LA NOCHE PERFECTA

Luuk de Jong se redime en la casa de Etoo

Luuk de Jong cabecea el gol del triunfo azulgrana en Mallorca adelantándose a Araujo.

Luuk de Jong cabecea el gol del triunfo azulgrana en Mallorca adelantándose a Araujo. / FCBARCELONA

Marcos López

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Estaba maldito. No solo porque se le vio con desprecio cuando llegó en el último minuto del mercado veraniego. Cambió el Barça a Griezmann, un salario que no podía ni quería mantener, por Luuk de Jong, un delantero que era la tercera opción en el Sevilla. No puso problema alguno el club andaluz en dejarle salir para que se reencontrara con Koeman, pero ahora en el Camp Nou.

Maldito desde que llegó porque su figura, alto, desgarbado, no encaja en el manual del estilo azulgrana, que repele a este tipo de ‘nueves’. Pero el Barça, en un partido que Xavi nunca habría querido jugar, se puso en los pies y en la cabeza del neerlandés, a quien le anda buscando destino en este mercado invernal para hacerle hueco a Morata. O a quien venga. 

Y él, entretanto, seguía maldito. Maldito y horrible resultó su primer disparo en el que la pelota, triste y burlona, abandonó con tanta lentitud el césped de Son Moix que parecía estar dispuesta a tomarse un té caliente en la noche balear. Luuk no se deprimió. Pudo hacerlo. Aunque escogió la vía de la rebelión, estableciendo una singular conexión con Mingueza, improvisado lateral derecho.

Escapando de la maldición

Atrapado en esa maldición que le persigue desde que aterrizó en el Camp Nou ("soy un delantero distinto", decía él y ratificaba Koeman sin que nadie les hiciera caso) parecía ahogarse en un partido que podría haber supuesto su condena definitiva. Igual ya lo está, a la espera de que venga un nueve de tronío, al que se le caigan los goles por todos lados. Ubicado en el corazón del área mallorquinista esperó su momento.

Hasta que lo detectó Jutglà, tipo astuto capaz de venir desde la banda izquierda hasta el centro para dejarlo solo ante Reina. Se estiró tanto el espigado delantero que llegó a rozar con su bota derecha la pelota hasta que se cruzó en su camino el poste izquierdo del meta insular. De nuevo, la maldición.

Etoo, homenajeado en Son Moix, ante los titulares del Barça.

Etoo, homenajeado en Son Moix, ante los titulares del Barça. / Cati Cladera / Efe

Más de lo mismo para Luuk, ese delantero tosco y extraño que chirriaba en el universo culé, aunque espantó ese desamor con una soberbia chilena, un prodigio de ejecución técnica, que el travesaño del Mallorca escupió con tanta violencia que era, en realidad, un acto de injusticia. Injusticia porque hay jugadas que merecen traspasar la memoria para pertenecer a momento que no se olvidan. ‘¿Te acuerdas de la chilena de Luuk en Mallorca?’, dirían los aficionados, incluso los que no son (ni quieren ser) del Barça.

Pero no siempre el juego es justo. Y en casa de Samuel Etoo, allí donde voló camino del Camp Nou, Luuk aprovechó su cuarto, que no último remate, para reconciliarse con el gol que tanto necesitaba. Él. Él y el Barça, por supuesto. Un gol que hizo sonreír a Koeman, cómodamente instalado en su casa, situada en la zona alta de Barcelona.

Y la decisiva mano de Marc

Mientras Luuk volaba por el aire, anticipándose incluso a Araujo en ese cabezazo que aprovechó, además, el resbalón involuntario de Manolo Reina, el portero del Mallorca. Involuntario e inoportuno porque quedó convertido en espectador privilegiado de ese vuelo del delantero extraño y tosco que tomó prestado el disfraz de héroe por una noche.

El portero alemán del Barcelona Marc-Andre ter Stegen desvía un disparo del defensa español del Real Mallorca Jaume Costa.

El portero alemán del Barcelona Marc-Andre ter Stegen desvía un disparo del defensa español del Real Mallorca Jaume Costa. / JAIME REINA / AFP

Y todo ante la mirada de Etoo, un nueve salvaje, indomable, tipo que inyectó veneno a cada balón que tocaba, ahora transformado en el presidente de la federación camerunesa, emocionado como estaba en esos abrazos con Xavi, su excompañero, ahora técnico, y Carlos Naval, el delegado de toda la vida del Barça.

Samuel estaba en el palco mientras los niños no dejan de salir (primero Álvaro Sanz; luego, Estanis) para inyectar esperanza y luz en noches dignas del fútbol italiano, achicando balones de manera desesperada con Piqué besando la frente de Ter Stegen, que marcó el otro gol de la noche. El primero fue de Luuk; el segundo, con esa poderosa mano derecha de Marc.