LOS PLANES DEL NUEVO MANDATARIO
¿Por qué Trump no quiere a sus espías?
El presidente electo de Estados Unidos quiere someter a la comunidad de inteligencia de su país, fragmentando el poder de las agencias
Antonio Díaz
Profesor de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz y autor de 'Espionaje para políticos' (Ed. Tirant Lo Blanch)
ANTONIO DÍAZ
Temidos y respetados por otros políticos, puede extrañar la cerril animadversión que el presidente electo Donald Trump ha desarrollado hacia los servicios de inteligencia del país que en breve dirigirá. No son inusuales las manifestaciones de desafección hacia los espías de algunos políticos. De hecho, el canciller Helmut Kohl decía que el 80% de los informes de inteligencia eran falsos y que el 20% los podía leer al día siguiente en la prensa. En los propios Estados Unidos, el presidente Bush júnior tenía a gala el presumir de su bajo consumo de inteligencia. Pero como bien ha expresado James Clapper, director nacional de Inteligencia, hay diferencia “entre el escepticismo y el menosprecio”. Y si los Estados Unidos no han sufrido un gran ataque terrorista desde el 2001 no se ha debido solo a la casualidad.
Entonces, ¿por qué no quiere Trump a sus espías? Habría en mi opinión, tres posibilidades. Primero: Trump es un agente ruso, algo posible pero altamente improbable. Segundo: Es un inconsciente que aún no sabe qué hacer con sus nuevos juguetes, lo que posible pero poco probable a poco que hubiera prestado atención en alguna de las reuniones de inteligencia que reciben los candidatos presidenciales y comprobar el producto de alto nivel que genera la comunidad de inteligencia. Y, la tercera, que en mi opinión es la cierta. Trump es un empresario que está aplicando las técnicas que mejor conoce: las de la empresa.
EL PAPEL DEL FBI EN LOS CORREOS DE CLINTON
En este caso, aplica lo que algunos grandes hombres de negocio al llegar a los puestos más elevados; esto es, sacrifican a colaboradores muy cercanos para dar un mensaje claro al resto:"Si esto hago con quienes me han ayudado a llegar hasta aquí no querréis saber qué puedo llegar a hacer con quienes me desafíen”, en una estrategia propia del coronel Aureliano Buendía de García Márquez.
Y este mensaje sería necesario porque pocas dudas hay de que el FBI jugó sus bazas políticas durante la campaña apoyando a Trump al agitar el caso de los correos de Hillary Clinton. Trump sabe por tanto que la asepsia y neutralidad deseable de los espías no se produce siempre. Lo sabe a poco que conozca cómo el FBI lleva desde los años de Edgar Hoover jugando a política. Debe desactivar a los espías porque las evidencias para emplearlas en un futuro 'impeachment' contra él están ahí porque bien sabe Trump qué papel ha jugado el espionaje en su campaña; y, sin el respaldo mayoritario del Partido Republicano, su caída sería posible y probable.
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Pensar que un gran atentado en los Estados Unidos pondría en un brete a Trump es erróneo. El presidente alegaría la descoordinación existente, los difusos informes recibidos y la debilidad de las conclusiones de la comunidad de inteligencia. Trump no busca destruir a la comunidad de inteligencia sino someterla, de ahí su intención de eliminar una figura clave como el director nacional de Inteligencia y así fragmentar a las agencias. “Solo yo sabré todo”, puede que haya pensado.
RÉGIMEN DE PARTENARIADO GLOBAL
Acostumbrado a ganar en los negocios, Trump debería ser consciente de que en el negocio de la política y el espionaje tiene delante de sí a quien posiblemente sea uno de los políticos más fríos, calculadores e impenetrables de la historia reciente de Europa. Y tampoco debería olvidar que el presidente Putin fue un miembro de la poderosa agencia de espionaje KGB y posteriormente dirigió su sucesora, el FSB: conoce el negocio.
Las derivadas exteriores no son menores. La inteligencia estadounidense no es anecdótica. La gran mayoría de los servicios de inteligencia de los países medianos y pequeños necesitan como el agua lo que suministran la NSA o la CIA y, para los grandes aliados, sus sistemas de captación y espionaje electrónico son vitales. El régimen de partenariado global en el que se mueve la inteligencia pivota en torno a los Estados Unidos con la excepción de Rusia y China. La debilidad de los Estados Unidos espanta ahora mismo a dos tercios del planeta.
Trump conoce las estrategias empresariales pero quizá debería también conocer que el 'premier' británico Harold Wilson fue acusado en los años 60 de haber sido un agente de la KGB e investigado por los espías británicos. No hubo pruebas, pero el primer ministro cayó en lo que algunos han considerado un golpe de Estado en la ancestral democracia británica. Trump tiene elementos como para no perder de vista a sus espías y comprenderlos y reformarlos –como con convencimiento hizo Obama- antes que gobernar contra ellos si, claro, quiere acabar su presidencia...
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