El valor de la memoria

RAFAEL VILASANJUAN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El nazismo fue un infierno de hogueras infinitas, de crematorios donde se redujo a cenizas a una parte importante de la humanidad. El campo de Auschwitz, en Polonia, es el icono. Allí se inventó la «solución final», un ensayo químico para acelerar matemáticamente el exterminio. El de Mauthausen, en Austria, fue el último de aquellos infiernos en ser liberado hace 70 años.

Absurdo intentar comparaciones sobre cual era peor, ambos son testimonio fiel de lugares donde la civilización se acaba. Aunque a Mathausen no se entraba en principio por una condición étnica, todos los que llegaban terminaron siendo esclavos de un régimen genocida que los exprimía hasta la extenuación. Aquí lo sabemos bien, porque Mauthausen fue el campo de los españoles. Miles de republicanos exilados en Francia tras nuestra guerra civil acabaron prisioneros de una segunda guerra y en manos de un régimen que los deportó a Austria, para esclavizarlos.

Como en los otros campos la mayoría de prisioneros fueron exterminados por agotamiento, inanición o torturados. Las imágenes que logró robar en Mauthausen el fotógrafo catalán Francisco Boix no solo sirvieron para inculpar a sus responsables cuando la locura nazi pudo ser juzgada en Núremberg. Su valor trasciende a la justicia porque ha mantenido y mantendrá viva la memoria cuando ya no haya testigos directos de aquellos años.

Ya quedan muy pocos, pero para las generaciones que solo hemos vivido el recuerdo de aquella barbarie, el valor de la memoria no es solo un homenaje a las víctimas. Debería ser también una mirada cómplice para entender la responsabilidad de actuar y proteger a quienes ahora viven o huyen de tantos otros infiernos, muchos de ellos perdiendo la vida en el Mediterráneo, ante nuestra indiferencia.