Dos miradas

Los amos

Ni Jordi ni Marta supieron callar, empujados por el desprecio, la rabia o el desconsuelo que provoca saberse en la frontera del rechazo

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Queda demostrado que lo más complicado del mundo es callar. No decir nada, en una situación relajada -en una clase de yoga nidra, por ejemplo- es un ejercicio que requiere un altísimo grado de concentración. Callar, escuchar en silencio todos los silencios que no lo parecen, los ruidos escondidos, el vuelo de una mariposa. Admitir el lenguaje de cada parte de tu cuerpo. Es complicado, pero aún lo es más cuando el ambiente es adverso, cuando todo el mundo intenta que hables en lugar de callar, cuando sabes que miles de orejas están esperando tus palabras. Entonces es necesario un grado elevado de paz interior, un dominio de los músculos faciales, retención de la bilis y coraje heroico para mantener la raya del silencio.

Marta Ferrusola lo intentó, y también Jordi Pujol padre. El hijo, por su parte, declinó el papel de meritorio en una película muda y optó por la interpretación grandilocuente en una trilogía de estirpes. Quizá quien mejor ha definido el comportamiento del matrimonio es David Fernández, a quien Jordi y Marta a veces trataban como si fuera un nieto. «Antología del absurdo», dijo para hablar de ella; «ufano y a veces soberbio», al referirse al expresident. Ninguno de los dos supo callar, empujados por el desprecio, la rabia o el desconsuelo que provoca saberse en la frontera del rechazo. La continencia que habrían deseado fue vencida por su afán incontrolable de volver a ser, por unos momentos, los dueños del terreno.