Pequeño observatorio

Sobre los pecados capitales

Holgazanear un rato no es un pecado, sino una actitud saludable de descompresión

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Cuando yo era adolescente y estudiaba en los escolapios tuve que aprender los siete pecados capitales. No los he olvidado, seguramente porque entonces me inventé una extraña palabra que estaba formada por las iniciales de los siete pecados: Saligep. Gracias a este truco todavía los recuerdo: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza.

Convertir una serie de nombres en una palabra pronunciable es un recurso que he usado alguna otra vez, y ahora que la memoria ya tiene pereza me es útil. No quiero pasar por un santo, ni por un pecador profesional, pero me parece que de los siete pecados capitales hay uno que me costaría admitir: la envidia. La envidia es un pecado que me parece especialmente triste.

Los otros seis pecados pueden dar, cuando se practican, una perfecta satisfacción. A veces veo en la televisión algunos personajes, a menudo políticos, que se presentan con una soberbia o como mínimo  con una autosatisfacción notable. La avaricia es un pecado más invisible, un pecado que a menudo se practica en la intimidad. La lujuria es un deseo sexual intenso, dice la definición, pero costaría precisar a partir de qué punto el deseo es pecaminoso. La ira también tiene grados, incluso se habla de una «santa ira» y de una ira justificable ante un abuso.

Por lo que respecta a la gula, considerarla un pecado capital quizá es exagerado. Y si pasamos a la pereza, no puedo estar de acuerdo con la definición: «Repugnancia al trabajo, a la acción».  A mí me gusta más la palabra pereza, que se presenta como pecado capital. Protesto. Holgazanear es una bonita palabra; identifica, a mi entender, una necesidad humana. Un rato de holgazanear no es ningún pecado, más bien una actitud saludable de descompresión en medio de la tensión de un trabajo. La lista de los pecados capitales se estableció hace ya muchos siglos. Se debería revisar. Pero si nos da pereza...