Gente corriente

Lola Galván: "Me presento: me llamo Lola y soy una 'sin teta'"

Firma un libro y un monólogo teatral en los que narra con humor y sinceridad su experiencia con el cáncer de mama

«Me presento: me llamo Lola y soy una 'sin teta'»_MEDIA_1

«Me presento: me llamo Lola y soy una 'sin teta'»_MEDIA_1

GEMMA TRAMULLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En uno de los capítulos de Conversaciones con una tetaLola Galván narra con desparpajo la angustia que siente una mañana cuando, en el momento de vestirse para salir, no encuentra por ninguna parte el postizo que desde hace semanas ocupa el lugar de su pecho izquierdo (y que al cabo de un rato aparecerá en el maletero del coche). Unas páginas más adelante, es capaz de describir con atroz sinceridad los efectos de la quimioterapia en su ánimo o la desazón ante la falta de apoyo de su pareja. Este cóctel de humor y cruda sinceridad fue el mejor aliado que tuvo esta vecina de Torredembarra para luchar contra el cáncer de mama que le detectaron en el 2005. Además del libro, su experiencia se recoge en el monólogo Tot és veritat (contacto: totesveritat@yahoo.es.)

-¿Cómo se le ocurrió iniciar un diálogo con el pecho que iban a extirparle? Me encontraron seis tumores malignos y tuve que someterme a una mastectomía radical. El día antes de ingresar en el Clínic me duché y le pedí a una amiga que me hiciera una foto desnuda. Al salir de la ducha empecé a escribir notas: «Hoy es el último día que tú y yo dormiremos juntas, porque mañana te vas...». Son cosas que necesitaba decir en aquellos momentos y así salió el libro.

-En pleno tratamiento de quimio y radioterapia también empezó escribir un monólogo titulado Tot és veritatEstaba hinchada como un globo y me sentía agotada, pero cuando ensayaba con el director Quique Culebras en la Sala Trono de Tarragona me sentía feliz. El espectáculo es una colección de anécdotas reales de mi vida privada, cosas que la gente suele esconder por vergüenza.

-¿Siempre ha sido tan abierta? Vivimos muy encorsetados, siempre con miedo al ridículo: «Esto no se puede decir, esto no se puede hacer...». Para mí el sentido del humor siempre ha sido muy importante y la mejor manera de practicarlo es conmigo misma. Ahora me presento así: «Hola, me llamo Lola y soy una sin teta».

-¿Cree que sus historias pueden ayudar a otras mujeres? Estoy convencida. Una vez una asociación contra el cáncer me invitó a representar el monólogo en Roses. Antes del espectáculo estuve firmando libros y se me acercó una mujer que había perdido a su hija de 24 años. «Mi vida ya no es vida», me dijo. En aquel momento no supe qué decirle, pero cuando terminé el monólogo se me acercó y me dio las gracias porque había conseguido hacerla reír. Es lo más maravilloso que me ha pasado.

-El último capítulo del libro está dedicado a su padre. Adoraba a mi padre, ha sido siempre mi referente. Empezó como recogepelotas en el Tenis Turó de Barcelona y mantenía a toda la familia. Cuando terminaba su trabajo se ponía a practicar él solo contra una pared y después iba a una academia para aprender a leer y escribir. ¡Llegó a ser campeón de España de tenis!

-¿Cómo se llamaba? Rafael Galván, más conocido como Felico. Yo era hija única, la niña de sus ojos. Cuando me estaba tratando el cáncer a él le diagnosticaron alzhéimer y vivía en mi casa. Me veía calva y yo me inventaba historias para disimular. Murió sin enterarse de que estaba enferma, no quería hacerle sufrir.

-¿Qué consecuencias tuvo el cáncer en su trabajo? Toda la vida he trabajado en agencias de viajes. Acababa de operarme y estaba en una etapa difícil cuando entré en el RACC de Torredembarra. Les advertí de que tendría que hacerme revisiones y faltaría al trabajo, pero insistieron en que me querían a mí y les estoy muy agradecida.

-Sin embargo, no todo el mundo ha estado a la altura. No. Cuando me diagnosticaron el cáncer vivía en pareja, pero no pude apoyarme en él. He hablado con otras mujeres que me han confirmado que cuando te quitan un pecho la relación con el marido cambia. Paradójicamente, ahora vivo sola y me siento mucho más acompañada por mi familia y mis amigas.