Gente corriente

Nino Gorgadze: «No me avergüenza limpiar, pero mi vida es el teatro»

«No me avergüenza limpiar, pero mi vida es el teatro»_MEDIA_1

«No me avergüenza limpiar, pero mi vida es el teatro»_MEDIA_1 / periodico

NÚRIA NAVARRO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nino Gorgadze (Kashuri, Georgia, 1975) vive un doble exilio. De Tiflis a Barcelona. Del glamur al detergente. Hasta hace ocho años, fue primera actriz en el teatro nacional de Akhaltsikhe, al suroeste de la república exsoviética, y ahora trabaja de empleada del hogar y de eventual traductora para compatriotas recién llegados. Su anhelo es estar sobre -o al lado, o cerca, o detrás- del escenario.

Era primera actriz en un teatro estatal de Georgia, al sur del Cáucaso, y sueña con volver al escenario. O al menos, estar cerca.

-Ocho años como empleada del hogar.En mi vida había fregado. Sin apenas hablar el idioma, me contrataron en una casa de Premià de Mar. El primer día abrí el armario de los productos de limpieza y no supe para qué servían aquellos artículos. Recuerdo la vulnerabilidad que sentí al volver en tren, viendo una hilera de casas iguales, sin saber dónde bajar. Sentí alivio cuando, a las dos semanas, me despidieron por no poder comunicarme bien con los niños de la casa.

-¿La cosa mejoró? Aprendí un poco más el idioma y trabajé para una señora que me ayudó mucho. Pero echaba tanto de menos mi trabajo...Durante años soñé una y otra vez que salía al escenario y no recordaba el texto.

-¿Vino sin saber qué le esperaba? Sabía a qué venía. O a limpiar o a cuidar de niños y ancianos. Mi sueldo de actriz en Georgia era de unos 150 euros al mes y un alquiler rondaba los 50. No podía buscar un sobresueldo como camarera, por ejemplo, porque afectaba al respeto del público. Todo el mundo me reconocía. Sin embargo, no llegaba a fin de mes. Mi hermana vivía en Barcelona, y yo pensé en trabajar tres años, ahorrar y regresar. Pero el nivel de pobreza en Georgia ha ido empeorando.

-No puede ser actriz y no puede volver. Pero nací para ser actriz. En las excursiones escolares ya cogía el micro del bus, recitaba versos y mis compañeros me aplaudían. Mis padres se oponían a que fuera artista, así que me mudé a Tiflis y fui a la facultad de Historia. Un día vi un letrero y me presenté a una prueba. Finalmente, estudié teatro y entré en la compañía estatal de Akhaltsikhe. En 15 años representé unas 30 obras - la mayoría como protagonista-, entre ellas Bodas de sangre de Lorca. Tenía un camerino con mi nombre, asistentes que me vestían y maquillaban.

-Una diva, usted. A menudo me reconforta pensar que nunca traté mal a las personas que trabajaban para mí. La vida da muchas vueltas y ahora soy yo la susceptible de recibir un trato de desprecio, cosa que no ha ocurrido. La gente es muy amable conmigo.

-Pero el 'shock' no se lo quita nadie. No me avergüenza limpiar. Si no trabajo en el teatro, cualquier tarea me parece bien. Pero el teatro es mi vida. Aunque no tuviera ensayo, igualmente pasaba por la institución. Era mi casa. Nunca me cansaba. Echo de menos al público, comunicar. En el escenario es donde puedo respirar con los dos pulmones.

-¿Ha probado suerte aquí? Preparé un verso de Lorca y me presenté al cásting de La Riera. Me dijeron que lo había hecho muy bien, pero la pega es que no hablaba catalán (ahora lo estoy estudiando). He molestado mucho al TNC y al Liceu, dejando currículos. Es tal mi necesidad de teatro que, si no puedo actuar, trabajaría de acomodadora o de cualquier cosa que estuviera cerca de la escena.

-¿Tiene fe en conseguirlo? No la pierdo, no. Las cosas cambian. No creo que toda la vida esté en esta situación. De hecho, me apunté a clases de flamenco y formo parte de un grupo maravilloso. Actuamos en el Teatre Principal de Badalona a beneficio de niños refugiados o enfermos. Después de siete años y medio, la primera vez que pisé las tablas pensé: «Me voy a morir». No puedo explicar lo que sentí. Volvía a ser yo.