¿Es nueva la nueva izquierda?

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ALBERT SÁEZ

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Ahora ya sabemos que el cielo de Pablo Iglesias estaba en Ferraz y no en La Moncloa. La mítica llamada a la revolución en el congreso fundacional de Podemos en octubre de 2014 no dejaba de ser un deseo abstracto hasta que en el Consejo Ciudadano de este sábado se concretó el misterio. Iglesias da por acabado el ciclo histórico de la izquierda ni más ni menos que del último siglo. Muerto el PSOE -ahogado, dice el líder morado, por una red clientelar que lo condena a caer con el régimen del 78- es el momento de que Podemos tome el relevo con "una estructura de cuadros que construya un movimiento popular". Tras prometer en sucesivas campañas electorales que su propuesta era un ajuste de cuentas con la casta, ahora la prioridad es devolver la hegemonía de la izquierda a quien nunca debió perderla: una formación marxista (con una concepción "no mecaniscista de la historia"), republicanafederal y alejada de los centros de poder para seguir "politizando el dolor". Y que nadie dude de este credo, porque la demonización de los adversarios es la prueba del nueve del acierto en la estrategia. Ciertamente, Iglesias es un politólogo de primera división. Nadie podría haber capitalizado mejor las debilidades de un sistema político y de partidos como lo hace él, eligiendo con precisión de buitre carroñero los momentums de su carrera política y el del sábado es la clave que permite interpretar casi todos los demás, especialmente el agrio discurso que pronunció en marzo cuando dejó claro que su apuesta estratégica era hacer presidente del Gobierno a Mariano Rajoy y no al partido de la cal viva.

Lo que podría haber sido un interesante experimento de nueva política desde la izquierda se ha quedado, en palabras de su propio impulsor, en un mero ejercicio de relevo generacional para crear presuntamente un nuevo bipartidismo que en un fiel de la balanza tendrá a la casta del 78 (formada por el PP y todo aquel que se le acerca sea Ciudadanos o el PSOE) y en el otro todo aquel que no le lleve la contraria a Iglesias, que serán muchos pero posiblemente no los suficientes en un par de generaciones para asaltar La Moncloa, el cielo regalado a Rajoy. Una lástima. 

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