vilaseca que linda con la calle de República Argentina, la de Bolívar y la avenida de Vallcarca.

Cuenta Güell que a raíz del plan de 2002 se indemnizó a casi todos los propietarios de las viviendas que tienen que dejar paso al verde. Pero como no se actuó, hubo consecuencias: “Todas las casas del lado izquierdo, subiendo, están okupadas. Nunca hemos podido determinar el número. Pero es que es un barrio okupado”.

La oferta de Badia

Preguntado por sus planes en el solar que albergó a la Casita Blanca, el consistorio informa de que la previsión de la zona verde colisiona con la falta de acuerdo vecinal. Güell certifica que no existe consenso, porque la oferta de Badia en la reunión de esta semana es acometer la reforma solo hasta la calle de Agramunt, es decir, considerablemente por debajo de la casa Comas d’Argemir. Y para eso los vecinos deberían renunciar al plan anterior, más amplio.

“¿Qué garantía tenemos de que luego llegarán hasta arriba?”, se pregunta Güell. La entidad hablará con sus asociados para responder a Badia. Pero todo apunta a que por ahora, donde hubo sexo y jarana, seguirá habiendo unos asientos amarillos tremendos bajo un mural más bien soso y pacato.

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